martes, 30 de julio de 2013

Hacia la tierra de Juan Pablo II

 Tomado de: http://www.news.va/es/news/hacia-la-tierra-de-juan-pablo-ii

2013-07-30 L’Osservatore Romano

Será Cracovia la sede de la JMJ 2016, tras la extraordinaria experiencia carioca. Así que una vuelta a los orígenes en el recuerdo de Juan Pablo II. El Papa Francisco lo anunció el domingo 28 por la mañana desde el palco de Copacabana al presidir la celebración conclusiva de la XXVIII edición de la Jornada. Inmediatamente el aplauso de la marea humana reunida a lo largo de la playa —tres millones de personas, según las estimaciones— se dirigió al Papa Wojtyla, el inventor de estos encuentros de las nuevas generaciones con el sucesor de Pedro. Su reliquia había sido llevada al altar, junto a la imagen de la Virgen de Aparecida.

Muy devota de Juan Pablo II, que pronto será canonizado, la familia de Ruhama, la pequeña anencefálica llevada en brazos por el papá durante la procesión de las ofrendas: apenas pesa tres kilos; su hermano gemelo, ocho. Pero, con sus 17 meses de deseo de vivir ya ha hecho trizas muchas certezas científicas, visto que habitualmente quienes sufren esta grave malformación congénita ni siquiera llegan a nacer: la tasa de supervivencia es de uno sobre mill y los médicos aconsejan abortar. Para ella la caricia paterna del Papa Francisco, que celebró la misa después e haber recorrido una vez más, ya la cuarta, el paseo marítimo entre la inmensa multitud de jóvenes peregrinos.

La víspera por la tarde, siendo impracticable la explanada de Guaratiba, la ola de Copacabana acogió también la tradicional vigilia de oración. Con extraordinaria rapidez los organizadores lograron trasladar los acontecimientos conclusivos de la JMJ a la playa que, iluminada de mil colores, ofreció la imagen de una catedral a cielo abierto entre la arena y un océano algo menos impetuoso que los lluviosos días precedentes.

Por voluntad de la archidiócesis y de la municipalidad de Río de Janeiro, en el “Campus Fidei” se construirán alojamientos para 20 mil pobres y la cruz de 33 metros levantada en el gran podio papal permanecerá como signo de esta Jornada inolvidable para Brasil y para América Latina.

De nuestro enviado Gianluca Biccini

sábado, 27 de julio de 2013

Terminan los exámenes doctrinales sobre la beatificación de Romero

Tomado de: http://vaticaninsider.lastampa.it/

El Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, mons. Gerhard Ludwig Müller: la “luz verde” llegó cuando Benedicto XVI era el Papa reinante

EN RECUERDO DE MONS. ROMERO
EN RECUERDO DE MONS. ROMERO

GIANNI VALENTE
ROMA
El arzobispo Óscar Arnulfo Romero, “fue un gran testimonio de la fe y de la petición de justicia social”, y las verificaciones para el “nihil obstat” doctrinal en su proceso de beatificación tuvieron una acelereción “dede Benedicto XVI”. Lo reveló a Vatican Insider el arzobispo Gerhard Ludwig Müller, actual Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Mientras Papa Francisco está viviendo en Brasil el abrazo del catolicismo latinoamericano, desde Roma el arzobispo-teólogo alemán confirma que ya no hay cuestiones doctrinales que demoren la beatificación del que tantos fieles llaman “San Romero de América”. La “luz verde” del ex-Santo Oficio se encendió cuando en el trono de Pedro todavía estaba Benedicto XVI.
Esta tarde el Prefecto de la Doctrina de la Fe volará a Río de Janeiro, en donde participará en la clausura de la JMJ. En los comentarios del arzobispo Müller sobre las jornadas brasileñas de Francisco surge su cordial sintonía con la “conversión pastoral” que el Papa argentino no se cansa de sugerir a toda la Iglesia.
Papa Francisco está en Brasil, Muchos católicos latinoamericanos conservan la memoria devota de Óscar Romero. ¿Qué representa para usted la figura del obispo asesinado sobre el altar?
Considero a Óscar Arnulfo Romero un gran testimonio de la fe y de la sed de justicia social. Su testimonio se expresaba también a través de las homilías en las que hablaba de la trágica condición que vivía en esos años su pueblo. El orden social solo se puede fundar en la defensa de la afirmación de la justicia, y no en la violencia o la ley del más fuerte. Esta es la doctrina de la iglesia. Incluso la Constitución “Gaudium es Spes”, emanada del Concilio Vaticano II, había reafirmado que todos los hombres son criaturas de Dios con los mismos derechos y con las mismas posibilidades para acceder a los bienes de la naturaleza, a los bienes de la Creación y de la cultura. El obispoRomero, en cada una de sus intervenciones, repetía solamente esto.
Sin embargo, su causa de beatificación parece haberse topado con algunos obstáculos. Para algunos era oportuno tomar un poco de tiempo. Según ellos, la figura de Romero beatificado podía convertirse en una bandera de la Teología de la Liberación.
El proceso relativo al “nihil obstat” doctrinal en la Congregación procedió con normalidad y ya bajo Benedicto XVI tuvo una aceleración decisiva. No hay que olvidar que en 2007, en su viaje hacia Brasil, Papa Ratzinger dijo claramente que él consideraba a Romero digno de ser beatificado. Ahora, con Papa Francisco, el proceso procede con mayor velocidad en la Congregación para las Causas de los Santos.
Usted conoce muy bien algunas realidades eclesiales de América Latina. ¿Qué es lo que más le sorprende del viaje de Papa Francisco a Brasil?
El viaje del Papa a Brasil es algo muy grande. Papa Francisco sabe acercarse al corazón de los jóvenes y ellos se sienten comprendidos, aceptados. Reconocen inmediatamente al buen pastor que ofrece a todos el don del Evangelio, el misionero que no trata de obtener ventajas para sí mismo, que no pide ni votos ni dinero. La forma en la que propone la Buena Noticia de Jesús atrae y desarma no solo a los jóvenes, sino a todos.
¿­Incluso a los no católicos?
Todos ven en él la alegría al anunciar el Evangelio y de ser miembros de una única familia de Dios en la Iglesia católica. Se descubre que la fe católica es la fuente más viva que riega la humanidad misma del pueblo brasileño. Creo que este viaje dará grandes frutos, incluso en relación con el regreso a la plena comunión con la Iglesia católica de tantos cristianos que siguieron la propaganda separatista de las sectas más hostiles hacia el catolicismo.

