miércoles, 30 de septiembre de 2009

SAN BENITO, CREADOR DE UNA CIVILIZACIÓN DE PAZ

Ofrecemos a continuación una homilía de Mons. Oscar Sarlinga, por entonces Obispo titular de Uzali y auxiliar de Mercedes-Luján, en la solemnidad de San Benito, Abad, en la que se refiere a la civilización de paz y la relación con la paz civil.

SOLEMNIDAD DE SAN BENITO

Homilía de monseñor Oscar Domingo Sarlinga Obispo titular de Uzali y auxiliar de Mercedes-Luján, en la solemnidad de San Benito Abad (Abadía de San Benito de Luján, 11 de julio de 2005)


Querido Padre Abad y hermanos de esta venerable comunidad monástica

Queridos sacerdotes, diácono, hermanos todos en el Señor


Constituye una gran alegría para quien les habla el celebrar hoy la solemnidad de San Benito Abad, en ésta, su Casa de Luján, a los pies de la Virgen Santísima que, en su advocación mediante la cual es Patrona de la Argentina, nos protege y guía en nuestro caminar. Agradezco de corazón al Padre Abad la invitación y a todos ustedes el afecto y acompañamiento espiritual.

I. Vida del Santo “Benedictus”

El Papa San Gregorio Magno habla del Santo cuya fiesta celebramos, como de un “hombre verdaderamente insigne, digno de toda veneración”. Lo hace en “La vida de San Benito”, extraída del Segundo Libro de sus “Diálogos” (1). Dice allí también que se llamaba “Benedictus”, y que este hombre fue verdaderamente bendecido de nombre y de gracia, pues ya desde los primeros años de su niñez era “maduro” –es la palabra empleada– en sus costumbres, al punto de ser casi un “precursor” de su edad, llevando la delantera a la poquedad de su edad, si podemos expresarnos así, por la seriedad y madurez de sus costumbres. Nos narra asimismo el santo Papa que “Benedictus”, o Benito, hubiera podido disfrutar ampliamente de los gustos de este mundo, pero que, teniendo ante la vista los bienes celestiales, despreció a aquéllos como a flores secas y marchitas. Vemos todo un sentido proveniente de un acendrado don del discernimiento, fruto de la prudencia vivida ya desde la tierna edad, prudencia o “sabiduría de lo concreto, recta razón del obrar”, vivida como don y bendición, pues Benito era un elegido, “benedictus” para fundar vida religiosa, crear paz y civilización, atraer la bendición del Señor al mundo de entonces, y al actual.
Nacido de la noble familia de la región de Nursia, o Norcia, en italiano, sus padres pensaron en hacerlo estudiar y con ese fin lo mandaron a Roma, donde era más hacedero participar de los estudios literarios. Iniciando esta etapa nueva de su vida, una gran desilusión lo golpeó, y en esto se ve nuevamente el don de discernimiento que lo adornaba. En dicho lugar de estudios encontró jóvenes que estaban en cosas totalmente diversas que en los caminos de la virtud. Sigue narrándonos San Gregorio Magno que nuestro Santo discernió bien los tiempos: “Acababa de poner un pie en el umbral del mundo; lo retrajo inmediatamente atrás. Había entendido que incluso una parte de aquella ciencia mundana habría sido suficiente para precipitarlo entero en los abismos” (2) Abandonó, pues, los estudios, y también la casa y los bienes paternos, a la búsqueda de un hábito de vida que lo hiciera consagrado al Señor. Señala nuevamente San Gregorio Magno que “(…) le ardía en el corazón una única ansia: la de agradar sólo a Él”, al Señor. En efecto, había aprendido a fondo, y en el alma, la ciencia de Dios. Y así fue cultivador de civilización: ingeniero y arquitecto de monasterios, restaurador de la cultura, creador de paz, cultor de la vida monástica como comunidad de Amor realizado, a imagen de la Trinidad: la ciencia de Dios en contemplación y acción.

II. La paz en la Regla de San Benito

En el “Prólogo” de la Regla, San Benito sienta las bases de la paz del alma y de la comunidad: “Cuando el Señor busca su operario entre la multitud, insiste diciendo: “¿Quién es el hombre que quiere la vida y arde del deseo de ver días felices?”. Si a estas palabras tu respondes: “Yo”, Dios replicará: “Si quieres tener la vida, la verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal y tus labios de la mentira. Aléjate de la iniquidad, obra el bien, busca la paz y corre tras ella”. Si obran así, volveré mis ojos a ustedes y mis oídos escucharán las plegarias de ustedes. Más aun, antes que me invoquen, les diré: “Aquí estoy””. Están aquí asentadas también las bases divinas de los instrumentos humanos de las buenas obras, que presenta en el capítulo IV: “Cumplir cotidianamente los mandamientos de Dios. Amar la castidad, no odiar a nadie, no ser celoso, no cultivar la envidia, no amar las peleas, huir de la altivez y respetar a los ancianos, amar a los jóvenes, orar por los enemigos en el amor de Cristo, en la eventualidad de un conflicto con un hermano, establecer la paz antes de la caída del sol. Y no desesperar jamás de la misericordia de Dios”. Por supuesto que todo el “ars spiritualis” encuentra aquí su condensación. Es el arte, dado por gracia, de buscar la paz, la que emerge de un corazón purificado y hace feliz al mismo corazón, el cual representa toda la interioridad específicamente humana del hombre. Es arte que también hace felices a los demás. El corazón purificado se transforma, entonces, en una “bendición” para los otros, ayudándolos también a ser “benditos”. Bendición de la Paz, un gran anhelo de la humanidad actual.
En este orden de la Paz, permítaseme decir que resulta muy significativo que el primer Papa elegido en los inicios de este tercer Milenio al que nos condujera el gran Papa Juan Pablo II, el actual Pontífice Benedicto XVI, en el siglo Joseph Ratzinger, haya elegido, precisamente, el nombre de “Benedictus”. Nomen est omen, “el nombre es un presagio”, decían los antiguos, y el hecho del nombre papal remite por entero a la deseada Paz, remontándose a san Benito y a sus predecesores del mismo nombre, en especial Benedicto XV. Nos dice al respecto un autor: “El nombre “Benedicto” (Benito), que ha tomado el primer Sumo Pontífice elegido en el tercer milenio de la era cristiana, remite en primer lugar a san Benito de Nursia, el cual introdujo en Europa una propuesta compartida y activa de vida contemplativa diversa del anacoretismo y del estilitismo (…). En particular, la propuesta de san Benito apoya la vida espiritual en dos sólidas rocas: la lex orandi (ley de la oración) y la lex laborandi (la ley del trabajo), que se remontan directamente a los fundamentos originarios del Verbo y del amor, los cuales unidos, forman la divina Comunidad trinitaria, la cual, a su vez, es impulso y modelo para las comunidades cristianas” (3). Al mismo tiempo, como dijimos, la evocación del inmediato predecesor del mismo nombre, Benedicto XV dicen mucho acerca de un propósito de Paz: fue el Papa que todo lo intentó para conjurar los malvados y deletéreos efectos de la primera guerra mundial, el que todas las obras puso en acción para ayudar a la humanidad en horas aciagas; fue un Papa de la paz, de las misiones, de la promoción de la Sagrada Escritura, de la unidad de la Iglesia. Nomen est omen.

III. La paz en la sociedad civil, según el concepto de San Benito

La paz del corazón y de los corazones tiene su efecto en la sociedad civil. El Papa Pablo VI, de feliz memoria, hace una alusión a la construcción de la paz en la sociedad contemporánea, sobre el modelo benedictino de la fe y de la unidad, que tanto dio a Europa y a la civilización cristiana en el mundo. Se refiere a ello en 1964, en la homilía de la consagración de la iglesia de Montecassino, con motivo de la reconstrucción obrada luego de los estragos causados en la segunda guerra mundial.
Decía en ese momento el Santo Padre: “El hecho es tan grande e importante que toca a la existencia y la consistencia de nuestra vieja y siempre vital sociedad, hoy tan necesitada de alcanzar linfa nueva a las raíces de donde obtuvo su vigor y su esplendor, esto es, las raíces cristianas, que san Benito tanto le ofreció y alimentó con su espíritu (…) No ya porque se deba pensar a un nuevo Medioevo caracterizado por la actividad dominante de la Abadía Benedictina, pues un rostro muy diverso posee nuestra sociedad, con sus centros culturales, industriales, sociales y deportivos, sino por dos razones que hacen todavía desear la austera y suave presencia de san Benito entre nosotros: por la fe, que él y su orden predicaron en la familia de los pueblos (…) la fe cristiana, la religión de nuestra civilización, la de la santa Iglesia, madre e maestra de los pueblos; y por la unidad, para la cual el gran Monje solitario y social nos educó como hermanos (…) Fe y unidad: qué cosa mejor podremos desear e invocar para el mundo entero (…) Qué cosa de más moderno y de más urgente?. Y qué cosa de más necesario y útil para la paz?” (4)
La sociedad actual requiere ser construida en paz. La paz es don de Dios pues Cristo es nuestra paz. La paz construye la familia, la comunidad, la sociedad, la Iglesia. Volvemos aquí a la esencia misma del evangelio en su vertiente de conducta moral personal y comunitaria, resumida, si podemos decir así, en el capítulo IV de la Regla de San Benito, que hemos citado. La humanidad tiene urgencia de recibir una nueva evangelización, nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en sus modos de expresión, como nos lo pidiera en su momento el Papa Juan Pablo II. La humanidad tiene gran necesidad de un nuevo humanismo cristiano, integral y solidario, plenamente trascendente y a la vez plenamente humano. La humanidad tiene necesidad, por fin, de la Ciudad de Dios, que haga base en esta Ciudad de la tierra, para transformarla desde dentro, con la esperanza activa de la patria del Cielo que nos espera todo, donde ya no habrá dolor y veremos a Dios cara a cara, transfigurados.
En la espera de esa vida eterna, construyamos esta patria terrena en la Paz. Con este maravilloso fin, “sancta Crux sit nobis lux”. Y la Virgen Madre nos guíe en este caminar.


Notas:

(1) San Gregorio Magno, Libro II° dei “Dialoghi” (Testo integrale) Traduzione a cura dei PP. Benedettini di Subiaco, pubblicato nella collana “Spiritualità nei secoli” di Città Nuova Editrice, Prólogo.
(2) Ibidem
(3) D. VENERUSO, El nombre de Benedicto XVI. Una fuente de indicaciones valiosas para la vida espiritual de todo el pueblo de Dios, in: L’Osservatore Romano, Ed. en lengua española, N. 18, 6 de mayo de 2005, p. 6 (242).
(4) Pablo VI, Homilía del Santo Padre con motivo de la consagración de la iglesia del Archicenobio de Montecassino, del sábado 24 de octubre de 1964, Fiesta del Arcángel San Rafael.


Mons. Oscar Domingo Sarlinga, obispo auxiliar de Mercedes-Luján.

lunes, 21 de septiembre de 2009

EVANGELIZACIÓN Y CIVILIZACIÓN

SENTIDO Y FINALIDAD DE LA TERCERA MISIÓN JUVENIL DIOCESANA

Luego de las Misiones en Baradero (2007) y en Escobar (2008) durante los días 2, 3 y 4 de octubre (2009) la comunidad Parroquial de la Catedral Santa Florentina será la anfitriona de la III Misión Juvenil Diocesana, bajo el lema “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? (Mc. 10, 17)”. Este acontecimiento diocesano es de gran importancia para la diócesis porque expresa su deseo de misión.



La «Misión Joven» diocesana, se encuentra en el contexto de nuestra opción por la comunión y la misionariedad, que han quedado plasmados en nuestro «Plan Pastoral diocesano», el cual, en la INTRODUCCIÓN, I: «ORIENTACIÓN FUNDAMENTAL del PLAN» nos habla en primer lugar de la dimensión «discipular» a la que nos llama el Documento de Aparecida, a saber:

“En este sentido, dicho Documento de Aparecida nos lleva a ver en dicha pastoral orgánica una dimensión discipular: "Una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa”.

La «conversión a Jesucristo» es fundamental para redescubrir el sentido de la misión; por esta causa sigue diciéndonos nuestro «Plan»:

“A los fines de asegurar la vitalidad de esta pastoral ordinaria y orgánica sobre todo hemos de retomar con energía el proceso de la reforma y conversión de nuestras parroquias, procurando su renovación en profundidad y en ámbito evangelizador, aprovechando la totalidad de sus potencialidades pastorales para llegar efectivamente a cuantos le están encomendados, asumiendo de modo decidido y convencido un «estado permanente de misión», en primer lugar dentro de su propio territorio”.

Por supuesto, tenemos una historia, y la vocación por la dimensión misionera de toda la pastoral hemos venido trabajándola en las distintas instancias de nuestra Iglesia local desde hace más de tres años. En nuestro «Plan Pastoral» (en el capítulo I: «EL CAMINO PASTORAL RECORRIDO NOS ORIENTA, Y NOS ALLANA EL CAMINO POR RECORRER»), en el n. 2, se nos brindan «Orientaciones programáticas efectivamente realizadas y re-asumidas en este Plan Pastoral», entre las cuales las siguientes:

-La Misión como una necesidad permanente y una actitud necesaria para la evangelización de nuestra diócesis.
-El impulso de la Pastoral de Juventud y Pastoral Vocacional
-El apoyo a los Movimientos eclesiales en la diócesis y a su integración en la Pastoral orgánica.

Asimismo, en el capítulo I, n. 7, cuando se habla de la profundización en la dimensión evangelizadora de toda la Pastoral, se nos recuerda a todos que “(…) el Proyecto pastoral debe profundizarse aún más al considerar el aspecto evangelizador, el objetivo de lograr una DIÓCESIS MISIONERA. También en ese sentido, el «camino recorrido», o la misma realidad eclesial vivida, tiene mucho para proponernos.

Ya se había reflexionado sobre la necesidad de la misión entendida en primer lugar hacia dentro de la misma comunidad diocesana. Ése es el sentido del llamado "estado de misión".

En el Mensaje que nos dirigió nuestro Obispo con motivo de la apertura del «Año Paulino Jubilar» nos decía nuestro Pastor:

"Este tiempo de gracia es ocasión propicia también para que reflexionemos en la relación esencial entre justicia y caridad, virtudes inseparables, tema al cual el Papa le ha dedicado una especial consideración en la segunda parte de su Encíclica «Deus Caritas est». No existe caridad sin justicia. Al mismo tiempo, el cristiano está llamado a buscar siempre la justicia, llevando dentro de sí el impulso superador que proviene del Amor, que supone la justicia y la trasciende. Reaprender a ser justos, a compartir, a crear condiciones de justicia y paz, implica abrir el corazón a Dios y a los hermanos. Que sea éste un tiempo en que podamos ver cómo la fe abre puertas extraordinarias al trabajo por un orden justo en la sociedad, a una «caridad social» rectamente entendida y aplicada, y en particular en lo referente a los fieles laicos, en la participación personal en la vida pública, cooperando con los demás ciudadanos" (Carta pastoral del Obispo con motivo del Año Paulino")

Ahora entonces, fijémonos en la referencia concreta que hace el «Plan Pastoral diocesano» a las misiones juveniles (capítulo I, n. 7):

“La propuesta y puesta en práctica de las «misiones juveniles» llevadas a cabo en distintas ciudades y localidades de la diócesis por parte de grupos de jóvenes misioneros ha tenido una importancia clave en el conocimiento mutuo, en el amor por el sentido de la misión, y en la revitalización de comunidades católicas que hasta ahora habían sido visitadas más bien por otros grupos religiosos o incluso por sectas”.

Conjugando la Pastoral Litúrgica, con la de Juventud, con la Pastoral misionera, la vocacional y la caritativa institucional, fueron planificadas las misiones juveniles en el mismo lugar, ciudad o partido donde iban a ser celebradas las Fiestas Patronales diocesanas (en torno al 8 de mayo), día en que se viene llevando a cabo una entera «Jornada Pastoral», compuesta principalmente por la dimensión catequística, juvenil y caritativa”.

Todo un programa de vida y de vida misionera. Pongamos aquí nuestro corazón, para que tantos hermanos se encuentren con la Palabra de Jesucristo, con la Eucaristía, que se reconcilien con el Señor y con la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo y Pueblo de Dios, que se reconcilien con el Amor con el que Dios nos amó, y dén de ese Amor a los demás, para construir una sociedad nueva.

Es un desafío para los jóvenes, especialmente, que todo lo que demos de nosotros, lo demos con todo el corazón, recordando a SAN AGUSTÍN, Obispo y Doctor de la Iglesia:

“Quien da todo, da mucho, aunque sea poco,
quien no da todo, da poco, aunque sea mucho”.


Con respecto a la MISIÓN y a la MISIONARIEDAD, nuestro Obispo ha hecho incesantes referencias, y gestos concretos, desde su inicio del ministerio en diócesis.

Hemos recogido algunos textos, tanto del propio Obispo como de medios periodísticos, cuya lectura nos ayudará a rehacer el itinerario de los gestos concretos de misión, desde 2006 en adelante, y la profundización de la dimensión misionera de toda la pastoral.

