Artículo tomado de: http://www.news.va/es/news/
2013-12-25 Radio Vaticana
(RV).-
(Audio de la crónica radial y video) La noche del martes en una
Basílica de San Pedro repleta de fieles, el Papa Francisco celebró la
primera misa de gallo de su pontificado. El Obispo de Roma empezó su
homilía citando la profecía de Isaías «El pueblo que caminaba en
tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1): conmovedora, especialmente en
esta Noche de Navidad. Nos conmueve, observó el Papa, porque dice la
realidad de lo que somos: un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y
también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche,
cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el
acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino
ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este
misterio: misterio de caminar y de ver.
El
Pontífice reflexionó asimismo sobre nuestra identidad como creyentes,
que es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña
siempre esta historia. También en nuestra historia personal se alternan
momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a
los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra,
si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés,
entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera.
La
gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen,
Dios y hombre verdadero, reflexionó Francisco, notando además que Él ha
venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido
para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la
gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho
carne. Los pastores fueron los primeros que vieron esta “tienda”, que
recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros
porque eran de los últimos, de los marginados. Y fueron los primeros
porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. Que en esta
Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto
que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras
tinieblas.
“No
teman”, repitió Francisco a todos. “Nuestro Padre tiene paciencia con
nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra
prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra paz”.
(RC-RV)
Texto completo de la homilía del Papa Francisco
«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1).
Esta
profecía de Isaías no deja de conmovernos, especialmente cuando la
escuchamos en la Liturgia de la Noche de Navidad. No se trata sólo de
algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo
que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también
dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el
espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento
que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran
luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de
caminar y de ver. Caminar. Este verbo nos hace pensar en el curso de la
historia, en el largo camino de la historia de la salvación,
comenzando por Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien el Señor llamó
un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que Él le indicaría.
Desde entonces, nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos
hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia. Él
permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. «Dios es luz sin
tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se
alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad,
de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de pueblo
errante.
También
en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros,
luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la
luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la
mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos
rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el
apóstol San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no
sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Jn 2,11).
2. En esta noche, como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del
Apóstol: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para
todos los hombres» (Tt 2,11).
La
gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen,
Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido
nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la
luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del
Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de
sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por
fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha
puesto su tienda entre nosotros. 3. Los pastores fueron los primeros
que vieron esta “tienda”, que recibieron el anuncio del nacimiento de
Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los
marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche,
guardando su rebaño. Con ellos nos quedamos ante el Niño, nos quedamos
en silencio. Con ellos damos gracias al Señor por habernos dado a
Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos su
fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de
tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has hecho pequeño; eres
rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has hecho débil.
Que
en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos
ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para
nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más: “No teman” (Lc
2,10). Y también yo les repito: No teman. Nuestro Padre tiene paciencia
con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la
tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra
paz. Amén.
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