10/11/2013
Bergoglio con el rabino Di SegniEl Papa recibió a una delegación de la comunidad judía en ocasión del 70 aniversario de la deportación de los judíos de Roma. El rabino de Roma Di Segni elogia el compromiso por Lampedusa
ANDREA TORNIELLI
Ciudad del Vaticano
Ciudad del Vaticano
Bergoglio con el rabino Di Segni |
«¡Es una contradicción que un cristiano
sea antisemita! Un poco sus raíces son judías. Un cristiano no puede ser
antisemita. ¡El antisemitismo debe ser alejado del corazón y de la vida
de cada hombre y de cada mujer!». Lo dijo esta mañana el Papa al
recibir a una delegación de la comunidad judía de Roma, en ocasión del
70 aniversario de la deportación de los judíos de la capital italiana.
El Papa recordó que la historia de la
convivencia entre la comunidad judía y cristiana estuvo marcada a menudo
«por incomprensiones y también por auténticas injusticias. Pero es una
historia que, con la ayuda de Dios, ha conocido desde hace muchas
décadas el desarrollo de relaciones amigables y fraternas».
A este cambio de mentalidad «ha
contribuido, por parte católica, la reflexión del Concilio Vaticano II,
pero un aporto no menor ha venido de la vida y de la acción de ambas
partes, de hombres sabios y generosos», capaces de emprendeer con
valentía «nuevos senderos de encuentro y de diálogo».
«Paradójicamente –añadió Bergoglio– la
tragedia común de la guerra nos ha enseñado acaminar juntos. Dentro de
pocos días recordaremos el 70 aniversario de la deportación de los
judíos de Roma». Una ocasión, recordó el Papa, para recordar y rezar por
las víctimas y sus familias. «También será la ocasión para mantener
siempre alerta nuestra atención, para que no vuelvan a la vida, bajo
ningún pretexto, formas de intolerancia y de antisemitismo, ni en Roma
ni en el resto del mundo. Lo he dicho otras veces y quisiera repetirlo
ahora: es una contradicción que un cristiano sea antisemita. Un poco sus
raíces son judías. ¡Un cristiano no puede ser antisemita!».
Francisco quiso recordar la acción y la
ayuda a los judíos que promovieron los cristianos y los hombres de la
Iglesia con el beneplácito de Pío XII. Además volvió a evocar que «en la
hora de las tinieblas, la comunidad cristiana de esta ciudad supo
tender la mano al hermano en dificultad. Sabemos que muchos institutos
religiosos, monasterios y las mismas basílicas papales, interpretando la
voluntad del Papa, abrieron sus puertas para una fraterna acogida, y
que muchos cristianos comunes ofrecieron la ayuda que podían dar, por
pequeña o grande que fuera».
La mayor parte de estos cristianos, dijo
Bergoglio, «no estaban al corriente de la necesidad de actualizar la
comprensión cristiana del judaísmo», pero «tuvieron la valentía de hacer
lo que en ese momento era justo: proteger al hermano, que estaba en
peligro». Un aspecto que quiso subrayar el Papa, convencido de que «el
pueblo de Dios tiene olfato propio e intuye el sendero que Dios le pide
que recorra». «Sin esto, sin una verdadera y concreta cultura del
encuentro que lleva a relaciones auténticas, sin prejuicios ni
sospechas, serviría muy poco el compromiso a nivel intelectual».
Para concluir, Francisco recordó muchas
de las cosas que tienen en común cristianos y judíos, como el
«testimonio a la verdad de los diez mandamientos, al Decálogo, como
sólido fundamento y fuente de vida incluso para nuestra sociedad, tan
desorientada por un pluralismo extremo en las decisiones y en la
orientación».
El Papa entregó a la comunidad un mensaje
para recordar los hechos de hace 70 años, con un llamado «a las nuevas
generaciones a no “aplanar” la propia existencia, a no dejarse llevar
por ideologías, a no justificar nunca el mal que encontramos, a no bajar
la guardia en contra del antisemitismo y en contra del racismo,
provenga de donde provenga».
En su saludo al Papa, el rabino de Roma
Riccardo Di Segni recordó la historia bíblica de Noé y del diluvio
universal. Dijo que «hay algo que nos atormenta hoy en esa narración, en
la que, de toda la humanidad, sobrevive solo una familia encerrada en
una barca, mientras el resto es destruido por el diluvio». «En estos
días –prosiguió–, asistimos paradójicamente a lo contrario: a los que
mueren dentro de una barca mientras alrededor sobrevive una humanidad
impotente y, en parte, indiferente». «Nuestra historia y nuestra fe se
revelan a todo esto –añadió el rabino de Roma–; y usted ha demostrado
con la fuerza de su presencia que comparte esta rebelión y que tenemos
valores comunes para transmitirlos a la humanidad».
«Fue un encuentro positivo –indicó a
Vatican Insider Di Segni–, encontramos mucha disponibilidad al diálogo y
una actitud propositiva. En el encuentro privado y luego en el
encuentro público hablamos de exégesis bíblica, de historia y de
solidaridad».
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