I
Referencia de Mons. Oscar Sarlina al rol fe la Iglesia en la construcción de un «mundo nuevo» con la «perenne novedad del cristianismo» en la celebración de las Fiestas Patronales de la Exaltación de la Cruz

Capilla del Señor, 14 de septiembre de 2009, (Diócesis de Zárate-Campana)

Consultar:
http://74.125.113.132search?q=cache:pO2xnYY6lKoJ:zaratecampanaobispado.wordpress.com/+misi%C3%B3n+diocesana+Sarlinga&cd=99&hl=es&ct=clnk&gl=ar

“La caridad es amor recibido y ofrecido”1, frase que, en cierto sentido, resume el Misterio de la Cruz en nuestras vidas, puesto que el sufrimiento reproducido en el Cuerpo místico de la Iglesia por la muerte de Cristo, es contribución a la redención de la humanidad, en la caridad, y aseguran la participación en la gloria del Resucitado, el mismo Jesucristo. De ese modo, desde el interior de nuestra vida, el mundo es consagrado a Dios en el Amor2.
Esto nos deja un gran mensaje. ¡Y un gran mensaje de esperanza!. La caridad verdadera, efectiva, transformadora, la caridad como virtud teologal realizada y vivida hace que nuestra relación con el mundo de hoy no sea mundanidad o puro naturalismo, sino expresión del Amor y de la misión de Cristo. Esta caridad realizada y vivida es raíz de esperanza, tan necesaria, esperanza que siempre resurge, incluso cuando los frutos exteriores de nuestro esfuerzo y de nuestro trabajo se vean escasos, o falten del todo. Nuestra vida cristiana, más que por las obras externas, aunque éstas son importantes, y muy importantes, se hace fecunda sobre todo por el Amor de Cristo, que nos impulsa a la donación total de nosotros mismos, en las condiciones de la vida común de cada día.
¿Podríamos dejar de ver que esta donación por Amor se hace tanto más necesaria en nuestro tiempo?. Porque son tiempos en los que la humanidad se encuentra en un momento crucial de su propia historia. Más que un «mundo nuevo» (porque ya hace siglos que se habla de un «mundo nuevo» que está surgiendo) surgen nuevos aspectos de un «mundo viejo» tanto más necesitado de la perenne «novedad» del cristianismo, que hace nuevas todas las cosas. Es verdad que las personas buscan nuevas formas de pensamiento y de acción, muchos están convencidos de una autosuficiencia sin la fe y sin la gracia divina, a nadie escapa que existe cierto trágico divorcio entre la fe y la vida vivida, e incluso entre pensamiento científico y crecimiento en la fe, en la fe en el Dios viviente. Esto no tiene porqué ser así, forma parte de la relación entre el orden natural y el orden sobrenatural. La Iglesia católica, pensándose a sí misma respecto de su misión ante el mundo y la sociedad, se vio como “sacramento universal de salvación”, con plena conciencia de que no se puede dar plenitud humana sin la gracia, sinel Verbo de Dios, que “(…) es el fin de la historia humana, el punto focal de los deseos de la historia y de la civilización, el centro del género humano, la alegría de todo corazón, la plenitud de sus aspiraciones”3.

1 BENEDICTO XVI, Enc. Enc. Caritas in veritate, n. 5.
2 Cf CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm.Lumen gentium, 34.
3 CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, 45.

II
Culminó la primera fase de la “Misión Campana”

Campana (Buenos Aires), 3 Oct. 07 (AICA)

Misión en Campana
La festividad de San Vicente de Paúl, que se trasladó al domingo 29 de septiembre, fue el escenario elegido para clausurar la primera fase de la “Misión Campana”, a la que el obispo de Zárate-Campana, monseñor Oscar Sarlinga convocó después de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida (Brasil), pidiendo poner a la Iglesia en esa ciudad-sede del obispado en estado de misión. La primera y última misión general que se realizó en esta ciudad del nordeste bonaerense se realizó en 1979, a poco más de tres años de creada la diócesis por Pablo VI, en 1976. El prelado recordó que esa primera etapa se desarrolló en Ariel del Plata, a cargo del grupo misionero de Maquinista Savio, cuyos coordinadores fueron el sacerdote Justo Rodríguez Gallego y el matrimonio D’Ambrosio. La segunda será la “Misión Joven”, por realizarse entre octubre y diciembre, y estará a cargo del grupo misionero Santa María de la Estrella, de Pilar, y del grupo juvenil de la catedral Santa Florentina, cuyo coordinador es el sacerdote Mauricio Aracena. La clausura de este tiempo de misión será el 8 de diciembre, en ocasión de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. En tanto, la tercera fase, también Misión Joven, está prevista para marzo de 2008. Treinta laicos y dos sacerdotes Por pedido de monseñor Sarlinga, el grupo misionero estable de la parroquia de la Inmaculada Concepción de Maquinista Savio, localidad entre los partidos de Pilar y Escobar, acudió a la misión permanente en la localidad de «Ariel del Plata», en las afueras de la ciudad de Campana, en la jurisdicción de la parroquia de San Vicente de Paúl. El grupo está integrado por treinta laicos y dos sacerdotes. El párroco y vicario episcopal para la Pastoral diocesana, presbítero Justo Rodríguez Gallego, y el vicario parroquial, presbítero Nicolás Guidi. Todos ellos visitaron casa por casa la zona y los barrios aledaños La misa de clausura, a la que asistieron numerosos fieles, fue concelebrada por monseñor Edgardo Galuppo, vicario general; el sacerdote Marcelo Monteagudo, delegado episcopal para las Misiones; el sacerdote Ariel Guzmán, administrador parroquial, y el sacerdote Nicolás Guidi, vicario parroquial de la Inmaculada Concepción de Maquinista Savio. Monseñor Oscar Sarlinga exhortó, en la homilía, a la Iglesia en Campana a “recomenzar desde Cristo”, y recordó que, tras la V Conferencia, asumimos el llamado del papa Benedicto XVI a “ser de verdad discípulos y misioneros, considerando estos elementos como esenciales en la naturaleza propia del cristiano”. “Nos pertenece como vocación más profunda el gozo de evangelizar –destacó-, porque la evangelización, es decir, la actividad misionera, corresponde a la vocación específica de la Iglesia”. Finalmente, monseñor Sarlinga valoró que la Iglesia en Campana haya “recomenzado desde Cristo, porque así hemos hecho carne la misión en toda esta zona de Ariel del Plata, donde tuvo lugar esta primera fase, con muy buena acogida de las familias visitadas”.+

Homilía:

«IGLESIA EN CAMPANA, ¡RECOMIENZA DESDE CRISTO!»

Homilía de monseñor Oscar Domingo Sarlinga, obispo de Zárate-Campana la clausura de la Primera Fase de la «Misión Campana» (29 de setiembre de 2007))

Consultar:
http://aica.org/index2.php?pag=sarlinga070929

Queridos sacerdotes, grupo misionero, queridos hermanos y hermanas en el Señor
Habiendo celebrado la Iglesia en América Latina la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y el Caribe, en la ciudad de Aparecida en Brasil, del 13 al 31 de mayo del año 2007, bajo lema y tema: «Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida» (“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, Jn. 14,6), acogimos también el llamado de nuestro Santo Padre Benedicto XVI, en sentido de ser de verdad discípulos y misioneros, considerando estos elementos como esenciales en la naturaleza propia del cristiano.
Nos pertenece como vocación más profunda el gozo de evangelizar, porque la evangelización, es decir, la actividad misionera, corresponde a la vocación específica de la Iglesia, la cual, en pleno respeto de la libertad de los hombres, les va al encuentro, en especial de aquellos que, en palabras de Juan Pablo II “(…) todavía "in umbra mortis sedent" (Lc 1, 79); al punto que puede decirse, siguiendo las palabras citadas, “(…)que la Iglesia es la misión encarnada” 1. Son palabras muy fuertes y que debemos hacer carne en nuestro corazón, uno de cuyos signos es la bendición del nuevo altar de esta iglesia parroquial, para el centro de la evangelización, la Eucaristía celebrada, que se haga vida misionera en nosotros. ¡Recomenzar desde Cristo!. Hemos hecho carne la misión en toda esta zona de Ariel del Plata, donde tuvo lugar esta primera fase, con muy buena acogida de las familias visitadas.
En efecto, si somos cristianos es porque, mediante el bautismo y la fe (no sólo la fe subjetiva sino la fe objetiva de la Iglesia) seguimos a Jesucristo, quien nos ha mandado: «Sígueme» (Mt 9,9). Desde esa perspectiva discipular, esto es, en tanto discípulos del Señor, hacemos nuestras las palabras del Apóstol de las Gentes: «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20) y queremos testimoniar la alegría de ser cristianos, dar testimonio de Cristo en el mundo, y concretamente en esta ciudad de Campana, con nuestras obras y palabras, con la vida de Amor de una Eucaristía celebrada y vivida.
Como sabemos, la última misión en la ciudad de Campana tuvo lugar en el año 1979, a cerca de tres años de la creación de la diócesis, en 1976, por el Papa Pablo VI. En el año 2006 la diócesis cumplió 30 años de vida, lo cual festejamos solemnemente el día de su Patrona, la Santísima Virgen en su advocación de Nuestra Señora de Luján, el 8 de mayo, en el atrio de la iglesia catedral, con numerosa participación de fieles. Un cambio es necesario, un cambio en el sentido de la «nueva evangelización» a la que nos llamó Juan Pablo II y que nos reitera hoy el Santo Padre Benedicto XVI.
En su reciente encuentro, en Loreto, con 500.000 jóvenes, el Papa Benedicto escuchó el testimonio de ellos y respondió a sus preguntas, a la par que se refirió a la dificultad de hablar hoy de Dios en el mundo actual, puesto que algunos ven en Él una limitación a su libertad. Ante los problemas de la sociedad actual, el Papa señaló que “(…) el mundo debe ser cambiado y es precisamente la misión de la juventud cambiarlo”. Pero cada uno no lo puede hacer con sus propias fuerzas, sino que sólo “(…) en comunión de fe y de camino, en comunión con María, con todos los Santos y con Cristo" como se puede "hacer algo esencial”2. Además destacó algo tan fundamental como la importancia de la familia, de la que todos nosotros hemos de hacer “(…) una célula fundamental de la sociedad” y también un «núcleo evangelizador».
¿Tenemos conciencia, como Iglesia local, de ser esencialmente misionera?. El Concilio Vaticano II confirmó explícitamente: “La Iglesia peregrinante es, por su naturaleza, misionera, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre”3.
Hoy la misión es obra de caridad. Y no es privativa de algunos, sino de todo cristiano-discípulo, precisamente porque, como nos dijo el Papa en «Deus Caritas est», “(…) el amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel...” 4.
Quisiera pedirles, desde el corazón, como un «espíritu de la misión en Campana», que «desde el Espíritu de Pentecostés, estemos siempre dispuestos a recomenzar». Caer y decaer es humano, recomenzar desde el Espíritu es divino.
En la clausura del inmenso acontecimiento de gracia que fue el Jubileo del Año 2000, el Papa Juan Pablo II nos decía, en la homilía de conclusión: «Es necesario recomenzar desde Cristo, con el impulso de Pentecostés, con entusiasmo renovado. Recomenzar desde él ante todo en el compromiso diario por la santidad, poniéndonos en actitud de oración y escucha de su palabra. Recomenzar desde él para testimoniar el Amor» 5
Y luego, al siguiente año, en 2001, nos dejó para la Iglesia universal una hermosa exhortación, que podemos hacer perfectamente nuestra hoy, en Campana, y en nuestra querida diócesis:

“Recomienza desde Cristo, tú que has encontrado misericordia.
Recomienza desde Cristo, tú que has perdonado y aceptado el perdón.
Recomienza desde Cristo, tú que conoces el dolor y el sufrimiento. Recomienza desde Cristo, tú que sientes la tentación de la tibieza: el año de gracia es un tiempo ilimitado.
Recomienza desde Cristo, Iglesia del nuevo milenio. Canta y camina”6.
La Virgen Madre, en su título de «Madre de la Iglesia» y en su advocación de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina y de esta diócesis de Zárate-Campana, como le fuera asignada por el Papa Pablo VI, nos proteja y, como «Estrella de la Evangelización» nos haga siempre discípulos y misioneros de Jesucristo. Amén

Mons. Oscar D. Sarlinga, obispo de Zárate-Campana

III
PRIMER MISIÓN JOVEN DE CARÁCTER DIOCESANO

La Iglesia joven de Zárate-Campana misiona en Baradero

Baradero (Buenos Aires), 26Nov. 07 (AICA)

Consultar:
http://aica.org/index.php?module=displaystory&story_id=10195&edition_id=623&format=html&fech=2007-11-26

Misión en Baradero
La Iglesia joven de la diócesis de Zárate-Campana misionará los días 21, 22 y 23 de diciembre en la ciudad de Baradero, con el lema “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos”. Los misioneros, organizados por la Secretaría Diocesana de Pastoral de Juventud y Vocacional, llegarán a esa ciudad bonaerense el viernes 21, a las 19, desde distintos puntos de la diócesis. Tras un encuentro de todos los jóvenes participantes, a las 17.30 comenzarán la misión, que consistirá en concentrarse para difundir el mensaje evangélico en lugares públicos. A las 22, se hará una Fiesta Joven, en la que se presentará la Banda de los Focolares. El domingo 23, a las 11, se oficiará la misa de clausura, en la que se realizará el envío misioneros de los grupos diocesanos que lo harán durante el verano.+

IV
MISIÓN JOVEN EN LOS CARDALES

29 Dic 2008
Alusión a la Misión Juvenil en las Fiestras Patronales de la Sagrada Familia, en Los Cardales, 2008

Consultar:
http://74.125.113.132/search?q=cache:U7Ax36H1aQ4J:blogs.clarin.com/oscarsarlinga/2008/12/29/fiestas-patronales-la-sagrada-familia-los-cardales-+II+misi%C3%B3n+joven+Baradero&cd=20&hl=es&ct=clnk&gl=ar

LA MISIÓN JUVENIL
A inicios de 2008, un grupo misionero de la parroquia San José Obrero, de Mercedes, llevó a cabo una “Misión Joven” en el radio parroquial de la Sagrada Familia, de Los Cardales. Allí, el sábado 12 de enero se celebró la misa de clausura, que estuvo presidida por el obispo de Zárate-Campana, monseñor Oscar Sarlinga, y a la que asistió una gran cantidad de fieles.
Concelebraron el entonces cura párroco de San José Obrero, presbítero Pablo Castelnovo (actual cura párroco de Villa Rosa); el delegado para las misiones, Mons. Marcelo Monteagudo; el administrador parroquial de San José Obrero (de Mercedes), presbítero Federico Lagoa; y el presbítero Sebastián Terráneo -de la arquidiócesis de Mercedes-Luján- quien acompañó a los jóvenes en la misión.
“Más bienaventurado es dar que recibir” fue el lema de la misión a la que el párroco convocó siguiendo los ejes pastorales de la diócesis para el trienio 2006-2009. Esta “Misión Joven” se inserta en el espíritu misionero que quiere dársele a la diócesis y que ya tuvo su expresión en 2006 con la misión en Maquinista Savio y la celebración en esa localidad de las fiestas patronales diocesanas. También los jóvenes del Movimiento Santa María de la Estrella junto con un grupo juvenil de la catedral condujeron una misión el año pasado en la ciudad de Campana; y la “Misión Joven” de diciembre de 2007, organizada por la Pastoral Juvenil diocesana, se llevó a cabo en Baradero.

V
EL AÑO PAULINO COMO TIEMPO PROPICIO PARA CONFIRMAR EN LA FE, CRECER EN EL TESTIMONIO DE VIDA Y AFIANZAR LA PERTENENCIA A LA IGLESIA


Consultar: http://www.fides.org/aree/news/newsdet.php?idnews=17160&lan=spa

AMERICA/ARGENTINA - Obispo de Zárate-Campana: "el Año Paulino es un tiempo propicio para confirmar en la fe, crecer en el testimonio de vida y afianzar la pertenencia a la Iglesia"

Zárate-Campana (Agencia Fides) - Mons. Oscar Domingo Sarlinga, Obispo de la diócesis de Zárate-Campana (Argentina) ha escrito una Carta Pastoral con motivo del inicio del Año paulino el próximo 28 de junio, que considera como "una oportunidad de reavivar nosotros la gracia de la unidad y de la evangelización".

Según explica Mons. Sarlinga "el objetivo del Año Paulino es profundizador y evangelizador, esto es, además de ser tiempo propicio para dar a conocer más y mejor la persona, ser, obra y acción del "Apóstol de las Gentes", lo es sobre todo para invitar a todos los creyentes en Cristo y a los hombres de buena voluntad a profundizar en el inspirado paulino mensaje de vida en Cristo, el mensaje de Salvación. Lo es para dejarnos hacer por Dios y su gracia, para producir una eclosión de fe, esperanza y caridad (sin olvidar la dimensión social de ésta, la solidaridad), en un mundo que tanto necesita de estas virtudes".

Así mismo es una ocasión propicia "para que reflexionemos en la relación esencial entre justicia y caridad, virtudes inseparables", pues no existe caridad sin justicia. Por tanto, recuerda el Obispo que este año de gracia 2008-2009 consistirá ante todo en un ponerse en la vía de «Jesús-Camino», siendo así "una ocasión privilegiada para la pastoral" para todos los agentes de la misma sacerdotes, religiosos o laicos, "con el fin de profundizar en el pensamiento de San Pablo y en la obra de la gracia en él" y "promover la lectura espiritual y los estudios acerca de las Cartas, paulinas", la cuales ayudarán a confirmar en la fe, crecer en el testimonio de vida de 'hijos de la luz' y afianzar la pertenencia a la Iglesia'. "Ello nos afianzará, al mismo tiempo – continua el Obispo en su Carta Pastoral - en nuestra misión como evangelizadores y en nuestro empeño por un ecumenismo verdadero y por un fructífero diálogo interreligioso, en la Justicia y en la Paz, en apertura amorosa al Espíritu del Señor".

