sábado, 21 de abril de 2012

Comienza a prepararse la colecta nacional de Caritas y sus referentes de reúnen en el Obispado de Zárate-Campana

La Caritas diocesana ha convocado a los referentes de las distintas parroquias para la promoción y realización de la colecta nacional de Caritas en la diócesis.
El encuentro tendrá como objetivo, ofrecer herramientas de comunicación y organizar en tres etapas (antes, durante y después) las actividades que llevarán a la Colecta más allá del templo y en todas las parroquias.

Nuestro Obispo Monseñor Oscar Sarlinga, nos acompañará con una reflexión que nos animará a trabajar en esta colecta como anuncio de esperanza, de justicia y solidaridad.

A través de la colecta, salimos al encuentro de todos para establecer un diálogo mas profundo con los distintos actores de la sociedad y también continuar con el acompañamiento de los proyectos diocesanos y parroquiales que venimos sosteniendo gracias al aporte y esfuerzo de todos.

Cada colecta despierta también, a trabajar con otras organizaciones, a reflexionar y a buscar soluciones a los problemas de educación, vivienda y salud entre otros, que sufren las familias de nuestros barrios.

viernes, 6 de abril de 2012

Con la imagen de la Mano del Omnipotente, de la Basílica de San Clemente, en Roma, el Obispo transmite su Mensaje de Pascua


La Mano dell'Onnipotente. Mosaico Absidiale, sec. XIII Basilica San Clemente
Queridos hermanos y hermanas. Feliz y Santa Pascua del Señor Jesús.

La diestra del Señor es poderosa

Los invito, en este santísimo día, a renovar nuestra fe y nuestra esperanza, y a clamar con la “casa de Israel” que la misericordia de Dios es eterna, pues: /... "la diestra del Señor es poderosa,la diestra del Señor es excelsa,la diestra del Señor es poderosa". (Sal 117 [118],1-2.16).Hoy, en este bendecido día, admiramos cómo la Mano del Señor levantó a Jesús (Cf Hch 13:29-343) y levanta a todos los que fundan su esperanza en la misericordia divina. Nos admiramos de los mirabilia de Pascua, cosas admirables, de Dios,ya preparadas por Él en los misterios de la Encarnación y del nacimiento virginal[1].
Vano sería buscar a Jesús entre los muertos, pues él es Dios de vivientes y no de muertos (Cf Mt 20,38), pues Cristo y el Padre “son uno” (en el sentido de Jn 10:30) y porque el mismo Jesús dio su vida sin que se la quitara nadie (Cf Jn 10:17-18: 17) conforme al designio del Padre, quien al alba de la noche de la vigilia develó la fuerza de su brazo, de su diestra[2]. Inútil buscar en el sepulcro (Cf Lc 24,5-6): Cristo es el Presente, el Emmanuel, y lo es para quienes lo buscan con sincero corazón.
Él nos amó primero, y después de haber amado a “los suyos” que estaban en el mundo, a los que “amó hasta el fin” (Cf  Jn 13,1),el ápice sacrificial despuntó visiblemente “en el día que hizo el Señor” (Cf Sal 117 [118], 24), cuando cobró pleno sentido la prefigura del paso de Israel por el Mar Rojo y el signo de las aguas embravecidas que se tragaron a las fuerzas del Faraón, lo cual representaba la opresión del pecado y la invadente tristeza causada por la obstinada maldad y el miedo infligido. El miedo, en cuanto a él, rodó fuera de modo definitivo con la piedra que cubría el sepulcro (Cf Mc 16, 3-8). Así “surgió”, “pasó” triunfante el Señor, vencedor de la muerte y del pecado.
La conmovedora figura pascual, cuando Israel salió de Egipto nos prefigura con potencia la visión de la Mano poderosa de Dios, que salvó a los primogénitos de Israel (Cf Ex 12:27), que diezmó a los egipcios, y salvó las gentes y las casas de los suyos (Cf Ex 12.2-27) en la medianoche del catorce al quince de Nisán. La vara de Moisés actuó, y Dios envió a su pueblo la columna de nube, la cual devenía tanto luz como obscuridad. En efecto, iluminaba al pueblo del Señor, pero llenaba de obscuridad a los perseguidores, quienes se obstinaron. El mar los tragó. El pueblo del Señor lo vio, y creyó (Cf Ex. 14:31).
Ante tal paradigma, consideremos que la Pascua cristiana es el “Paso” por excelencia,gran acontecimiento, pues Jesús:“(...) ha resucitado, no está aquí” (Mc 16, 6) y esto fue hecho por Mano divina, en la historia de los hombres, pero a la vez de modo enteramente meta-histórico, trascendente, victorioso, fuera de lo mítico:“(…) no es un mito ni un sueño, no es una visión ni una utopía, no es una fábula, sino un acontecimiento único e irrepetible: Jesús de Nazaret, hijo de María, que al atardecer del Viernes fue descendido de la cruz y sepultado, ha dejado victorioso la tumba" nos explicaba el Papa Benedicto XVI[3].
Acontecimiento único e irrepetible que lo es puessigue al “ser” divino; fue hecho por El que es, para El que  dijo: “Yo soy el Alfa y la Omega (…) El que es, el que era y el que viene, el Omnipotente” (Cf Ap 1,8). Considerando esto, en cierto sentido, del último libro del “canon” de la Sagrada Escritura nos viene un principio vital y moviente de la nueva evangelización.