A continuación presenta el Obispo el ser, pensamiento y acción de san Pablo destacando ante todo como su éxito en el apostolado "dependió sobre todo de un empeño personal en anunciar el Evangelio con total y valiente dedicación a Cristo, sin reparar en dificultades y peligros".

Y destaca así mismo su intima relación con Pedro, "la 'piedra' sobre la cual el Señor quiso edificar su Iglesia".

Concluye la Carta Pastoral señalando las principales celebraciones y actividades de la diócesis durante este Año Jubilar así como las iglesias y los días en que se podrá lucrar las indulgencias concedidas por el Santo Padre para el Año Paulino. El Obispo abrirá el Año Paulino el 28 de junio por la tarde en la única iglesia de la diócesis (creada en 2007) que tiene el 'título de los Apóstoles': la parroquia de Nuestra Señora de Luján y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, en la ciudad de Campana. La celebración de apertura se completará al día siguiente, el 29, con la consagración e inauguración de la nueva iglesia de peregrinos, dedicada a San José. Así mismo durante el año se realizaran diversos encuentros de oración, conferencias, actos, en algunos decanatos y el tradicional encuentro judeo-cristiano con las comunidades de las ciudades de Zárate y de Campana. Sin olvidar la misión joven que se realzará en Belén de Escobar en el mes de septiembre y estará especialmente impregnada del espíritu paulino. (RG)

(Agencia Fides 23/6/2008)

VI
Referencia a la «misión urbana» en la misa de toma de posesión del primer cura párroco de San Manuel Mártir, en Pilar

Pilar (Buenos Aires), 3 Feb. 09 (AICA

“Luego monseñor Sarlinga comentó el sentido de la parroquia según el Documento de Puebla (“comunidad de comunidades”) y el pedido de la misión urbana en los documentos de Santo Domingo y Aparecida, “sobre todo en un partido como Pilar -dijo-, que cuenta con 280.000 habitantes y que significa para nosotros un desafío pastoral”. Dijo también que “con la diócesis en estado de misión queríamos ponernos en sintonía con la solicitud del papa Benedicto XVI en su discurso inaugural en Aparecida, y que dicha misión diocesana había dado muchos y numerosos frutos, que se transformarán en bendición para nuestras familias y comunidades”.

VII
VI ENCUENTRO DIOCESANO DE JÓVENES

Consultar:
http://jovenescatedral.blogspot.com/
lunes 4 de mayo de 2009

Con alegría nos acercamos al "VI Encuentro Diocesano de Jóvenes". Esperamos que la información les haya llegado a todos y la hayan difundido (por las dudas se las vuelvo a adjuntar).

Estamos cada vez más convencidos que esta experiencia es fruto de la acción del Espíritu Santo y que es el Buen Pastor que quiere reunirnos "para estar con él y enviarnos a predicar" (Mc 3, 13). Así lo hizo al comienzo de su ministerio público y al final cuando envía el Espíritu a la comunidad reunida para transformarla en misionera (Jn 20,21-22).

Hoy se renueva esta experiencia: comunión y misión. Experiencia de nuestras pequeñas comunidades juveniles y de su trabajo misionero que realizan en sus lugares. Experiencia de amor y de lucha por llevar el Evangelio a todos, especialmente entre sus pares. Es la hermosa experiencia de vivir la Iglesia en estado de misión permanente.

Esto lo expresamos extraordinariamente como iglesia joven reunida junto a nuestro Obispo, imagen del Buen Pastor que nos convoca, dos veces al año: en el Encuentro y en la Misión Diocesana de Jóvenes.

Este año, además realizar el encuentro en el marco de la fiesta de Nuestra Patrona la Virgen de Luján, el Obispo consagrará nuestra diócesis al Sagrado Corazón de Jesús. Esta consagración nos ayuda a renovar la consagración de nuestras vidas que comenzó el día del bautismo; nos invita a estar más unidos e identificados con Jesucristo, deseando tener los sentimientos de su corazón. Queremos, a partir del encuentro con el Corazón Amante de Jesús, salir al mundo para construir la civilización del amor.

Para que puedas meditar personalmente y en comunidad, e ir entrando en clima para el 09 de mayo, te adjunto la carta que nos dirigió Mons. Oscar acerca del Sagrado Corazón de Jesús.En la espera de que podamos vernos aquel día y permaneciendo unidos en la oración, te envío un abrazo fraterno y bendiciones.

VIII
CELEBRACIÓN SOLEMNE EN LA CO-CATEDRAL LUEGO DE LA II MISIÓN JOVEN EN ESCOBAR

Consultar: http://www.168horas.com.ar/080603/080603_60.htm

“El mismo decreto en nombre del Papa concede al Obispo diocesano, Monseñor Oscar Sarlinga, las facultades de su ejecución, es decir decidir acerca de la fecha de su publicación, anuncio al clero y al pueblo cristiano, y asimismo el acto en el cual se dará por cumplido el encargo, para lo cual el Obispo eligió el día viernes 30 del corriente mes de mayo, festividad del Sagrado Corazón de Jesús, durante la Misa que presidió en la nueva co-Catedral. Oportunidad en la que se labró y firmó el acta oficial. Cabe destacar que, la solemnidad mayor será celebrada en el mes de septiembre, luego de la «misión joven» que se realizará en la ciudad, la cual precederá a la celebración de las fiestas patronales diocesanas en mayo del 2009, en la iglesia CoCatedral de la Natividad”.

IX
MUCHAS BENDICIONES ESPERAMOS DE LA CONSAGRACIÓN DE LA DIÓCESIS AL SAGRADO CORAZÓN


DOMINGO DEL BUEN PASTOR

Mensaje de monseñor Oscar Domingo Sarlinga, obispo de Zárate-Campana, con motivo del Domingo del Buen Pastor (30 de abril de 2009)

Consultar:
http://www.aica.org.ar/aica/documentos_files/Obispos_Argentinos/Sarlinga/2009/2009_04_30.html

“Muchas bendiciones esperamos de la CONSAGRACIÓN DE NUESTRA DIÓCESIS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, para que Él nos dé «pastores según su corazón». Un servidor les decía, el pasado año: “Como comunidad diocesana, la Fiesta de Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra diócesis, la celebraremos este año, el sábado 3 de mayo, en Santiago del Baradero, cuya parroquia matriz cumple 370 años. Hemos cumplido así con una de las primeras propuestas del consejo presbiteral y del consejo pastoral, habiendo celebrado la Fiesta patronal diocesana en la iglesia catedral de Santa Florentina (2006), en la Inmaculada Concepción de Maquinista Savio (2007) y en este 2008, en Santiago del Baradero. Todo ello cual signo de la unidad diocesana. Dios mediante, en 2009 será celebrada en la Natividad del Señor, de Belén de Escobar, precedida por la «misión joven», como hemos venido haciéndolo desde 2007” (3). Este año tenemos la gracia de consagrar nuestra Iglesia particular al Corazón de Jesús, todavía dentro del Año Paulino Jubilar, y a poco de Comenzar el AÑO SACERDOTAL, a que ha convocado nuestro Papa Benedicto XVI”.

X
HOMILÍA EN LAS FIESTAS PATRONALES DIOCESANAS Y CONSAGRACIÓN DE LA DIÓCESIS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Consultar: http://74.125.113.132/search?q=cache:sO8c03pR_kQJ:blogsporlafe.org/%3Fq%3Dnode/84+II+misi%C3%B3n+joven+Escobar&cd=4&hl=es&ct=clnk&gl=ar

(III) PEREGRINANDO CONCRETAMENTE EN LA VÍA DE JESÚS-CAMINO EN NUESTRA DIÓCESIS En razón de la futura consagración al Sagrado Corazón, ya hoy, a inicios de la Semana Santa, nos preparamos para la Festividad de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina y Patrona de esta diócesis de Zárate-Campana (con sus partidos de Belén de Escobar, Campana, Zárate, Pilar, Exaltación de la Cruz, Santiago del Baradero y San Antonio de Areco). La festividad será celebrada en esta iglesia co-catedral de la Natividad del Señor, de Escobar, el sábado 9 de mayo a las 16. Durante la mañana, habrá tres áreas de reflexión, trabajo y festividad: I. La Pastoral Juvenil y la Delegación de las Misiones; II. La Delegación de Catequesis; III. Caritas y la Pastoral Penitenciaria. Al final de la Misa, ese 9 de mayo, consagraremos nuestra diócesis al Sagrado Corazón de Jesús, de manos de María, Nuestra Madre de Luján. Lo hemos reflexionado durante tres años, junto con el Consejo Presbiteral, el Consejo Pastoral, y distintos organismos diocesanos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, seminaristas. Esta previsión ha de hacernos crecer en la caridad compartida, no menor es la participación en la «caridad institucionalizada de la Iglesia». Por ello nos preparamos también para la colecta de Caritas, con el lema: «Es posible. Tu solidaridad transforma. Compartir nos hace bien», que tendrá lugar el sábado 28 y el domingo 29 de mayo de este 2009. Hay hermanos nuestros que sufren, como decía Juan Pablo II en la exhortación Christifideles laici[8] “El hombre está llamado a la alegría, pero experimenta diariamente tantísimas formas de sufrimiento y de dolor”. A ese respecto, agregaba luego el citado Papa, refiriéndose al sínodo de 1987: «Ustedes, los abandonados y marginados por nuestra sociedad consumista; ustedes, enfermos, minusválidos, pobres, hambrientos, emigrantes, prófugos, prisioneros, desocupados, ancianos, niños abandonados y personas solas; ustedes, víctimas de la guerra y de toda violencia que emana de nuestra sociedad permisiva: la Iglesia participa del sufrimiento de ustedes, que conduce al Señor, el cual los asocia a su Pasión redentora y los hace vivir a la luz de su Redención. Contamos con ustedes para enseñar al mundo entero qué es el amor. Haremos todo lo posible para que encuentren el lugar al que tienen derecho en la sociedad y en la Iglesia»[9] El dolor es salvífico si nos unimos a la Pasión de Cristo. Al mismo tiempo, es verdad también que no es voluntad de Dios que sus hijos vivan situaciones sub-humanas, de cualquier orden que fuere. Por eso tenemos que poner la mente, el corazón y el hombro, para hacer cada día una sociedad más justa y más digna del ser humano. Pues, si una parte del mundo se siente extraña al cristianismo, el cristianismo no se siente extraño al mundo en absoluto, antes bien, la misión del cristianismo en medio de la humanidad es una misión de amistad, de comprensión, de ánimo, de promoción humana integral, de elevación: es decir, una misión de salvación, en camino a la salvación eterna, que ya ha llegado con la presencia del Reino. Para lo cual, tenemos que ponernos a hacer lo que Él, el Señor, nos diga, desde la fuerza de la Eucaristía, que nos adentra en el acto oblativo de Jesús; es de ese modo como nos implicamos en la dinámica de su entrega[10], dejando que desde su interior, del cual brotan ríos de agua viva (Cf Juan 7, 38) vengan a nuestro interior sus mismos ríos de agua vivificante que nos hacen renacer. De tal modo, cuando Cristo resucitado se hace presente en la vida de las personas, de nosotros concretos, como seres de carne y hueso, y nos da su Espíritu (cf. Jn 20, 22), cambiamos completamente, llegando a ser de modo pleno nosotros mismos, elevados por la Gracia. Como San Pablo, citando una vez más su caso, puesto que festejamos su Año Jubilar, puesto que llegó a ser particularmente significativo su ejemplo: la luz que lo deslumbró en el camino de Damasco hizo de él un hombre más libre de lo que había sido; libre con la libertad verdadera, la del Resucitado ante el que había caído por tierra (cf. Hch 9, 1-30). Tenemos que leer los católicos la Sagrada Escritura, meditarla, degustarla. Les recomiendo mucho el Libro de los Hechos de los Apóstoles. La experiencia que vivió Pablo le permitió escribir a los cristianos de Roma: «Libres del pecado y esclavos de Dios, fructifican ustedes para la santidad; y el fin, la vida eterna» (Rm 6, 22).

XI
MENSAJE DEL OBISPO CON MOTIVO DEL INICIO DEL AÑO SACERDOTAL CONVOCADO POR EL SANTO PADRE

Consultar: http://www.keegy.com/post/mensaje-del-obispo-con-motivo-del-inicio-del-ano-sacerdotal-convocado-por-el-santo-padre/

“La Iglesia hace la Eucaristía. La Eucaristía hace la Iglesia. Renovar y dar nuevas fuerzas a nuestro sentido eclesial será también una gracia. Más que «autorreferencia» se trata de profundizar en identidad y misión. La Eucaristía es el sacramento de la comunión cristiana; es el sacramento de la comunión, que realiza la unidad de cada uno de nosotros con Jesucristo, y, por tanto, obra el misterio de unidad entre nosotros, como comunidad participante del único Pan: “Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan”, nos dice San Pablo (1 Cor. 10,17). Como diócesis, venimos trabajando el valor de la comunión y de la misionariedad como ejes de nuestro caminar como Iglesia. Precisamente, qué don precioso sería comprender también vivencialmente que la Eucaristía es el sacramento de la comunión y de la misión, una Eucaristía celebrada y vivida, una Eucaristía que hace que nuestra vida sea transformada, en la justicia, paz y gozo en el Espíritu.
Hay situaciones muy difíciles, es cierto. E incluso, a veces, casi abrumadoras. Veamos esperanza. Si lo pedimos con confianza, el Señor nos dará una nueva primavera de la misión sacerdotal, y una nueva primavera pastoral. Como el amor es difusivo de sí mismo, será éste un Año para redescubrir la belleza y la importancia del sacerdocio y de cada sacerdote, y para rezar y trabajar sin descanso por el aumento, perseverancia y santificación de las vocaciones sacerdotales, como lo pide el Señor en el Evangelio: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (Mt. 9, 37-38). Ya hemos visto un resurgir de las vocaciones sacerdotales”.


XII
HOMILÍA EN CEREMONIA DE ORDENACIÓN SACERDOTAL


Consultar:
http://74.125.113.132/search?q=cache:UiP-LwOUzqMJ:homiliaszaratecampana.blogspot.com/2009/08/homilia-de-se-monsenor-oscar-sarlinga.html+Sarlinga+misi%C3%B3n+joven&cd=33&hl=es&ct=clnk&gl=ar

XIII
"SER DISCÍPULO ES UN DON DESTINADO A CRECER"

MENSAJE DE MONS. OSCAR D. SARLINGA A LOS CATEQUISTAS DE LA DIÓCESIS 17 de agosto de 2009

http://74.125.113.132/search?q=cache:lfz2NDUGIP0J:paginasarlinga.blogspot.com/2009/08/xmo-encuentro-diocesano-de-catequesis.html+misi%C3%B3n+diocesana+Sarlinga&cd=1&hl=es&ct=clnk&gl=ar

“Te espera aquí el apostolado como vicario parroquial, y como cooperador de la Delegación Diocesana de Pastoral de Juventud, que trabaja especialmente unida a la Delegación de las Misiones, por la «Misión Joven» con que procuramos reactualizar la nueva evangelización en el discipulado, para que nuestro pueblo tenga vida en Cristo, y la tenga en abundancia”.

Por eso, aceptando con gusto esta propuesta desde la fe, vamos a hacer una breve referencia a la catequesis en el proyecto pastoral diocesano y el trabajo de comunión orgánica con las otras pastorales (con aplicación concreta en las parroquias y colegios), y principalmente a la Catequesis e iniciación cristiana a la luz del Documento de Aparecida, el cual, de los últimos tiempos, es el Documento por excelencia de la Misión; esto es, la catequesis asumida como misión, juntos en nuestro caminar, para que nuestro pueblo, en Cristo, tenga vida. Es la razón por la que les propongo también nuestro recuerdo y renovado empeño en asumir renovadamente la misión continental, ante el «Tríptico de Aparecida» como catequistas del Pueblo de Dios. Sabemos que la Gran Misión Continental, para la cual la Conferencia Episcopal Argentina ha dejado a las distintas diócesis el «acto inicial» ha tenido su lanzamiento en la diócesis de Zárate-Campana el día 9 de mayo, con oportunidad del término de la misión en Escobar, la celebración de las Fiestas Patronales diocesanas (por el 8 de mayo, día de la Virgen de Luján) y la consagración de la diócesis al Sagrado Corazón de Jesús, en la iglesia co-catedral de la Natividad del Señor, de Belén de Escobar. Queremos ahora también profundizar sobre la misionariedad en la «catequesis» como aspecto principal, tanto desde la «dimensión misionera de toda la pastoral» como de los «gestos concretos de misión». Así queremos ver la iniciación cristiana, a la luz del Espíritu que nos impulsa a anunciar a Jesucristo, el Amor de los Amores, como Iglesia, que es su Cuerpo. Gracias por toda su dedicación, su apostolado, incluso con sacrificio. Como Pastor de ustedes, invito a todas y a todos los catequistas de la diócesis a este encuentro del día sábado 22, en el Colegio de las Hnas. de Cristo Rey, en la ciudad de Garín, para que sea un momento de alegría y paz en la fe, y de renovado espíritu de fraternidad, en apertura amorosa a lo que el Espíritu Santo nos quiera recordar, de todo lo que Jesús dijo e hizo, para nuestra misión.

XIV
SUPERAR EL ESPÍRITU CLÁNICO

Consultar: http://74.125.113.132/search?q=cache:CmjAJsqJHFoJ:www.camineo.info/news/135/ARTICLE/2774/2009-08-25.html+misi%C3%B3n+diocesana+Sarlinga&cd=30&hl=es&ct=clnk&gl=ar
El prelado hizo especialmente alusión al espíritu eclesial que debe animar a los catequistas y mencionó también que a ese espíritu eclesial se opone cierto avance de lo "clánico", que se ve en parte de la sociedad civil, pero de lo que pueden no estar exentos los católicos, si no dan lugar al espíritu de unidad por el cual Jesús oró. También pidió superar todo "espíritu clánico”, que denota, cuanto más, un "usufructuar más o menos compartido entre pocos", que abate el deseo de la misión, y por consiguiente achica, apoca el apostolado "de llamar a todos al Don del Evangelio " y de "crecer" en todas las formas de la comunión, también en la comunión de bienes. Monseñor Sarlinga relacionó además el Año Paulino Jubilar, el Año Sacerdotal y la disposición de la diócesis a afianzarse y crecer en los ejes de la “comunión” y “misionariedad”, tal como se refiere el Plan Pastoral. El prelado hizo también consideraciones sobre la Iglesia, el amor de Cristo, y la misión de los catequistas y de los agentes pastorales.

XV
LA DIÓCESIS DE ZÁRATE-CAMPANA CELEBRÓ EL IIdo. ENCUENTRO DIOCESANO DE «INFANCIA Y ADOLESCENCIA MISIONERA».

El domingo 13 de septiembre, en el Colegio «María Madre Nuestra» de Manuel Alberti (partido de Pilar)

Consultar:
http://paginasarlinga.blogspot.com/2009/09/la-diocesis-de-zarate-campana-celebro.html

El IIdo. Encuentro diocesano quiso ponerse en la huella del Plan Pastoral diocesano, siguiendo la Misión que Jesús encomendó de ser discípulos y hacer discípulos para Él, en lo cual consiste, precisamente, la raíz de los ejes principales del mencionado Plan, basado sobre la «comunión y la misionariedad». Los niños, adolescentes y animadores misioneros se reunieron el domingo 13, como un signo de animación diocesana, y con la finalidad de celebrar los 160 años de la presencia de esta Obra Pontificia en Nuestro País. Distintas actividades enriquecieron el encuentro, entre las cuales la dinámica pedagógica, que posibilitó la participación de niños y niñas de grupos parroquiales, incluso donde la IAM todavía no está institucionalizada, pero que quisieron conocer o iniciarse en dicho espíritu Misionero. Es de destacar el interés cada vez mayor en el carisma de esta Obra Pontificia de muchas parroquias, comunidades y de Instituciones Religiosas, las que han ido creciendo en van creciendo en conciencia diocesana y sentido de la misión permanente y dimensión misionera de toda la pastoral.

sábado, 19 de septiembre de 2009

CARTA PASTORAL DE MONS. OSCAR SARLINGA

«SEÑOR JESÚS, HAZNOS NACER DE NUEVO EN TU NAVIDAD;
AYÚDANOS A COMBATIR EL EGOÍSMO Y LA POBREZA EN TODAS SUS DIMENSIONES»

Queridos hermanos y hermanas,
Hijos e hijas de esta diócesis de Zárate Campana

En este último Domingo de Adviento, ya a las puertas de la cercanísima Navidad del Señor, les dirijo estas líneas que tienen como fin la meditación, el saludo, la bendición y los sinceros deseos de paz. «Nacer de nuevo»; imposible para el ser humano con sus solas fuerzas. «Nacer de nuevo»; porque nada es imposible para Dios.

«Déjame nacer de nuevo, Señor…» será un deseo profundo para este tiempo de Navidad que se avecina, y para el nuevo Año que llega a rapidísimo paso. Renacer a una vida renovada por la fe, en el Santo Espíritu, que nos ayude a ser para los demás una fuente de bendición… y a vivir nuestra vida de cada día con espíritu de renovación psíquica, física, espiritual, religiosa, moral, en todas sus dimensiones, tanto personal como comunitaria y social, y por supuesto, eclesial. Fue por la fe que Jesucristo vio en él que Simón se convirtió en «Kefa», Roca, porque, por revelación del Padre y apertura del corazón a dicha revelación, él profesó su fe en la divinidad de Jesucristo, quien lo hizo «Piedra» fundamental. «Sobre esta piedra –glosa San Agustín— edificaré la fe que has profesado. Sobre el hecho de que has dicho: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”, edificaré mi Iglesia»(1)

Ojalá, lo digo de corazón, el tiempo santo de Adviento haya implicado para nosotros, cristianos, católicos, un sano cuestionamiento acerca del sentido de la existencia y de nuestra vida cristiana, en especial acerca de la real significación de la persona de Jesucristo en nuestras vidas (2). Los exhorto a ver cada uno en su conciencia cuánto ha incidido esa pregunta existencial y espiritual, cuestión fundamental… y a pedir a Jesús, Mediador entre Dios y los hombres: «déjame renacer en tu Amor».

I
NACER DE NUEVO ES VIVIR UNA VIDA PLENA

La vida plena se da por medio de la obra del Espíritu Santo, es decir, en sentido bíblico, del «cambio de corazón», de la «conversión», la cual encamina la vida hacia Jesucristo y por consiguiente hacia el Bien y el Amor. En esto radica el núcleo de la primera predicación apostólica, el primer «kerygma»(3) , siendo el anuncio del Señorío de Jesucristo la conclusión explícita de su Misión, para cuyo cumplimiento se había humillado y obedeció: «Cristo Jesús… se despojó de sí mismo… obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó… para que toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor» (Flp 2, 6-11). La aceptación de este Mensaje encuentra un tiempo más que propicio en Navidad, pero para esto hay que abrir la mente y el espíritu, el corazón, a sus profundas exigencias humanas y espirituales. De lo contrario será una mera «festividad» (quizá llena de luces de colores, sí) pero festividad de un calendario secularizado, sin implicancias en nuestro ser concreto.

Por cierto, que, en primer lugar, «renacimiento» es el bautismo; lo es por excelencia, y su texto clásico lo encontramos en Juan 3:1-8 (4) . Pero las «obras de la carne» y la «mente carnal» (que significan el pecado que hay en el ser humano, y no «la carne en el sentido de cómo Dios nos creó») nos hacen, de uno u otro modo, morir, triste situación que significa incapacitarnos para hacer el bien y ser felices (5). Es la condición del «hombre viejo», que tiene la oportunidad de «renacer» (6).

Para ello, el anuncio de salvación, «corazón del Evangelio» necesita entrar «de nuevo», «renacer» en los seres humanos de hoy, llenos de «materiales» tantas veces ajenos al gozo evangélico. Evocando unas hermosas y concretas palabras del Papa Pablo VI, podríamos decir nosotros también que “(…) es preciso volver a despertar en el corazón de papel, de hierro y de cemento del hombre moderno el pálpito de la simpatía humana, del afecto simple, puro y generoso, de la poesía de las cosas sencillas y vivientes, del amor (….) ¿Quieren que Navidad sea buena de verdad?. Dénle su auténtico valor espiritual y reconózcanle su profunda exigencia humana. Háganla piadosa, afectuosa” (7). ¿Cómo podríamos dejar de ver aquí la necesidad de la acción del Espíritu Santo, para dicha revalorización espiritual?. Si el árbol se reconoce por su fruto, reconoceremos también la acción del Espíritu por sus frutos, como dice San Pablo: “Mas el fruto del espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23); estos frutos mueven a las virtudes que florecen en aquellos en quienes se cumple el proceso del «nuevo nacimiento». Por obra de la gracia y de nuestra cooperación humana, nos volvemos entonces justos, comprensivos, generosos, tolerantes, proclives al perdón («perdonar es divino», porque es Don de Dios para quien de verdad cree) y aprendemos así a amar al prójimo como a nosotros mismos, encontrando gozo y no tedio en las cosas espirituales (Cf. Colosenses 3:1).

Porque un vicio que acrecienta la pobreza y las estructuras de pecado (que la procrean o favorecen) es el materialismo, el cual daña al ser humano (no menos que el espiritualismo) y lo hace creerse «totalmente independiente» de la acción de Dios, creando en el corazón una especie de «atrofia espiritual». No pequeño es lo que tiene que expresar al respecto la reciente crisis financiera mundial. Ojalá nos ayude a realizar un discernimiento profundo del camino de nuestra civilización actual. Aunque a algunos pueda resultar irrelevante “(…) por eso es importante que –el hombre actual- abra la propia mente y el propio corazón a la Navidad de Cristo, acontecimiento de salvación capaz de imprimir renovada esperanza a la existencia de todo ser humano” (8).

II
COMBATIR LA POBREZA EN TODAS SUS DIMENSIONES

Existe la «pobreza» en sentido evangélico que es virtud; tiene que ver con el «tanto cuanto» de San Ignacio de Loyola. Implica interioridad y desprendimiento, generosidad y entrega, austeridad y sencillez de corazón; caridad transformadora y caridad social, solidaridad constructora. Desde esta perspectiva, la pobreza como cualidad evangélica proviene de la humildad, y en ese aspecto es lección primera y fundamental del Hijo de Dios que se hizo hombre. Esta pobreza es una «medicina» de la cual tenemos mucha necesidad en el mundo de hoy, incluso quienes la proclamamos como virtud (9).
En cambio, la pobreza como «carencia que nos hace vivir estructuras indignas y sub-humanas» (esta última expresión la utilizó el Papa Juan Pablo II en su primera visita al Brasil, en 1980), no sólo no constituye virtud alguna sino que proviene del egoísmo y de la insolidaridad, y primeramente proviene de la injusticia. No genera bien alguno sino dolor (cuando no encono), apesadumbramiento, y tantas veces violencia. Sólo el amor de Dios (y nuestra colaboración efectiva con él, también a través de la creación de estructuras justas), capaz de hermanar a los hombres de toda raza y cultura podrá hacer que desaparezcan las dolorosas divisiones, los contrastes ideológicos, que derivan tantas veces en violencia, las desigualdades económicas y toda clase de situaciones sub-humanas que no condicen con la dignidad con la que el Señor nos creó y redimió. Es el cometido de la «civilización del Amor» y de la «promoción humana integral», la cual, por ser «integral», hay que decirlo, no podría amputar al ser humano de su dimensión trascendente y espiritual.

La Justicia («que mira desde el Cielo»)(10) engendra paz y genera alegría, buena colaboración, disposición de todos para construir, mancomunidad de valores trascendentes. La discordia (dis-cordia; corazones enfrentados), desgraciadamente tan presente en el mundo de hoy, tiene, en cambio, como punto lanzamiento la división que provoca la envidia; su punto final es el acercamiento a sus propios intereses y excluyentes puntos de vista, ambas cosas causadas por causado por la vanagloria.

La discordia –dice Santo Tomás de Aquino- es más hija de la vanagloria que de la envidia, aunque puede proceder de ambas(11) . Nada insignificante es el daño que hace la «vanagloria» en el corazón humano: parece que la palabra se refiere a una «pequeña vanidad» (al estilo de «vanity fair») pero, porque encierra al ser humano en sí mismo y en la búsqueda de su propia gloria, nada escatima para lograr ese poder, aún si hiere y lacera, sea el cuerpo social, no menos que el eclesial (en su humana complexión).

Por ello, con esta visión de transformación de nuestros ambientes según el Amor de Cristo y según los valores trascendentes y plenificantes, queremos que la Navidad del Señor sea para nosotros, más que una fecha marcada en rojo en el calendario, un «signo perenne de la construcción de la civilización del Amor», razón por la cual, como decía Pablo VI, “(…) la Iglesia hace bien en celebrar a cada ciclo solar, no sólo la memoria lejana del singular e inefable acontecimiento, la Venida del Verbo viviente (…) sino que hace bien en revocar su adquirida actualidad: la tierra es desde entonces, patria de Cristo, del Hijo de Dios que se hizo hombre, y que (…) permanece siempre entre nosotros, mediante nuestra infatigable búsqueda, nuestra indefectible espera escatológica, humilde pero realmente, como en el pesebre, se quedó con nosotros y a través de nosotros (…) cuando prometió: «He aquí que Yo estoy con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28, 20)”(12).
Pongamos manos a la obra, entonces, a partir de este «renacimiento de Navidad», a eliminar toda forma de egoísmo, de explotación, de marginalización, promoviendo la Justicia y la Paz, como nos lo pide nuestro Santo Padre BENEDICTO XVI en su Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, recordando que hemos de combatir la pobreza con las armas de la Justicia y de la Paz, sin eliminar la obra de Dios de nuestra vida, de nuestra cultura, y de nuestra moral, pues, como dice el mismo Papa “(…) Cuando no se considera al hombre en su vocación integral, y no se respetan las exigencias de una verdadera ecología humana, se desencadenan también dinámicas perversas de pobreza (…)” (13).

III
CONFIANZA EN LA INTERCESIÓN DE MARÍA NUESTRA MADRE, Y BENDICIÓN

Jesús, Único Mediador, nos ha salvado. La Santísima Virgen, unida íntimamente a Cristo intercede y media por nosotros. Ella es venerada en estas tierras como «Nuestra Señora de Luján» (Patrona de la Argentina y de esta diócesis de Zárate-Campana); Ella hará que nuestra tierra dé «frutos de Paz y Amor, y de justicia social» si se lo pedimos con Fe, y si ponemos manos a la obra, efectivamente y no como pura expresión de deseos (lo cual podría manifestar, sí, un acto de «espiritualismo», contrario a la Ley de la Encarnación y sus efectos).

El Papa San Gregorio Magno se refiere así respecto de la Virgen: “A María se la llama con razón “monte lleno de frutos”, porque de ella ha nacido un fruto óptimo, es decir, un hombre nuevo. Y el profeta, contemplando su hermosura y la gloria de su fecundidad, exclama: “Brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz” (Is 11, 1). David, exultando por el fruto de este monte, dice a Dios: “Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. (…) La tierra ha dado su fruto”. Sí, la tierra ha dado su fruto, porque aquel que la Virgen engendró no lo concibió por obra de hombre, sino porque el Espíritu Santo la cubrió con su sombra. Por eso, el Señor dice al rey y profeta David: “Pondré sobre tu trono al fruto de tus entrañas” (Sal 131, 11). Por eso, Isaías afirma: “Y el fruto de la tierra será sublime” (Is 4, 2). En efecto, aquel que la Virgen engendró no fue solamente “un hombre santo”, sino también “Dios fuerte” (Is 9, 5)”(14) . Roguemos la intercesión de la Virgen Madre de la Iglesia por nosotros, por nuestras familias, por nuestra Patria, por nuestros gobernantes, por el mundo entero, en especial por quienes hoy en el mundo sufren hambre, miserias, estrecheces, lacerante dolor, violencia e inseguridad.

Mañana, lunes 22 tendremos la Santa Misa en la Basílica de Luján, los Obispos de la Argentina, en agradecimiento a Juan Pablo II y a la Santa Sede por los XXX años de la mediación que evitó la fratricida guerra con la hermana República de Chile. Asistirá a ella la Sra. Presidenta de la República, y numerosos gobernantes. Pidamos al Señor y a la Virgen la Paz, la prosperidad de la Argentina, la felicidad como Pueblo que está de pie y camina, la Justicia que anhelamos. Y dispongámonos todos a seguir «poniendo el hombro» y poner, cada uno en su vocación y elección «manos a la obra» en ésta, que es la construcción social de todos. Que prosigan los esfuerzos por una Argentina en Justicia, equidad, paz social.

Tal como reza la placa marmórea, a la entrada de la Basílica, que recuerda la visita de Juan Pablo II en 1982 (cuando el Papa no quiso dejarnos solos, en tristes circunstancias de guerra de Malvinas), hoy queremos exclamar: “No nos dejes, Madre…”.

En este Año Paulino Jubilar, en profunda comunión con el Santo Padre y con toda la Iglesia, pido sobre ustedes y sus familias, siguiendo el primer capítulo de la carta de san Pablo a los Efesios (3-10), del género de las «berakot» judías, que «el Dios Salvador» los bendiga, los guarde, los proteja, consuele y fortalezca.

Domingo 21 de Diciembre, 2008

¡FELICIDADES Y BENDICIONES PARA EL NUEVO AÑO 2009!

Con mi afecto pastoral,

+Oscar D. Sarlinga
Obispo de Zárate-Campana


[1] SAN AGUSTÍN, Sermón 295,1 (PL 38,1349).

[2] Cf. R. CANTALAMESSA, OFM, Primera predicación que, como preparación a la Navidad, pronunció en la mañana del viernes de la I semana de Adviento, ante el Santo Padre y sus colaboradores de la Curia, Ciudad del Vaticano, viernes, 2 diciembre 2005 (“El Adviento debe ser también el tiempo de las grandes preguntas que requieren una respuesta personal. ¿Quién es Jesús realmente para mí? Es la misma pregunta que Jesús dirigió a sus apóstoles. (Mt 16,15)”).