Caminar en una vida nueva

Los grandes Testigos, como San Pablo, nos dicen que Jesús resucitó de entre los muertos por medio de la “gloria” del Padre, para que así también nosotros podamos “(…) caminar en una vida nueva” (Rm 6,4). El hombre nuevo camina en una vida nueva.
En ese caminar, Jesús nos precede para liberarnos de toda esclavitud, del miedo y del sinsentido, y encolumnar su luz en nuestra vida, cual renovada y recreada columna de nube en el Pésaj: nos precede en Galilea (Cf Mc 16,6s), nos da Él “antes” el don de la fe para salvación nuestra y de todos aquellos de la familia humana que  acepten  el Don (Cf Hch. 16,30s) del día pascual.
Cercanos al comienzo del “Año de la Fe” pedimos que en su precedencia, el Señor aumente nuestra fe como lo hizo en sus primeros testimonios acerca del sepulcro vacío(Cf. Mt 28,1; Mc 16,2; Jn 20,1) yen sus primeras apariciones históricas a los apóstoles y discípulos(Cf. Lc 24,34-36; Jn 20,19).

Reengendrados en la libertad por una esperanza viva

Hombre nuevo y pueblo nuevo son reengendrados. El Pueblo de Dios es todo él «reengendrado a una viva esperanza por la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos» (1P 1, 3). Animados por la respuesta libre de Jesús, la de entregarse (“Tengo el poder de entregar mi vida…”:Jn 10, 18c) hemos de vivir nosotros también con plena libertad, esa libertad que es el “(…) don de uno mismo en el servicio a Dios y a los hermanos”[4].
Los invito también hoy a ser agradecidos, porque todo lo debemos al Amor de Aquél que nos ama (Cf Ap 1,5), nos unge en su Iglesia, con la libertad de la fe en Cristo resucitado. Su gracia produce en nosotros, si le damos acogida, una transformación verdadera, esto es, los frutos nuevos en nuestra vida, los cuales anhelo para todos ustedes en esta Pascua.
Un espléndido fruto nuevo de metánoiapascual sería el osar, el “atreverse a amar” con mayor fuerza a los hermanos, tal como aparece a modo de clave comprehensivaen la carta del Apóstol Pedro: «Fraternitatem diligite», quieran ser hermanos, sean como hermanos (Cf 1 Petr. 2, 17). ¿Ideal a seguir?. Lo es, aunque no a modo demero ideario ético ni de idealismo filosófico o filantrópico. Más bien adquiere realismo por vía de animación espiritual, porque desea fraternidad quien está animado por la llama del Espíritu Santo (incluso cuando quien, sin culpa de su parte, no lo sabe). A esa fraternidad, tan anhelada, tan proclamada puede colaborar a efectuarla quien deja entrar en su vida la infinita «novedad» pascual. Es el aporte humilde y sincero que podemos ofrecer al mundo de hoy, donde tantas heridas se ven. Sin creernos más, sino como servidores.
Pascua es también suprema Justicia, desde Dios. Anhelamos justicia, es necesaria. La meramente humana, sin embargo, nos deja insatisfechos. La Justicia „que mira desde el Cielo” (Cf Sal.85) es infinitamente superior a cualquiera otra, en especial a lavindicación. En aras de la anhelada fraternidad misericordiosa, el renovado „mirar” de nuestra parte, más bien con la Justicia del Cielo, a los hermanos, constituirá un gran signo de reconciliación y de fraterna „mano extendida” aunque para ello tengamos que „morir” no pocoa nosotros mismos (admiramos a los mártires, pero ¿aceptamos „morir” incluso en este sentido?.). Morir para vivir,constituirá también el asumir el „camino nuevo” sentido existencial-martirial-virtuoso verdadero.
La Pascua nos ofrece renovadas fuerzas para colaborar con Jesús nuestro Hermano a construir familia, comunidad, sociedad, civilización del Amor, con su Gracia, „(...) con los ácimos de la pureza y la verdad” (Cf 1 Cor 5, 8).
Nos acompañela Virgen Madre de Dios, en este camino nuevo.a modo de una luminosa Columna de nube; María, la que padeció junto a la Cruz pascual, la que vio al Resucitado, Levantado por la Mano paterna, glorioso en su Pascua; María, la que reina junto a su Hijo por la eternidad, la Madre de la Iglesia.