[3] El bautismo del agua es una demostración pública del proceso interior que el Espíritu Santo ya inició. Después de Pentecostés, los apóstoles recorren el mundo aclamando que «¡Jesús es el Señor!» y yendo a la vez al corazón mismo del Evangelio, proclamando «Jesús murió – Jesús resucitó»: murió «por nuestros pecados», resucitó «para nuestra justificación» (Cf. 1 Cor 15,4; Rm 4,25). Cf. también Hch 2,22-36; 3,14-19; 10,39-42.

[4] El bautismo fue el sentido más natural de la palabra «agua» en la mente de Nicodemo, y más de acuerdo con el contexto inmediato en Juan 3:5 cuando Cristo dijo, «en verdad te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.» El lavamiento es el bautismo que es obedecido por la enseñanza de la Palabra. Tito 3:5 declara, «nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.» Ananías, por su parte, le dijo a Saulo en Hechos 10:22, «Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre

[5] En esta triste situación, el ser humano está como se comprende, totalmente incapacitado para hacer el bien. “Por tanto, la mente carnal es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede; y los que viven según la carne no puede agradar a Dios” (Romanos 8:7-8).

[6] “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con el, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6:6).

[7] PABLO VI, Santa Messa Natalizia, Ciudad del Vaticano, Viernes 25 de diciembre de 1964.

[8] BENEDICTO XVI, Mensaje de Navidad, Ciudad del Vaticano, domingo, 25 diciembre de 2005). Es el mensaje de Navidad que pronunció el Santo Padre Benedicto XVI a mediodía antes de impartir la bendición «Urbi et Orbi».

[9] Cf. SAN AGUSTÍN, Sermo de Trin. 8, 5, 7; P.L. 42, 952.

[10] Cf Salmo 85. Nada escapa de la mirada de Dios, quien ve todas nuestras acciones según su Justicia y su Amor.

[11] SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., II-IIae (Secunda Secundae), q. 37, art. 2, 2.

[12] PABLO VI, Messaggio Urbi et Orbi, Solennità del Natale del Signore, Giovedì, 25 dicembre 1975.

[13] BENEDICTO XVI, Mensaje de Su Santidad para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, «Combatir la pobreza, construir la paz», 1ro. de enero de 2009, Ciudad del Vaticano, Ed. Vaticana, n.2, p. 5. La expresión «ecología humana», según la cita el Papa Benedicto, proviene de Juan Pablo II, en la Carta enc. Centesimus agnus, n. 38.

[14] SAN GREGORIO MAGNO, Exposición sobre el primer libro de los Reyes, en: Testi mariani del primo millennio, III, Roma 1990, p. 625).

miércoles, 16 de septiembre de 2009

EL MUNDO ESTÁ CANSADO DE “ANTI-AMOR”

Conferencia de monseñor Oscar Domingo Sarlinga en abril de 2005, siendo obispo titular de Uzali y auxiliar de Mercedes-Luján, con motivo de la apertura inaugural de la “Cátedra libre de Pensamiento Cristiano” de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, en la ciudad de Junín.


(29 de abril de 2005)

Ilmo. Mons. Armando Rosido, vicario episcopal

Señor Secretario Académico, Dr. Guillermo Tamarit, quien en nombre del Señor Rector preside este acto,

Alumnos de esta Universidad, Señoras, Señores


Es un motivo de gran agrado y de honor para quien les habla el inaugurar en este acto y con esta conferencia la “cátedra libre de pensamiento cristiano” de la Universidad del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, en esta ciudad de Junín, a tantos títulos querida para nosotros, y que desde nuestra perspectiva eclesial forma parte de la arquidiócesis de Mercedes-Luján.

La apertura de una Universidad en nuestro medio geográfico y social es razón de legítimo progreso y prenda de grandes beneficios en el orden de la sociedad humana. El conocimiento de la verdad, la profundización en las distintas ciencias y la capacitación en las especialidades del saber y obrar humano son cometido de la Universidad, que ha de formar como “alma mater” a los alumnos que aquí acuden para las carreras que se dictan. Y los felicito sinceramente por la apertura de esta “cátedra libre de pensamiento cristiano”, a cargo de Mons. Armando Rosido, vicario episcopal de Junín, porque será un lugar privilegiado de expresión de la visión cristiana del mundo y del hombre, a la vez que un foro de intercambio de opiniones y de profundización de los grandes temas de la civilización contemporánea.

Precisamente el tema sobre el que he venido a hablarles es de gran importancia y de gran actualidad: la Doctrina social de la Iglesia, llamada por Juan Pablo II, “el Evangelio social”, en el sentido de los valores evangélicos, que son a la vez humanos y trascendentes, y que han de encarnarse concretamente en la sociedad, transformando a ésta desde dentro, para hacerla “más humana” y “más digna del ser humano”. En su Magisterio, el Papa Benedicto XVI nos ha llamado también a vivir los valores de la paz y de una civilización digna del hombre.

He elegido para comenzar el llamado a la “nueva imaginación de la caridad”, que nos dirigiera Juan Pablo II cuando nos introdujo al tercer Milenio en su visión programática que expresó en la carta “Novo millenio ineunte”.


1. La “nueva imaginación de la caridad”

Este supremo modelo de unidad al que aspira la humanidad, en el fondo, es el reflejo de la vida íntima de Dios, Uno en tres Personas, es lo que los cristianos expresamos con la palabra “ comunión ”. Esta comunión, específicamente cristiana, celosamente custodiada, extendida y enriquecida con la ayuda del Señor, es el alma de la vocación de la Iglesia a ser “ sacramento ”, en el sentido ya indicado. Aquí tiene la comunidad eclesial un magnifico campo de realización de su misión y de hacer surgir, mediante el principio y la acción comprehensivos de la solidaridad, una civilización “digna del hombre” (1). Esta civilización tendrá que ir siendo hecha por la comunidad cristiana, con la cooperación de los hombres de buena voluntad, “a través de la reflexión y la praxis inspirada por el Evangelio” (2)

Es preciso también un redescubrimiento a nivel civil de la convicción de que el respeto de la dignidad de la persona está y debe estar en la base de toda iniciativa de construcción de la sociedad, y, recíprocamente, de que la edificación de la misma sociedad exige el respeto de los derechos de los hombres y, en íntima conexión con ello, de los derechos de los pueblos y de las naciones.

En esto, todos cuantos creemos en Dios debiéramos también “redescubrir vivencialmente” nuestro convencimiento de que el orden armonioso al que todos los pueblos aspiran ardientemente no puede realizarse solamente con los esfuerzos humanos, si bien sean indispensables; es necesaria la caridad (3). Un desarrollo solamente económico no es capaz de liberar al hombre, al contrario, lo esclaviza todavía más. Las aspiraciones del género humano, que constataba Pablo VI en su Encíclica Populorum progressio, incluyen lo económico-social como componente muy importante, por cierto, pero que de ninguna manera lo agota : “Ser liberados de la miseria, encontrar con más seguridad su subsistencia, fuera de toda opresión, al abrigo de las situaciones que ofenden su dignidad de hombres, ser más instruidos, en una palabra, hacer, conocer y tener más, para ser más, tal es la aspiración de los hombres de hoy, mientras que un gran número de entre ellos están condenados a vivir en condiciones que hacen ilusorio este legítimo deseo”(4) Lo más importante es “ser más” y ello incluye, fundamentalmente, la dimensión espiritual.

Los pueblos y los individuos aspiran a su liberación, en sentido de una vida con valores humanos, que proporcionen felicidad. La búsqueda del pleno desarrollo es el signo de su deseo de superar los múltiples obstáculos que les impiden gozar de una “ vida más humana ” (5). Por haber centrado excesivamente las aspiraciones humanas en el mundo económico-social, el mundo contemporáneo está cansado, quizá sin tanta conciencia psicológica de ello, de sus caminos de materialismo y de “anti-amor”.

La caridad, en cambio, la eterna, la que viene de Dios, será un potentísimo motor de cambio. Siempre la Iglesia ha practicado la caridad, también en su dimensión “social” (6).

Hoy, habiendo traspuesto los umbrales del tercer Milenio, se nos propone una actitud plenificante y superadora, esto es, obrar una “nueva imaginación de la caridad”, que haga efectivo un “amor social” ubicado no en un “medio equidistante” entre individualismo capitalista y socialismo –medio, que, por otra parte, sería ilusorio y reductivo del “amor social”, como si fuera una “tercera vía”– sino verdaderamente “en las antípodas del egoísmo y del individualismo, sin absolutizar la vida social” (7). Es una intepelación que, cual Pastor universal en un momento crucial de la historia de la humanidad, nos lanzó el Papa Juan Pablo II como desafío para el tercer Milenio. Efectivamente, el mencionado Papa nos pidió, con intuición profética y pastoral, una “nueva imaginación de la caridad”, cual gran interpelación (8) para la evangelización de nuestro tiempo, como un testimonio que inaugure un estilo nuevo, que reporte una “eficaz presentación a la buena nueva del Reino”. A ese “nuevo estilo” fuimos llamados en la Carta apostólica Novo Millenio ineunte, con el fin de “corroborar con la caridad de las obras, la caridad de las palabras”: “Es la hora de un nueva “imaginación de la caridad”, que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno” (9). Es hora, pues, de reconstruir en nuestra civilización un renovado “compartir –no sólo “repartir”– fraterno” en y desde la virtud de la solidaridad (10).

Que agrega, la “nueva imaginación”?. Agrega una nueva actitud, en el orden de la construcción del Reino, una nueva actitud misional, una nueva actitud en el orden social, de realización de la “caridad social” y la “caridad política”. Nueva actitud y nueva puesta en obra. Confianza renovada, evangelización renovada o “nueva evangelización”.

Implica, pues, una nueva actitud en toda la vida cristiana, en el estilo eclesial y en la programación pastoral (11). Es una “nueva actitud” a partir de la contemplación repristinada el Rostro de Cristo, en una superación del relativismo en materia ética y del secularismo, más atenuado o más radical, imperante. Implica, al mismo tiempo, una renovación profundizadora de los principios de solidaridad y subsidiariedad, los cuales han de inspirar concretamente las nuevas áreas y nuevos “areópagos” (12) La superación del secularismo implica una revalorización de la legítima autonomía de las realidades seculares y de la sana laicidad.

La “nueva imaginación” apunta a hacer más brillante el signo, ya fulgurante, del amor activo y concreto para con cada ser humano que ha sido siempre la caridad para con los más pobres (13), signo renovado, por otra parte, de la evangelización en el nuevo Milenio y que de ningún modo se confunde con la fría limosna o el asistencialismo como programa. Respuestas a nuevos desafíos de la “opción preferencial por los pobres” se dirigirán a cuestiones como las situaciones de marginación social, tales como la tóxicodependencia, la cárcel, los minusválidos, los inmigrantes marginalizados, los menores en riesgo, por no citar sino sólo algunos. En este sentido, será fundamental una recepción de parte del Estado, en leyes que acojan el voluntariado, en estos casos, sobre todo católico.

Entiendo que esta llamada apunta a una “nueva imaginación” también del punto focal de nuestro común legado civilizacional –religioso, jurídico y cultural– y de un relanzamiento nuevo de los efectos de la dignidad, extraordinaria e inalienable, de la persona humana. En esto la Iglesia discierne sus acciones a la luz de la vocación y elección que ha tenido de parte de Dios, y “(…) comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que en el ámbito de la ortodoxia” (14).

Esta llamada conlleva también la realización del ideal de un renovado modelo de unidad de la humanidad, no la del “irenismo” o la de una presunta unidad sin valores religiosos, o sin religiones, sino el modelo de los vínculos humanos y naturales, fuertes y profundos, donde se perciba a la luz de la fe un nueva nueva concepción de “unidad del género humano”, el cual debe inspirarse en última instancia en la virtud de la solidaridad, que ha de ser extendida globalmente: es la “globalización de la solidaridad trascendente”.


2. La solidaridad

Ya en la encíclica Sollicitudo rei socialis, el Papa Juan Pablo II se refería al tema de la solidaridad entre los pueblos, poniendo en guardia a las naciones más fuertes, en sentido de no acordar una prioridad absoluta a la propia seguridad, a expensas de la autonomía, de la libre decisión e incluso de la integridad territorial de naciones más débiles (15). Se trata de valorar seriamente la realidad de la “mundialización” o “globalización”, en sentido lato (16). En este sentido, la “nueva imaginación de la caridad” debe apuntar particularmente al tema de la globalización –término utilizado últimamente con frecuencia, aunque no como tema específico, por el Magisterio pontificio–(17), sin duda un “signo de los tiempos”, para producir la ansiada “globalización de la solidaridad sin marginalización”. La globalización incluye la consideración de la Iglesia como “actor global con responsabilidades globales” y la consideración de la humanidad como “una sola familia”, así como de las dimensiones globales de la cuestión social (18).

Al apuntar a una globalización en la solidaridad, el contenido de “nueva evangelización” de la “nueva imaginación de la caridad” ha de apuntar sobre todo a las desigualdades y a las exclusiones de los individuos y de los pueblos, del progreso económico y social. Este es un gran desafío actual para la Iglesia y su doctrina social, que es al mismo tiempo, “testimonio de obras”: asegurar una globalización de la solidaridad, una globalización sin marginación (19). Se puede afirmar que lo que subraya la doctrina social de la Iglesia es algo así como domar, domesticar, gestionar o gobernar los procesos de globalización, de modo que puedan efectivamente crear un proceso de desarrollo más incluyente y más equitativo (20), evitando el riesgo de la absolutización de la economía y defendiendo a ultranza la centralidad de la persona humana y de su capacidad de establecer relaciones libres y responsables. Es preciso repensar la cooperación internacional, en términos de una nueva cultura de la solidaridad. Pensada como “semilla de paz”, la cooperación no se puede reducir a la ayuda y a la asistencia, sino que debe expresar, un empeño concreto y tangible de solidaridad, de tal modo que haga a los pobres protagonistas de su desarrrollo y consienta al mayor número posible de personas el explicar, en las concretas circunstancias económicas y políticas en que viven, la creatividad típica de la persona humana, de la cual depende la riqueza de las naciones (21).

Se requiere, al mismo tiempo, una renovación de la sensibilidad cristiana frente a las necesidades y problemas que la interpelan (22). En efecto, el panorama de la pobreza puede extenderse indefinidamente, si a las antiguas añadimos las nuevas pobrezas, que afectan a menudo a ambientes y grupos no carentes de recursos económicos, pero expuestos a la desesperación del sin sentido, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a la discriminación social (23). En este sentido, se debe prestar especial atención a las “ estructuras de pecado ”, y los pecados que conducen a ellas (24), ambos cuales se oponen con igual radicalidad a la paz y al desarrollo, pues el desarrollo, según la conocida expresión de la encíclica de Pablo VI, es “ el nuevo nombre de la paz ” (25).

Cuanto se ha dicho no se podrá realizar sin la colaboración de todos, especialmente de la comunidad internacional, en el marco de una solidaridad que abarque a todos (26), empezando por los más marginados. Pero las mismas naciones en vías de desarrollo tienen el deber de practicar la solidaridad entre sí y con los países más marginados del mundo.

La “nueva imaginación de la caridad” apunta también a un desarrollo que abarque la dimensión cultural, trascendente y religiosa del hombre y de la sociedad, pues, en la medida en que no se reconoce la existencia de tales dimensiones, en la medida en que la sociedad no se orienta en función de las mismas sus objetivos y prioridades, contribuiría aún menos a la verdadera liberación. El ser humano es totalmente libre sólo cuando es él mismo, en la plenitud de sus derechos y deberes; y lo mismo cabe decir de toda la sociedad. Esa es la base del humanismo integral y solidario.

El principal obstáculo que la verdadera liberación debe vencer es el pecado y las estructuras que llevan al mismo, a medida que se multiplican y se extienden (27).Esos pecados atentan contra la libertad con la cual Cristo nos ha liberado (Cf. Gál 5, 1) y nos mueve a convertirnos en siervos de todos. Venciendo las estructuras de pecado, se acentuará el proceso del desarrollo y de la liberación, concretado en el ejercicio de la solidaridad, es decir, del amor y servicio al prójimo, particularmente a los más pobres. “ Porque donde faltan la verdad y el amor, el proceso de liberación lleva a la muerte de una libertad que habría perdido todo apoyo ” (28). De aquí se da el encaminamiento al redescubrimiento de la paz –paz para sí y paz para los demás– que ha de ser buscada no solo en la intelectualidad y en las negociaciones, sino también, y fundamentalmente, en la meditación y en la plegaria.

Una “nueva imaginación de la caridad”, que nos lleve a ver con ojos nuevos la “opción por los pobres”, evangélicamente necesaria, pues proviene de la ley de la Encarnación, dado que “todo ser humano” está incluido en Cristo y la redención que ha venido a traer, y preferencialmente aquellos que más sufren, pues revelan el rostro del Siervo Sufriente. Al mismo tiempo, una “nueva imaginación” que supere el conformismo de la asistencialidad –ciertamente necesaria en momentos urgentes- y que apunte sobre todo a crear condiciones en la sociedad civil para la promoción humana auténtica y sustentable.

En ello la evangelización actuará sobre todo como fermento y “germen de redención”, y tendrá su importancia el principio de subsidiariedad. Asimismo, una tal situación preparará las “semillas del Verbo”, que interpelaran a pueblos y gentes que no creen en Cristo (29). Mediante esta opción, se testimonia el estilo del amor de Dios, su providencia, su misericordia y, de alguna manera, se siembran todavía en la historia aquellas “semillas del Reino de Dios” que Jesús mismo dejó en su vida terrena atendiendo a cuantos recurrían a Él para toda clase de necesidades espirituales y materiales (30).

En la “nueva imaginación de la caridad” se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, resurgencia “neognóstica”, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad, ni con la lógica de la Encarnación y, en definitiva, con la misma tensión escatológica del cristianismo. Si esta última nos hace conscientes del carácter relativo de la historia, no nos exime en ningún modo del deber de construirla, pues el mensaje cristiano, no aparta los hombres de la tarea de la construcción el mundo, ni les impulsa a despreocuparse del bien de sus semejantes, sino que les obliga más a llevar a cabo esto como un deber.


3. El “humanismo integral y solidario” incentivado por la “nueva imaginación de la caridad”

Lo que está en juego es la dignidad de la persona humana, cuya defensa y promoción nos han sido confiadas por el Creador, y de las que son rigurosa y responsablemente deudores los hombres y mujeres en cada coyuntura de la historia, deudores de “el paso de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas”, lo cual implica, como hemos indicado a lo largo de este escrito, el reconocimiento de valores supremos –que han de gobernar y dirigir dicho humanismo-, y principalmente de Dios y de su acción salvadora (31). El panorama actual -como muchos ya perciben más o menos claramente-, no parece responder a esta dignidad. Cada uno está llamado a ocupar su propio lugar en esta campaña pacífica que hay que realizar con medios pacíficos para conseguir el desarrollo en la paz, para salvaguardar la misma naturaleza y el mundo que nos circunda. También la Iglesia se siente profundamente implicada en este camino, en cuyo éxito final espera (32). Los principios permanentes de la doctrina social son “cardines” de esta nueva imaginación (33)

Es preciso acentuar las medidas inspiradas en la solidaridad y en el amor preferencial por los pobres, incluyéndolos y no excluyéndolos de la sociedad (34), promoviendo para ellos soluciones concretas (35), un “humanismo del trabajo” (36). Así lo requiere el momento, así lo exige sobre todo la dignidad de la persona humana, imagen indestructible de Dios Creador, idéntica en cada uno de nosotros. La auténtica solidaridad huye ya sea del individualismo que del colectivismo, pone en auténtico valor a la familia y a las comunidades particulares, en las cuales las personas se empeñan las unas con las otras. Y se articula en los varios niveles según el principio de subsidiariedad (37).

En este empeño deben ser ejemplo y guía los hijos de la Iglesia, llamados, según el programa enunciado por el mismo Jesús en la sinagoga de Nazaret, a “ anunciar a los pobres la Buena Nueva: a proclamar la liberación de los cautivos, la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor ” (Lc 4, 18-19). Y en esto conviene subrayar una vez mas en este trabajo el papel preponderante que cabe a los laicos, hombres y mujeres. A ellos compete animar, con su compromiso cristiano, las realidades y, en ellas, procurar ser testigos y operadores de paz y de justicia, particularmente en la destinación universal de los bienes (38)

Hemos expresado ya el carácter virtuoso cristiano de la solidaridad: “La solidaridad es sin duda una virtud cristiana” (39), nos señala la Sollicitudo rei socialis. Es, por ende, un hábito operativo bueno, que perfecciona al ser humano. Y, más concretamente, se pueden vislumbrar en ella numerosos puntos de contacto con la caridad, que es signo distintivo de los discípulos de Cristo (Cf. Jn 13, 35). Había sido enunciada por León XIII como “amistad” (40) . De hecho, a la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí misma, al revestirse de las dimensiones específicamente cristianas de “gratuidad total”, perdón y reconciliación. Establecida esta “amistad”, el prójimo deviene no sólo otro ser humano, a quien se le reconoce sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo (41). Se convierte en un “hermano”. Entonces la conciencia de la paternidad común de Dios, de la hermandad de todos los hombres en Cristo, “ hijos en el Hijo ”, de la presencia y acción vivificadora del Espíritu Santo, conferirá a nuestra mirada sobre el mundo un nuevo criterio para interpretarlo.

Hemos de ver ahora a la solidaridad enfocada como “clave” y “motor” de la “nueva imaginación de la caridad”. Nos ayudará a superar el “derrotismo” que a veces se apodera de los corazones, y el temor de un erosionamiento cada vez mayor de la presencia de la Iglesia en el mundo (42)

La solidaridad es “motor” en el reconocimiento efectivo de la dignidad de los demás como personas humanas, hijos de Dios, apartando la visión puramente instrumental e instrumentadora del próximo. En efecto, el ejercicio de la solidaridad dentro de cada sociedad es válido sólo cuando sus miembros se reconocen unos a otros como personas (43)y no como meros instrumentos (44). Los que cuentan más, al disponer de una porción mayor de bienes y servicios comunes, han de sentirse responsables de los más débiles, dispuestos a compartir con ellos lo que poseen. Romper barreras, compartir en solidaridad es válido para las personas y los pueblos (45). Estos, por su parte, en la misma línea de solidaridad, no deben adoptar una actitud meramente pasiva o destructiva del tejido social y, aunque reivindicando sus legítimos derechos, han de realizar lo que les corresponde, para el bien de todos. Por su parte, los grupos intermedios no han de insistir egoísticamente en sus intereses particulares, sino que deben respetar los intereses de los demás.

Es preciso destacar que un signo positivo del mundo contemporáneo es la creciente conciencia de solidaridad de los pobres entre sí, así como también sus iniciativas de mutuo apoyo y su afirmación pública en el escenario social, no recurriendo a la violencia, sino presentando sus carencias y sus derechos frente a la ineficiencia o a las dificultades de corrupción de algunos poderes públicos. “Esta preocupación acuciante por los pobres -que, según la significativa fórmula, son “ los pobres del Señor ” (46) debe traducirse, a todos los niveles, en acciones concretas hasta alcanzar decididamente algunas reformas necesarias. Mientras más difíciles son las situaciones, más se muestra la solidaridad (47). “Hacer opción por los pobres, estar con ellos” no es para la Iglesia una actitud táctica ni revanchista o sectaria, sino de ejercicio de la caridad cristiana (48) –que supera infinitamente el asistencialismo–: Depende de cada situación local determinar las más urgentes y los modos para realizarlas; pero no conviene olvidar las exigidas por la situación de desequilibrio internacional que hemos descrito.

La Iglesia, en virtud de su compromiso evangélico, se siente llamada a estar junto a esas multitudes pobres, a discernir la justicia de sus reclamaciones y a ayudar a hacerlas realidad sin perder de vista al bien de los grupos en función del bien común” (49).

La interdependencia debe convertirse en solidaridad, fundada en el principio de que los bienes de la creación están destinados a todos (50). Y lo que la industria humana produce con la elaboración de las materias primas y con la aportación del trabajo, debe servir igualmente al bien de todos (51).

La solidaridad, por su misma naturaleza, es una realidad ética ya que conlleva una afirmación de valor sobre la humanidad. Por esta razón, sus implicaciones para la vida humana en nuestro planeta y para las relaciones internacionales son igualmente éticas (52); en efecto, nuestros lazos comunes de humanidad nos exigen vivir en armonía y promover todo aquello que es bueno para unos y para otros. Estas aplicaciones éticas constituyen la razón por las que la solidaridad es una clave básica para la paz.

La solidaridad lleva a respetar también el “principio de concordia”, que conlleva buscar con responsabilidad y sentido cristiano que los conflictos personales, empresariales, nacionales e internacionales se resuelvan a través de medios pacíficos y sin olvidar que la paz se edifica sobre la justicia (53). De tal modo, la solidaridad y el desarrollo como claves para la paz, superando “el principio de la fuerza prevaleciente sobre la razón y el derecho” (54).

A la luz de esto el desarrollo adquiere su significación plena. No se trata de mejorar determinadas situaciones o condiciones económicas. El desarrollo viene a ser, en última instancia una cuestión de paz por el hecho de que ayuda a realizar lo que es bueno para los demás y para la comunidad humana en su totalidad, en el respeto de la verdad sobre el hombre (55).

Desde años atrás el Magisterio de la Iglesia veía con preocupación el creciente alcance mundial de la cuestión social (56), que se había transformado en crisis del sentido de la justicia entre las personas y los pueblos (57). El crecimiento de la enseñanza social en el decurso de la historia ha llevado al convencimiento de que acaso en ningún sector de la actividad humana exista mayor necesidad de solidaridad social que en el área del desarrollo, porque es el que está en más estrecha relación con la antropología (58), razón por la cual siempre tenemos que hacer referencia al ser humano y advertir acerca de la posible –y deletérea- ruptura del “progreso económico” respecto del “progreso social”, y ambos dos respecto del “desarrollo humano completo e integral” (59). Dirigirse hacia un desarrollo humano y social sólo será posible cambiando desde dentro según la verdad del hombre, sobre todo los egoísticos e inveterados estilos de vida, los modelos de producción y de consumo no dirigidos al bien social, las estructuras consolidadas de poder, en la medida en que no se hallan al servicio del bien común, que rigen hoy la sociedad (60).

De esta manera, la solidaridad que proponemos es un camino hacia la paz y hacia el desarrollo y al florecimiento de todos los derechos, en todos los niveles sociales (61). En efecto, la paz del mundo es inconcebible si no se logra reconocer, por parte de los responsable, que la interdependencia exige de por sí la superación de la política de los bloques, la renuncia a toda forma de imperialismo económico, militar o político, y la transformación de la mutua desconfianza en colaboración. Este es, precisamente, el acto propio de la solidaridad entre los individuos y entre las Naciones.

Por eso la solidaridad debe cooperar en la realización de este designio divino, tanto a nivel individual, como a nivel nacional e internacional. Los “ mecanismos perversos ” y las “ estructuras de pecado ”, de que hemos hablado, sólo podrán ser vencidos mediante el ejercicio de la solidaridad humana y cristiana, a la que la Iglesia invita y que promueve incansablemente. Sólo así tantas energías positivas podrán ser dedicadas plenamente en favor del desarrollo y de la paz (62).

El desarrollo requiere sobre todo espíritu de iniciativa (63) por parte de los mismos países que lo necesitan (64). Cada uno de ellos ha de actuar según sus propias responsabilidades, sin esperarlo todo de los países más favorecidos y actuando en colaboración con los que se encuentran en la misma situación (65). El desarrollo de los pueblos comienza y encuentra su realización más adecuada en el compromiso de cada pueblo para su desarrollo, en colaboración con todos los demás.

Es importante, además, que las mismas Naciones en vías de desarrollo favorezcan la autoafirmación de cada uno de sus ciudadanos mediante el acceso a una mayor cultura y a una libre circulación de las informaciones. Todo lo que favorezca la alfabetización y la educación de base, que la profundice y complete, como proponía la Encíclica Populorum Progressio, (66) que es una contribución directa al verdadero desarrollo (67).

Es de desear, por ejemplo, que Naciones de una misma área geográfica establezcan formas de cooperación que las hagan menos dependientes de productores más poderosos; que abran sus fronteras a los productos de esa zona; que examinen la eventual complementariedad de sus productos; que se asocien para la dotación de servicios, que cada una por separado no sería capaz de proveer; que extiendan esa cooperación al sector monetario y financiero.

La interdependencia es ya una realidad en muchos de estos Países. Reconocerla, de manera que sea más activa, representa una alternativa a la excesiva dependencia de Países más ricos y poderosos, en el orden mismo del desarrollo deseado, sin oponerse a nadie, sino descubriendo y valorizando al máximo las propias responsabilidades. Los Países en vías de desarrollo de una misma área geográfica, sobre todo los comprendidos en la zona “ Sur ” pueden y deben constituir –como ya se comienza a hacer con resultados prometedores– nuevas organizaciones regionales inspiradas en criterios de igualdad, libertad y participación en el concierto de las Naciones.

La solidaridad universal requiere, como condición indispensable su autonomía y libre disponibilidad, incluso dentro de asociaciones como las indicadas. Pero, al mismo tiempo, requiere disponibilidad para aceptar los sacrificios necesarios por el bien de la comunidad mundial.

Recientemente, en el período siguiente a la publicación de la Encíclica Populorum Progressio, en algunas áreas de la Iglesia católica, particularmente en América Latina, se ha difundido un nuevo modo de afrontar los problemas de la miseria y del subdesarrollo, que hace de la liberación su categoría fundamental y su primer principio de acción. Los valores positivos, pero también las desviaciones y los peligros de desviación, unidos a esta forma de reflexión y de elaboración teológica, han sido convenientemente señalados por el Magisterio de la Iglesia (68).

Conviene añadir que la aspiración a la liberación de toda forma de esclavitud, relativa al hombre y a la sociedad, es algo noble y válido. A esto mira propiamente el desarrollo y la liberación, dada la íntima conexión existente entre estas dos realidades.

En el marco de las tristes experiencias de estos últimos años y del “panorama prevalentemente negativo del momento presente” (69), la Iglesia debe afirmar con fuerza la posibilidad de la superación de las trabas que por exceso o por defecto, se interponen al desarrollo, y la confianza en una verdadera liberación (70). Por tanto, no se justifican ni la desesperación, ni el pesimismo, ni la pasividad. Aunque con tristeza, conviene decir que, así como se puede pecar por egoísmo, por afán de ganancia exagerada y de poder, se puede faltar también -ante las urgentes necesidades de unas muchedumbres hundidas en el subdesarrollo- por temor, indecisión y, en el fondo, por cobardía (71). Asistimos a un creciente deseo colectivo -por encima de nacionalismos como sistemas cerrados y excluyentes por encima de las separaciones políticas, geográficas o ideológicas- de ayudar a los miembros menos favorecidos de la familia humana (72).

Por desgracia, abundan los ejemplos de obstáculos a la solidaridad debido a posiciones políticas e ideológicas que, en la práctica, impiden o limitan que se haga realidad la solidaridad (73). Son éstas, actitudes y políticas que ignoran o niegan la igualdad fundamental y la dignidad de la persona humana Tales iniciativas no ignoran las diferencias reales lingüísticas, raciales, religiosas, sociales y culturales: tampoco ignoran las grandes dificultades que existen para superar inveteradas divisiones e injusticias. Pero ponen en primer plano los elementos que unen, por pequeños que puedan parecer (74).

No basta con ponerse en contacto y ayudar a quienes padecen necesidad. Los hombres de buena voluntad, y especialmente los cristianos, han de tener como programa el ayudar a los más desfavorecidos a descubrir los valores que les permitan construir una nueva vida y ocupar con dignidad y justicia su puesto en la sociedad. Todos tienen derecho a aspirar y a lograr lo que es bueno y verdadero. Todos tienen derecho a elegir aquellos bienes que mejoran la vida; y la vida en la sociedad no es en modo alguno algo moralmente neutro. Las opciones sociales implican consecuencias que pueden promover o degradar el verdadero bien de la persona en la sociedad (75). Todo lo que es impedimento para la verdadera libertad va contra el desarrollo de la sociedad y de las instituciones sociales (76).

En efecto, a modo de uno de los problemas más acuciantes de los países en vías de desarrollo, podemos mencionar el persistente problema de la deuda externa de muchas naciones, drama que podría ser visto con nuevos ojos si todas las partes interesadas incluyeran, de modo responsable, estas consideraciones éticas en la valoración de los hechos y en las propuestas de solución (77). Tanta es la importancia que la Iglesia adjudica al problema en el contexto del desarrollo integral, que el Papa Juan Pablo II trató expresamente el tema de la deuda internacional con oportunidad del Gran Jubileo del Año 2000, en su Carta apostólica Novo Millenio Ineunte (78).

Cada vez resulta más claro que un mundo en paz, en el que se garantice la seguridad de los pueblos y de los Estados, convoca a una solidaridad activa en los esfuerzos en favor del desarrollo y del desarme. A todos los Estados afecta la pobreza de otros Estados (79).

Una solidaridad efectiva representa un antídoto a todo lo anterior. En efecto, si la cualidad esencial de la solidaridad es la igualdad radical entre todos los seres humanos, toda política que esté en contradicción con la dignidad fundamental y con los derechos humanos de la persona o de un grupo de personas ha de ser rechazada. Por el contrario, han de ser potenciadas las políticas y los programas que instauran relaciones abiertas y honestas entre los pueblos, que forjan alianzas justas, que unen a las naciones con honorables lazos de cooperación. Entre estas políticas, una adecuada promoción del voluntariado parece fundamental en nuestros tiempos (80). Tales iniciativas no ignoran las diferencias reales lingüísticas, raciales, religiosas, sociales y culturales: tampoco ignoran las grandes dificultades que existen para superar inveteradas divisiones e injusticias. Pero ponen en primer plano los elementos que unen, por pequeños que puedan parecer.

Este espíritu de solidaridad es un espíritu abierto al diálogo: que hunde sus raíces en la verdad y que tiene necesidad de la misma para desarrollarse. Es un espíritu que busca construir y no destruir, unir y no dividir. Dado que la solidaridad es una aspiración universal, ella puede adoptar muchas formas. Acuerdos regionales para promover el bien común y alentar negociaciones bilaterales pueden servir para hacer disminuir las tensiones.