[1]Cf. San Gregorio Magno, Hom. 26 in Ev.
[2]Cf JUAN PABLO II, Homilía de Su Santidad en la Santa Misa Crismal, Jueves Santo, Basílica de San Pedro, 8 de abril de 1982.
[3]Benedicto XVI, Mensaje pascual desde la balconada de la Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano, Domingo 12 de abril de 2009.
[4]Juan Pablo II, Enc. Veritatissplendor, n. 87.


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miércoles, 4 de abril de 2012

Celebración del domingo de ramos

EN EL ITINERARIO DE LA PASCUA TODOS NECESITAMOS DE LA PURIFICACIÓN PARA VIVIR "LA HORA DE DIOS"

Comienzo celebración Domingo de Ramos 2012
Asistencia al comienzo de la celebración en atrio de iglesia catedral
Aspersión de los ramos en atrio iglesia catedral
El domingo de Ramos la iglesia catedral de Santa Florentina contó con la presencia de muy numerosos fieles, quienes desde las aceras circunstantes hasta las esquinas y cubriendo todo el atrio vecino al templo aguardaban la llegada del Obispo y los sacerdotes, junto con los diáconos y seminaristas. Acompañaron a Mons. Oscar Sarlinga el cura párroco, Pbro. Hugo Lovatto, el provicario, Mons. Santiago Herrera, y los diáconos permanentes Ricardo Dib, Pedro Bruno y Sergio Pandiani, junto con los seminaristas que realizan la pastoral de fin de semana en la parroquia, sin olvidar al numeroso grupo de monaguillos parroquiales. Muchas familias con niños asistieron a la celebración, y el obispo hizo alusión a ello en la homilía, en la que dijo que “en el itinerario a la Pascua, todos necesitamos de la purificación para vivir “la hora de Dios”.
Procesión hacia el templo el Domingo de Ramos
Lectura de la Pasión
Predicación