En el campo del desarrollo, y especialmente en el desarrollo asistencial, se ofrecen programas que vienen presentados como “sin connotación de valores”, pero que en realidad son contravalores respecto a la vida. Ante programas de gobiernos o formas de ayuda que virtualmente coaccionan a comunidades o países a aceptar programas de contracepción o prácticas abortivas como precio para su crecimiento económico, hay que decir claramente y con fuerza que tales ofertas violan la solidaridad de la familia humana, porque niegan los valores de la dignidad y libertad de la persona.

La solidaridad que favorece el desarrollo integral es la que protege y defiende la legítima libertad de las personas y la justa seguridad de las naciones. Sin esta libertad y seguridad faltan las condiciones mismas para el desarrollo. No solamente los individuos, sino también las naciones deben tener la posibilidad de tomar parte en las opciones que les afectan.

Ello incluye el respeto de la fe, de la libertad religiosa; es valorar el papel de la fe para un pueblo y para los pueblos. La valoración de la subyacencia de la fe en las acciones sociales es un elemento principal, y a menudo desconocido, del desarrollo humano. La acción social, en cuanto eclesial, ha de ser ubicada en el horizonte de la fe, pues tiene una cualidad propiamente teológica (81).

Por ello, en el horizonte cristiano, la primacía de la gracia ha de ocupar el puesto primordial de toda promoción humana.


Notas:

(1) “Finalità immediata della dottrina sociale è quella di proporre i principi e i valori che possono sorreggere una società degna dell’uomo. Tra questi principi, quello della solidarietà in qualche misura comprende tutti gli altri: esso costituisce: “uno dei principi basilari della concezione cristiana dell’organizzazione sociale e politica”” (PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, op.cit., Conclusione, d. Costruire la “civiltà dell’amore”, 580, p. 317).

(2) “La trasformazione dei rapporti sociali rispondente alle esigenze del Regno di Dio non è stabilita nelle sue determinazioni concrete una volta per tutte. Si tratta, piuttosto, di un compito affidato alla comunità cristiana, che lo deve elaborare e realizzare attraverso la riflessione e la prassi ispirate dal Vangelo” (Idem, Parte prima. Capitolo primo. Il disegno di amore di Dio per l’umanità, IV Disegno di Dio e missione della Chiesa, b. Chiesa, Regno di Dio e rinnovamento dei rapporti sociali, 53, p. 28)

(3) Habla de la solidaridad. “Tale principio viene illuminato dal primato della carità “che è il segno distintivo dei discepoli di Cristo (cfr Gv 13,35)”. Gesù “ci insegna che la legge fondamentale della perfezione umana, e quindi della trasformnazione del mondo, è il nuovo comandamento della carità” (cfr Mt 22,40; Gv 15,2; Col 3,14; Gc 2,8). Il comportamento della persona è pienamente umano quando nasce dall’amore, manifesta l’amore ed è ordinato all’amore. Questa verità vale anche in ambito sociale: occorre che i cristiani ne siano testimoni profondamente convinti e sappiano mostrare, con la loro vita, come l’amore sia l’unica forza (cfr. 1 Cor 12,31-14,1) che può guidare alla perfezione personale e sociale e muovere la storia verso il bene” (Ibem, Conclusione, d. Costruire la “civiltà dell’amore”, 580, p. 317).

(4) Pablo VI, Enc. Populorum progressio…, op.cit., Premiere partie. “Pour un développement intégral de l’homme”. 1. “Les données du problème”, 6.

(5) Cf Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, op.cit., 46.

(6) “Le tradizioni di carità diffuse sul territorio soprattuto dell’Europa continentale, sostenute da ordini religiosi e monastici, come pure da altre istituzioni ed opere della beneficenza, hanno origini molto lontane nel tempo e hanno costituito progressivamente una rete di presenze capillare ancorché disorganica” (G. GREGORINI, “Le invenzioni della carità e il movimento sociale cattolico” in UNIVERSITÀ CATTOLICA DEL SACRO CUORE, Dizionario di dottrina sociale della Chiesa… op.cit., p. 836).

(7) “L’”amore sociale” si trova agli antipodi dell’egoismo e dell’individualismo: senza assolutizzare la vita sociale, come avviene nelle visione appiattite sulle letture exclusivamente sociologiche, non si può dimenticare che lo sviluppo integrale ella persona e la crescita sociale si condizionano vicendevolmente. L’egoismo, pertanto, è il più deletereio nemico di una società ordinata: la storia mostra quale devastazione dei cuori si produca quando l’uomo non è capace di riconoscere altro valore e altra realtà effettiva oltre i beni materiali, la cui ricerca ossessiva soffoca e preclude la sua capacità di donarsi” (PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, op.cit., Conclusione. Per una civiltà dell’amore, 581, p. 318).

(8) Es sobre todo interpelación a hacer de tal manera que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como “en su casa”, y no simplemente “ayudados”, pero dejándolos en su lugar, para que sigan siendo pobres, pero “asistidos”. Sería éste, afirma el Papa, un estilo de grande y eficaz presentación de la buena nueva del Reino. Sin esta forma de evangelización, llevada a cabo mediante la caridad y el testimonio de la pobreza cristiana, el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día.

(9) Juan Pablo II, Carta apost. Novo millenio ineunte, op.cit., 50.

(10) “Se la giustizia “è di per sé idonea ad “arbitrare” tra gli uomini nella reciproca ripartizione dei beni oggettivi secondo l’equa misura, l’amore invece, e soltanto l’amore (anche quell’amore benigno, che chiamiamo “misericordia”) è capace di restituire l’uomo a se stesso”” (PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, op.cit., Conclusione. Per una civiltà dell’amore. 582, p. 318)

(11) “La dottrina sociale detta i criteri fondamentali dell’azione pastorale in campo sociale: annunciare il Vangelo; confrontare il messaggio evangelico con le realtà sociali; progettare azioni finalizzate a rinnovare tali realtà, conformandole alle esigenze della morale cristiana. Una nuova evangelizzazione del sociale richiede innanzi tutto l’annuncio del Vangelo: Dio in Gesù Cristo salva ogni uomo e tutto l’uomo. Tale annuncio rivela l’uomo a se stesso e deve diventare principio di interpretazione delle raltà sociali. Nell’annuncio del Vangelo, la dimensione sociale è essenziale e ineludibile, pur non essendo l’unica” (PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, op.cit., Parte Terza. Capitolo dodicesimo, I. L’azione pastorale in ambito sociale, d. Dottrina sociale e pastorale sociale, 526, p. 289).

(12) Dos de los dos grandes principios inspiradores de la Doctrina social de la Iglesia han de iluminar las nuevas áreas de desarrollo humano. “:Nel primo caso, quattro obiettivi fondamentali sono oggetto di azione: la promozione della solidarietà di base; l’integrazione dei servizi pubblici e privati; l’anticipazione/innovazione rispetto a nuovi bisogni emergenti; il controllo e lo stimolo rispetto alle situazione politiche. A ben vedere le grandi aperture del Concilio Vaticano II, con i pontificati di Giovanni XXIII e Paolo VI, avevano favorito il radicarsi di nuove sensibilità dedite anche a progetti di cooperazione internazionale, a sostegno dei problemi dei Paesi in via di sviluppo” (G. GREGORINI, “Le invenzioni della carità e il movimento sociale cattolico”, in: Università Cattolica del Sacro Cuore, Dizionario di dottrina sociale della Chiesa… op.cit., pp. 848-849).

(13) “A partir de la comunión intraeclesial, la caridad se abre por su naturaleza al servicio universal, proyectándonos hacia la práctica de un amor activo y concreto con cada ser humano. Éste es un ámbito que caracteriza de manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral. El siglo y el milenio que comienzan tendrán que ver todavía, y es de desear que lo vean de modo palpable, a qué grado de entrega puede llegar la caridad hacia los más pobres. Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse: “ He tenido hambre y me habéis dado de comer, he tenido sed y me habéis dado que beber; fui forastero y me habéis hospedado; desnudo y me habéis vestido, enfermo y me habéis visitado, encarcelado y habéis venido a verme “ (Mt 25,35-36). Esta página no es una simple invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo. Sobre esta página, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia” (Juan Pablo II, Carta apost. Novo millenio ineunte, op.cit., 49)

(14) Juan Pablo II, Carta apost. Novo millenio ineunte, op.cit., 49.

(15) Cf Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, op.cit., 39.

(16) “Il richiamo al principio cristiano della solidarietà tra i popoli non si esaurisce però in una semplice esortazione al superamento degli egoismi nazionali, ma si accompagna molto spesso a una considerazione realistica circa le conseguenze derivanti dalla crescente interdipendenza internaczionale. Si tratta di quel medesimo fenomeno che altrov vien definito in termini di “mondializazzione” (S. COTTELLESA, voz: “Nazione”, in Università Cattolica del Sacro Cuore, Dizionario di dottrina sociale della Chiesa, op.cit., p. 453). Cf. Juan Pablo II, Enc. Centesimus annus, op.cit., 58.

(17) “Il riferimento esplicito al termine “globalizzazione”, invece, è frequente e incisivo negli interventi più recenti del Magistero, specie nei discorsi del Santo Padre, anche se al momento attuale non abbaiamo un singolo documento del Magistero pontificio, di cui il tema della globalizzazione costituisca l’argomento specifico” (D. MARTIN, voz “Globalizzazione” in Università Cattolica del Sacro Cuore, Dizionario di dottrina sociale della Chiesa… opcit., p. 344).

(18) Idem, pp. 345-347.

(19) Cf Idem, p. 346.

(20) Cf Ibidem.

(21) El mismo criterio se aplica, por analogía, en las relaciones internacionales. Las Naciones más fuertes y más dotadas deben sentirse moralmente responsables de las otras, con el fin de instaurar un verdadero sistema internacional que se base en la igualdad de todos los pueblos y en el debido respeto de sus legítimas diferencias. Los Países económicamente más débiles, o que están en el límite de la supervivencia, asistidos por los demás pueblos y por la comunidad internacional, deben ser capaces de aportar a su vez al bien común sus tesoros de humanidad y de cultura, que de otro modo se perderían para siempre.

(22) “En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan la sensibilidad cristiana. Nuestro mundo empieza el nuevo milenio cargado de las contradicciones de un crecimiento económico, cultural, tecnológico, que ofrece a pocos afortunados grandes posibilidades, dejando no sólo a millones y millones de personas al margen del progreso, sino a vivir en condiciones de vida muy por debajo del mínimo requerido por la dignidad humana. ¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se muere de hambre; quién está condenado al analfabetismo; quién carece de la asistencia médica más elemental; quién no tiene techo donde cobijarse?” (Juan Pablo II, Carta apost. Novo millenio ineunte, op. cit., 50).

(23) El cristiano, que se asoma a este panorama, debe aprender a hacer su acto de fe en Cristo interpretando el llamamiento que él dirige desde este mundo de la pobreza. Se trata de continuar una tradición de caridad que ya ha tenido muchísimas manifestaciones en los dos milenios pasados, pero que hoy quizás requiere mayor creatividad.

(24) “Ahora bien la Iglesia, cuando habla de situaciones de pecado o denuncia como pecados sociales determinadas situaciones o comportamientos colectivos de grupos sociales más o menos amplios, o hasta de enteras Naciones y bloques de Naciones, sabe y proclama que estos casos de pecado social son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales. Se trata de pecados muy personales de quien engendra, favorece o explota la iniquidad; de quien, pudiendo hacer algo por evitar, eliminar, o, al menos, limitar determinados males sociales, omite el hacerlo por pereza, miedo y encubrimiento, por complicidad solapada o por indiferencia; de quien busca refugio en la presunta imposibilidad de cambiar el mundo; y también de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, alegando supuestas razones de orden superior. Por lo tanto, las verdaderas responsabilidades son de las personas. Una situación -como una institucion, una estructura, una sociedad-no es, de suyo, sujeto de actos morales; por lo tanto, no puede ser buena o mala en sí misma “ (Juan Pablo II, Exh. Apost. Reconciliatio et poenitentia, in: AAS 77 (1985), 16, p. 217)

(25) Pablo VI, Encíc. Populorum Progressio, op.cit., 87

(26) Cf Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, op.cit., 45.

(27) Cf. Juan Pablo II, Exhort. Apost. Reconciliatio et paenitentia (2 de diciembre de 1984), 16 in: AAS 77 (1985), pp. 213-217; Cf CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre la libertad cristiana y liberación, Libertatis conscientia… op.cit., pp. 569; 571.

(28) CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre la a cristiana y liberación, Libertatis conscientia… op.cit., p. 564

(29 No debe olvidarse, ciertamente, que nadie puede ser excluido de nuestro amor, desde el momento que “con la encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada hombre “.Ateniéndonos a las indiscutibles palabras del Evangelio, en la persona de los pobres hay una presencia especial suya, que impone a la Iglesia una opción preferencial por ellos.)

(30) Cf Juan Pablo II, Carta apost. Novo millenio ineunte, op.cit., 49.

(31) Ya hemos mencionado que el Papa Pablo VI llamó al “desarrollo” como “nuevo nombre de la paz” (Cf Pablo VI, Enc. Populorum progressio, op.cit., 76-80) en la mencionada encíclica, la cual puede ser considerada una continuación de la Gaudium et spes, aunque con algunas especificaciones e incluso novedades, como lo es el concepto del “desarrollo integral” del hombre y el “desarrollo solidario” de la humanidad. Este último conlleva el dicho “pasaje” desde condiciones menos humanas a condiciones de vida más humanas, lo cual puede ser visto como un adentramiento en la “humanización” del propio ser humano. Todos estos conceptos e ideas de fuerza fueron recogidos en el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, resaltando que el paso a condiciones más humanas no queda de ninguna manera circunscripto a lo técnico-económico sino que implica la adquisición de la cultura, el respeto a la dignidad de los otros, el reconocimiento de los valores supremos, cuya fuente y término es Dios. A esto condiciona la realización de un “humanismo pleno”, ya mencionado y descripto como trascendente en la Populorum progressio (Cf Pablo VI, Enc. Populorum progressio, op.cit., 42). Para el tema de la plenitud de dicho humanismo, cuya condición es la de ser “gobernado por los valores espirituales”, véase PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE; Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, op.cit., Parte Prima. III. La dottrina sociale nel nostro tempo: cenni storici. Capitolo secondo. Missione della Chiesa e dottrina sociale, 98, p. 54: “Lo sviluppo a vantaggio di tutti risponde all’esigenza di una giustizia su scala mondiale che garantisca una pace planetaria e renda possibile la realizzazione di un “umanesimo plenario” governato dai valori spirituali”.

(32) Cf Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, op.cit., 47.

(33) “I principi permanente della dottrina sociale della Chiesa costituiscono i veri e propri cardini dell’insegnamento sociale católico: si tratta del principio della dignità della persona umana (…) del bene comune, della sussidiarietà e della solidarietà. Tali principi, espressione dell’intera verità sull’uomo conosciuta tramite la ragione e la fede, scaturiscono “dall’incontro del messaggio evangelico e delle sue esigenze, che si riassumono nel comandamento supremo dell’amore di Dio e del prossimo e nella giustizia, con i problemi derivanti dalla vita della società”. La Chiesa, nel corso della propria tradizione di fede, ha potuto dare a tali principi fondazione e configurazione sempe più acurate, enucleandoli progressivamente, nello sforzo di rispondere con coerenza alle esigenze dei tempi e ai continui sviluppi della vita sociale” (PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, op.cit., Parte prima. Capitolo quarto. I principi della dottrina sociale della Chiesa. I. Significato e unità, 160, p. 87).

(34) A este respecto, es conveniente recordar particularmente: la reforma del sistema internacional de comercio, hipotecado por el proteccionismo y el creciente bilateralismo; la reforma del sistema monetario y financiero mundial, reconocido hoy como insuficiente; la cuestión de los intercambios de tecnologías y de su uso adecuado; la necesidad de una revisión de la estructura de las Organizaciones internacionales existentes, en el marco de un orden jurídico internacional. El sistema internacional de comercio suele discriminar los productos de las industrias incipientes de los países en vías de desarrollo, mientras desalienta a los productores de materias primas. Existe, además, una cierta división internacional del trabajo por la cual los productos a bajo coste de algunos países, carentes de leyes laborales eficaces o demasiado débiles en aplicarlas, se venden en otras partes del mundo con considerables beneficios para las empresas dedicadas a este tipo de producción, que no conoce fronteras.El sistema monetario y financiero mundial se caracteriza por la excesiva fluctuación de los métodos de intercambio y de interés, en detrimento de la balanza de pagos y de la situación de endeudamiento de los países pobres (Cf PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, op.cit., Parte prima. Capitolo sesto. Il lavoro umano. III. La dignità del lavoro, c., 281-283).

(35) Por eso, siguiendo la Encíclica Populorum progressio del Papa Pablo VI, y el Magisterio posterior, en especial Sollicitudo rei socialis, crecemos en la conciencia de gravedad del momento presente y de la respectiva responsabilidad individual. Es preciso que pongamos por obra, -con el estilo personal y familiar de vida, con el uso de los bienes, con la participación como ciudadanos, con la colaboración en las decisiones económicas –incluyendo las financieras- y políticas y con la propia actuación a nivel nacional e internacional.