HOMILÍA DEL DOMINGO DE RAMOS
En el itinerario a la Pascua, todos necesitamos de la purificación para vivir la “hora de Dios”
Queridos sacerdotes, diáconos, seminaristas, hermanos y hermanas, queridos niños, que han venido tan numerosos para este Domingo de Ramos:
Aclamemos hoy a nuestro Señor, como lo hicieron los niños hebreos que acudieron aclamando al Señor, con inmenso cariño, con amor: ¡Bendito el que viene!. ¡Cómo habrá prevalecido el clamor de los niños y de los puros de corazón, sobre el rumor de la muchedumbre, sobre la ira de quienes odiaban a Jesús, como habrá prevalecido ese día el clamor del Osanna al nuevo Hijo de David (Cf Mt. 21, 15).Revivamos hoy ese Misterio, en y desde la fe.
Predomina el colorido, lo festivo, los ramos que se levantan cual signo de ovación. Observemos, sin embargo, que el vistoso color rojo vivo de los ornamentos, más que el color de los reyes o de los emperadores, es el color con que revistieron a Jesús con el “manto real” para burlarse de Él, “el Rey” que reinaría desde la ignominia de una Cruz. Por eso también le ciñieron la cabeza con la corona “real” de espinas y le dieron como cetro la caña. Tuvo que ser Pilato, juez inicuo, quien sin embargo hiciera dejar el “título” sobre la Cruz, que lo reconocía “Rey”.  Pero de ese lugar de ignominia, y de Misericordia infinita derramada, vino el triunfo total, el de la Resurrección, el de la Ascensión, el del Envío del Espíritu Santo en Pentecostés, que inauguró el “tiempo de la Iglesia”. Por eso este rojo vivo es el color litúrgico del Descenso del Espíritu, y el color del martirio, del supremo testimonio de ese Amor inmenso.
Y Jesús, ¿qué veía en el Domingo de los Ramos?. Pensemos entonces que en este día en que se jugaban los destinos de la redención, más que la gloria de la aclamación, Jesús veía su entrega para la redención. Jesús, el Maestro, sabio, misericordioso, peregrinante en la Palestina de entonces, que obró milagros, tuvo en su misma entrada triunfal la conciencia de ser el Salvador prometido y a la vez la conciencia de la Cruz. 
Nosotros, para “ver” este misterio, hemos de hacernos como niños. Sí, en especial los niños del pueblo hebreo agitaban ramos, de olivo, de palma, en señal de fiesta, porque son los niños quienes tienen un corazón más puro, y por ello, en un sentido, “ven más”, “aceptan más”, dan un homenaje más amoroso y sentido. Es por ello que el Señor nos ha exhortado a “hacernos como niños”, en sentido de purificar nuestro corazón, como en este día en que nos pide “verlo” en el Domingo de Ramos o de Pasión, más que como un “espectáculo religioso” (lo cual se convertiría más bien en una espectacular repetición en el calendario litúrgico), como una reactualización vivida, por obra del Espíritu, de ese Misterio del Señor. Y esto  al punto que cada uno de nosotros aquí presentes nos hacemos partícipes, como nuevo Pueblo de Dios, proclamando a Jesús, “Mesías”, el Cristo, nuestro Salvador.
Que este acto litúrgico reavive nuestra fe, nuestra esperanza, anime nuestra caridad, y renueve nuestra vida, haciéndonos “nuevas creaturas”. Nuestra fe, primero, cual “virtud-puerta”, tanto más en las cercanías de la apertura del “Año de la Fe” por el Santo Padre. Creemos en Dios, creemos en Cristo, su Hijo. Creemos en el Espíritu Santo. Le creemos a Jesús, como las almas piadosas luego de la resurrección de Lázaro, le creemos, en su ingreso triunfal y humilde como Mesías en Jerusalén. Creemos en Él, siendo «signo de contradicción» (Luc. 2, 34). Creemos en Él, pues su gloriosa Resurrección cambió para siempre los destinos del mundo y de la humanidad.
Será la ocasión de profundizar  también nosotros hoy esa conciencia, de querer crecer en nuestra voluntad en ser heraldos, mensajeros del Mesías, de su Reino de alegría, paz, gozo en el Espíritu, de profundizar la conciencia de estar viviendo “la hora” de Dios, en la que se cumplieron las profecías de la venida del Príncipe de la paz (Cf Is. 9,6) en su triunfo incontenible y en su entrega total (Cf Lc 19,39-40).
Nos ayudará para esto, a vivir el camino a la Pascua (la litúrgica, y el camino a la Pascua eterna) la reconciliación. La interior, la profunda, que nos mueva al sacramento de la reconciliación, es decir, a la confesión, pues la necesitamos. En el itinerario a la Pascua todos necesitamos de la  purificación para vivir la “hora de Dios”.
María, nuestra Madre, la Madre de Dios y Madre de la Iglesia, quien nunca nos abandona, nos guíe de la mano en este camino hacia la luz pascual.
                         
+Oscar Sarlinga
Domingo de Ramos 2012



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