(36) “Risulta sempre più necessaria un’attenta considerazione della nuova situazione del lavoro nell’attuale contesto della globalizzazione, in una prospettiva che valorizzi la naturale propensione degli uomini a stabilire relazioni (…) Il fondamento ultimo di questo dinamismo è l’uomo che lavore, è sempre l’elemento soggettivo e non quello oggettivo. Anche il lavoro globalizzato trae origine, pertanto, dal fondamento antropologico dell’intrinseca dimensione relazionale del lavoro. Gli aspetti negativi della globalizzazione del lavoro non devono mortificare le possibilità che si sono aperte per tutti di dare espressione ad un umanesimo del lavoro a livello planetario, ad una solidarietà del mondo del lavoro a questo livello, affinché lavorando in un simile contesto, dilatato ed interconnesso, l’uomo capisca sempre di più la sua vocazione unitaria e solidale” (PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, op.cit., Parte prima. Capitolo sesto. Il lavoro umano.III. La dignità del lavoro, d., 322).

(37) Cf CONFERENZA EPISCOPALE ITALIANA, Catechismo degli adulti. “La verità vi farà liberi”, Cap. 28, L’impegno sociale e politico, 2 Persona e società, [1100], p. 525.

(38) “Il principio della destinazione universale dei beni invita a coltivare una visione dell’economia ispirata a valori morali che permettano di non peredere mai di vista né l’origine né la finalità di tali beni, in modo da realizzare un mondo equo e solidale” (PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, op.cit. Parte prima. Capitolo quarto. I principi della dottrina sociale della Chiesa. III. La destinazione universale dei beni, a. Origine e significato, 174, p. 94)

(39) Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, op.cit., 40.

(40) Cf E. COLOM, Chiesa e società… op.cit., p. 301.

(41) Por tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el Señor, y por él se debe estar dispuestos al sacrificio, incluso extremo: “ dar la vida por los hermanos ” (Cf. 1 Jn 3, 16). Cf Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, op.cit., 40.

(42) “Le défaitisme n’est vraiment pas justifié. Si le monde n’est pas catholique du point de vue confessionel, il est certainement imprégné en profondeur par l’Evangile. On peut même être assuré qu’invisiblement, le mystère de l’Eglise, Corps du Christ, y est plus que jamais présent et actif ” (Juan Pablo II, Entrez dans l’espérance. Avec la collaboration de Vittorio Messori, Paris, 1994, Le défi de la nouvelle évangelisation, peut-il être relevé ?, p. 178)

(43) Cf Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, op.cit., n. 39.

(44) La solidaridad nos ayuda a ver al “ otro ” -persona, pueblo o Nación-, no como un instrumento cualquiera para explotar a poco coste su capacidad de trabajo y resistencia física, abandonándolo cuando ya no sirve, sino como un “ semejante ” nuestro, una “ ayuda ” (Cf. Gén 2, 18. 20), para hacerlo partícipe, como nosotros, del banquete de la vida al que todos los hombres son igualmente invitados por Dios. De aquí la importancia de despertar la conciencia religiosa de los hombres y de los pueblos.

(45) “Occorre rompere le barriere e i monopoli che lasciano tanti popoli ai margini dello sviluppo, assicurare a tutti –individui e Nazioni- le condizioni di base che consentano di partecipare allo sviluppo. Tale obiettivo richiede sforzi programmati e responsabili da parte di tutta la comunità internazionale. Occore che le azioni più forti sappiano offrire a quelle più deboli occasioni di inserimento della vita internazionale e che quelle più deboli sappiano cogliere tali occasioni, facendo gli sforzi e i sacrifici necessari, assicurando la stabilità del quadro politico ed economico, la certezza di prospettive per il futuro, la crescita delle capacità dei propri lavoratori, la formazione di imprenditori efficienti e consapevoli delle loro responsabilità” (Juan Pablo II, Enc. Centesimus annus, op.cit., 35/4).

(46) Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, op.cit, 43.

(47) “Questo impegno di solidarietà deve viversi tanto più intensamente quanto più difficili sono le condizioni altrui” (E. COLOM, Chiesa e società… op.cit., p. 301).

(48) La enseñanza de la Iglesia viene recordando el tema de modo sistemático desde la Rerum novarum, de León XIII, cuyo contenido –según palabras de Juan Pablo II- “(…) è un eccellente testimonianza della continuità, nella Chiesa, della cosidetta “opzione preferenziale per i poveri”, opzione che ho definito come una “forma speciale di primato nell’esercizio della carità cristiana” (Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, op.cit., 42).

(49) Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, op.cit., 39.

(50) “Strettamente legato con il principio di solidarietà è il principio di destinazione universale dei beni, cui si trovano collegati sia il diritto alla proprietà privata come la sua ipoteca sociale, ai quali la “Centesimus annus” dedica un intero capitolo” (E. COLOM, Chiesa e società, op.cit., p. 301. Cf CONC. ECUM. VAT. II, Const. Past. Gaudium et spes, op.cit., 69; 71; Cf también Juan Pablo II, Enc. Centesimus annus, op.cit., 30/3.

(51) Se excluyen así la explotación, la opresión y la anulación de los demás. Tales hechos, en la presente división del mundo en bloques contrapuestos, van a confluir en el peligro de guerra y en la excesiva preocupación por la propia seguridad, frecuentemente a expensas de la autonomía, de la libre decisión y de la misma integridad territorial de las naciones más débiles. Cada una de estas realidades tiene su significado específico. Ambas son necesarias para conseguir las metas que nos proponemos.

(52) Cf PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, op.cit., Parte prima. Capitolo terzo. La persona umana e i suoi diritti. IV. I diritti umani, d. Diritti dei popoli e delle Nazioni, 157: “L’assetto internazionale richiede un equilibrio tra particolarità ed universalità, alla cui realizazzione sono chiamate tutte le Nazioni, per le quali il primo dovere è quello di vivere in atteggiamento di pace, di rispetto e di solidarietà con le altre Nazioni”

(53) “La Chiesa sa bene che nella storia i conflitti di interessi tra diversi gruppi sociali insorgono inevitabilmente e che di fronte ad essi il cristiano deve spesso prender posizione con decisione e coerenza” (Juan Pablo II, enc. Centesimus annus, 14/1).

(54) Cf Juan Pablo II, Enc. Centesimus annus, op.cit., 14/2.

(55) “Conviene ancora sottolineare che il bene comune, la dignità della persona e i diriti umani, si potranno raggiungere unicamente quando si rispetti l’intera verità sull’uomo, verità che necessariamente possiede una valenza teocentrica: soltanto nella Parola di Dio e alla luce del Verbo siamo in grado di capire l’uomo nella sua integrità, e dunque anche nella sue dimensione sociale; quest’ultima deve fondarsi sur principio della soggettività, da cui derivano altri principi e diritti (…): la libertà religiosa intimamente collegata con la ricerca de la verità, la sussidiarietà, l’iniziativa economica e la partecipazione, la solidarietà specialmente con i più deboli, la destinazione universale dei beni, la promozione della pace e della concordia” (E. COLOM, Chiesa e società… op. cit., p. 303).

(56) Cf Pablo VI, Enc. Populorum progressio, op.cit., 3.

(57) Como lo hemos apuntado en distintas ocasiones, no basta la asistencia –y menos el asistencialismo– para crear una auténtica cultura de la solidaridad, la cual ha de poseer elementos de estabilidad y sustentabilidad, y, sobre todo, ha de tener como principal objetivo la promoción de la justicia. No se trata sólo de dar lo superfluo a quien está necesitado, sino de ayudar a pueblos enteros –que están excluidos o marginados– a que entren en el círculo del desarrollo económico y humano.

(58) “L’insegnamento sociale cristiano sottolinea come il modo di impostare l’attività sociale sia intimamente collegato con l’antropologia, ossia con la visione che si ha della persona umana; donde la necessità di tracciare un’immagine autentica dell’uomo, in modo che si possano così impostare correttamente i programmi sociali –politici, culturali, lavorativi…” (E. COLOM, Chiesa e società… op cit., p. 302).

(59) Cf Pablo VI, Enc. Populorum progressio, op.cit., 35.

(60) Cf Juan Pablo II, Enc. Centesimus annus, op.cit, 58.

(61) “Questi principi devono avere un loro concreto riflesso nell’organizzazione di ogni società: a livello personale, imprenditoriale, sindacale, associativo, nazionale e internazionale, perché sia veramente una società a servizio dell’uomo” (E. COLOM, Chiesa e società… op.cit., p. 303).

(62) Las instituciones y las Organizaciones existentes han actuado bien en favor de los pueblos. Sin embargo, la humanidad, enfrentada a una etapa nueva y más difícil de su auténtico desarrollo, necesita hoy un grado superior de ordenamiento internacional, al servicio de las sociedades, de las económicas y de las culturas del mundo entero.

(63) Cf Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, op.cit., 44.

(64) Pablo VI, Enc. Populorum Progressio, 55: l.c., p. 284: “(...). es precisamente a estos hombres y mujeres a quienes hay que ayudar, a quienes hay que convencer que realicen ellos mismos su propio desarrollo y que adquieran progresivamente los medios para ello “; Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, op.cit., 86.

(65) Cada uno debe descubrir y aprovechar lo mejor posible el espacio de su propia libertad. Cada uno debería llegar a ser capaz de iniciativas que respondan a las propias exigencias de la sociedad. Cada uno debería darse cuenta también de las necesidades reales, así, como de los derechos y deberes a que tienen que hacer frente.

(66) Pablo VI, Enc. Populorum progressio, op.cit., 35.

(67) Para caminar en esta dirección, las mismas naciones han de individuar sus prioridades y detectar bien las propias necesidades según las particulares condiciones de su población, de su ambiente geográfico y de sus tradiciones culturales. Algunas Naciones deberán incrementar la producción alimentaria para tener siempre a su disposición lo necesario para la nutrición y la vida. En el mundo contemporáneo,-en el que el hambre causa tantas víctimas, especialmente entre los niños- existen algunas Naciones particularmente no desarrolladas que han conseguido el objetivo de la autosuficiencia alimentaria y que se han convertido en exportadoras de alimentos.

(68) Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre los aspectos de la Teología de la Liberación, Libertatis nuntius, (6 de agosto de 1984), Introducción in: AAS 76 (1984), pp. 876 s

(69) Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, op.cit., 47.

(70) Confianza y posibilidad fundadas, en última instancia, en la conciencia que la Iglesia tiene de la promesa divina, en virtud de la cual la historia presente no está cerrada en sí misma sino abierta al Reino de Dios.

(71) Todos estamos llamados, más aún obligados, a afrontar este tremendo desafío de la última década del segundo milenio. Y ello, porque unos peligros ineludibles nos amenazan a todos: una crisis económica mundial, una guerra sin fronteras, sin vencedores ni vencidos. Ante semejante amenaza, la distinción entre personas y Países ricos, entre personas y Países pobres, contará poco, salvo por la mayor responsabilidad de los que tienen más y pueden más.

(72) El espíritu humano contiene en sí la posibilidad de responder con gran generosidad a los sufrimientos del prójimo. A esto ayuda notablemente la “mancomunidad axiológica” en el sentido en que la hemos presentado. En esta respuesta podemos descubrir una creciente puesta en práctica de la “solidaridad social” que, de palabra y de hecho, proclama que todos somos una sola cosa, que debemos reconocernos como tales y que esto es un elemento esencial para el bien común de los individuos y de las naciones.

(73) Son numerosas en nuestro mundo contemporáneo las situaciones que impiden o dificultan la “solidaridad social”. Entre ellas, una tendencia que ha sido creciente en los últimos años puede mencionarse en concreto: la xenofobia, que hace que determinadas naciones se cierren en sí mismas o que determinados gobiernos instauren leyes discriminatorias contra grupos humanos dentro del mismo país. La mencionada xenofobia empeora aun mas cuando a su concepto se auna el “odio religioso”, o, mejor llamado, el “odio por razones aparentemente religiosas”, las divisiones y conflictos –muchas veces creados por intereses políticos- por razón de la “índole religiosa”. Juntamente a la anterior, la situación del cierre arbitrario e injustificado de fronteras, origina que muchas personas se vean privadas, en la práctica, de la posibilidad de moverse y de mejorar su suerte, o de poder reunirse con sus seres queridos y, como es natural, halla su raíz principalmente en ideologías cerradas y en nacionalismos cimentados en aquéllas. Otro mal, que en los últimos años ha ocasionado inmensos sufrimientos a muchas personas y tanta destrucción a la sociedad, es el terrorismo. Temido a escala mundial, y propiciado por organizaciones que escapan al control de los gobiernos y de los Estados, ha logrado trasmutar malamente la faz del mundo, en cuanto a las trasportaciones, los viajes, la economía y la actitud política de los Estados para con los extranjeros. (Acerca del terrorismo, reputado “una de las formas más brutales de la violencia que hoy estremece a la comunidad internacional, sembrando odio, muerte y deseos de venganza”, consúltese PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, op.cit., Parte Terza. Capitolo undicesimo. III Il falllimento della pace: la guerra, f-. La condanna del terrorismo, 513, p. 280).

(74) Acuerdos regionales para promover el bien común y alentar negociaciones bilaterales pueden servir para hacer disminuir las tensiones. El intercambio de tecnologías y de información para prevenir desastres, o para mejorar la calidad de vida en un área determinada, contribuirá a la solidaridad y facilitará medidas a un más amplio nivel.

(75) En los distintos proyectos de los organismos internacionales para el campo del desarrollo, y especialmente en el desarrollo asistencial, se ofrecen programas que vienen presentados como “sin connotación de valores”, pero que en realidad configuran “contravalores” respecto a la vida. Ante programas de gobiernos o formas de ayuda que virtualmente coaccionan a comunidades o países a aceptar programas de contracepción o prácticas abortivas como precio para su crecimiento económico, hay que decir claramente y con fuerza que tales ofertas violan la solidaridad de la familia humana, porque niegan los valores de la dignidad y libertad de la persona.

(76) Explotación, amenazas, sumisión forzada, negación de oportunidades por parte de un sector de la sociedad respecto a otro, son cosas inaceptables que contradicen la noción misma de solidaridad humana. Tales actividades, ya sea en el seno de una sociedad o entre naciones, pueden por desgracia parecer, por algún tiempo, un éxito. Sin embargo, cuanto más se prolonguen dichas condiciones, tanto más vienen a ser causa de ulteriores represiones y de creciente violencia. Las semillas de la destrucción han sido sembradas en la injusticia institucionalizada. Negar los medios para el pleno desarrollo de un sector de una sociedad o nación determinada, sólo puede conducir a la inseguridad y a la agitación social, además de que fomenta el odio, la división y destruye toda esperanza de paz.

(77) Muchos aspectos de este problema -como el proteccionismo, los precios de las materias primas, las prioridades en las inversiones, el respeto de las obligaciones contraídas, así como el tener en cuenta la situación interna de las naciones en deuda- se beneficiarían de la búsqueda solidaria de aquellas soluciones que promueven un desarrollo estable.En relación a la ciencia y a la tecnología, surgen nuevas y marcadas divisiones entre quienes disponen de tecnología y quienes no. Tales desigualdades no promueven la paz y el desarrollo armónico, sino que hacen perdurar situaciones de desigualdad ya existentes. Si las personas son el sujeto del desarrollo y su meta, es un imperativo ético de solidaridad la participación más amplia de las naciones menos avanzadas en las aplicaciones de la tecnología, así como el rechazo a hacer de tales países áreas de ensayo para experimentos dudosos o lugares de depósito de determinados productos. En este campo, están siendo llevados a cabo grandes esfuerzos por parte de Organismos Internacionales y de algunos Estados, lo cual representa una importante contribución para la paz. Aportaciones recientes sobre las relaciones entre desarme y desarrollo -dos de los problemas más cruciales con que se enfrenta el mundo de hoy-representan serias amenazas para la paz del mundo.

(78) Cf Juan Pablo II, Carta apost. Novo Millenio ineunte, op.cit.,14.

(79) Todos los Estados sufren las consecuencias de la falta de resultados positivos en las negociaciones para el desarme. No podemos tampoco olvidar las así llamadas “guerras locales”, que pagan costosos tributos en vidas humanas. Todos los Estados tienen responsabilidad en la paz del mundo y esta paz no podrá ser asegurada mientras la seguridad basada en las armas no sea reemplazada gradualmente por la seguridad basada en la solidaridad de la familia humana.

(80) “Molte esperienze del volontariato costituiscono un ulteriore esempio di grande valore, che spinge a considerare la società civile come luogo ove è sempre possibile la ricomposizione di un’etica pubblica centrata sulla solidarietà, sulla collaborazione concreta, sul dialogo fraterno. Alle potenzialità che così si manifestano tutti sono chiamati a guardare con fiducia e a prestare la propria opera personale per il bene della comunità in generale e, in particolare, per quello dei puù deboli e dei più bisognosi. È anche così che si afferma il principio della “soggettività della società”” (PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, op.cit., Parte Seconda. IV Il sistema della democrazia. c. L’applicazione del principio di sussidiarietà, 420, pp. 228-229).

(81) Cf S. LANZA, “La dottrina sociale nella vita della comunità cristiana”, (a cura del Pontificio istituto pastorale Redemptor hominis della Pontificia Università Lateranense) in UNIVERSITÀ CATTOLICA DEL SACRO CUORE, Dizionario di dottrina sociale della Chiesa... op.cit., p. 869.


Mons. Oscar Domingo Sarlinga, obispo auxiliar de Mercedes-Luján