miércoles, 24 de julio de 2013

Segundo Discurso del Papa Francisco en Brasil - Santa Misa en Aparecida

Homilía del Papa en la Basílica de Aparecida Francisco el 24 de julio de 2013.

Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;

Queridos hermanos y hermanas!


¡Qué alegría me da por venir a la casa de la Madre de todos los brasileños, el santuario de Nuestra Señora de Aparecida. El día después de mi elección como Obispo de Roma fue a visitar la Basílica de Santa Maria Maggiore, encomendar a la Virgen de mi ministerio como Sucesor de Pedro. Hoy en día, yo quería venir aquí a rezar a María, nuestra Madre, el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud y poner sus pies la vida de los pueblos latinoamericanos.

Quería decirles, en primer lugar, una cosa. En este santuario, hace seis años, cuando la ciudad celebró la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, podría darme personalmente en cuenta un hecho hermoso: ver cómo los obispos - que trabajaron en el tema del encuentro con Cristo, discipulado y la misión - estaban animados, seguimiento y, en cierto sentido, inspirado en los miles de peregrinos que venían a diario a confiar su vida a la Virgen: la Conferencia que fue un gran momento en la vida de la Iglesia. Y, de hecho, se puede decir que el Documento de Aparecida nació precisamente este encuentro entre el trabajo de los pastores y la fe sencilla de los peregrinos, bajo la protección maternal de María. La Iglesia, en la búsqueda de Cristo, siempre es mejor que la casa de la madre y le pregunta: "Muéstranos a Jesús." Es María quien aprende el verdadero discipulado. Y por lo tanto la Iglesia en misión siempre viene a raíz de María.

Así que frente a la Jornada Mundial de la Juventud que me trajo a Brasil, también hoy vengo llamando a la puerta de la casa de María, que amaba a Jesús y educado, así que nos ayude a todos, pastores del Pueblo de Dios, a los padres y educadores, para transmitir a los jóvenes los valores que los harán constructores de un país y de una sociedad más justa, solidaria y fraterna. Para ello, me gustaría llamar la atención sobre tres posturas simples: Mantenga la esperanza; Déjese sorprender por Dios para vivir en la alegría.

1. Mantener la esperanza . La segunda lectura de la Misa presenta una escena dramática: una mujer - la imagen de María y de la Iglesia - que es perseguido por un dragón - el diablo - que quiere devorar a su hijo. La escena, sin embargo, no es la muerte, sino la vida, porque Dios interviene y pone al niño salvado (cf. Ap 12,13 A.15-16a). Muchas de las dificultades en la vida de cada uno, en nuestra gente, nuestras comunidades, pero en mayor que parezcan, Dios nunca nos deja de ser sumergidos. Desaliento frente que pudiera aparecer en la vida, en los que trabajan en la evangelización o que se esfuerza por vivir la fe como padre y madre de la familia, quiero decir con fuerza: Siempre han de corazón es seguro! Dios camina a su lado, nunca dejarlos indefensos! Nunca pierdas la esperanza! Que no se apague en nuestros corazones! El "dragón", el mal está presente en nuestra historia, pero no es el más fuerte. Dios es más fuerte, y Dios es nuestra esperanza! Es cierto que hoy en día, más o menos todo el pueblo, y también nuestra experiencia de los jóvenes la fascinación de tantos ídolos que se interponen en el lugar de Dios y parece que la esperanza: el dinero, el poder, el éxito, el placer. A menudo, una sensación de soledad y vacío entra en los corazones de muchos y conduce a obtener una indemnización, estos pasajeros ídolos. Queridos hermanos y hermanas, que son luces de esperanza! Tener una actitud positiva ante la realidad. Deseemos generosidad que caracteriza a los jóvenes, acompañándolos en el proceso de convertirse en protagonistas de la construcción de un mundo mejor, son un poderoso motor para la Iglesia y para la sociedad. No tienen por qué sólo lo que necesitan se propone principalmente aquellos valores intangibles que son el corazón espiritual de un pueblo, la memoria de un pueblo. En este santuario, que es parte de la memoria de Brasil, podemos casi a tientas ellos: la espiritualidad, la generosidad, la solidaridad, la perseverancia, la fraternidad, la alegría, son los valores que están arraigados profundamente en la fe cristiana.

2. El segundo enfoque: ¡Déjate sorprender por Dios . ¿Quién es el hombre y la mujer de la esperanza - una gran esperanza que la fe nos da - sabe que, incluso en medio de las dificultades, Dios actúa y nos sorprende. La historia de este templo es un ejemplo: tres pescadores después de un día sin poder pescar en las aguas del Río Parnaíba, encuentra algo inesperado: una imagen de la Virgen. ¿Quién podría imaginar que el lugar de pesca infructuosa, se convertiría en el lugar donde todos los brasileños se sienten hijos de la misma madre? Dios siempre sorpresas, como el vino nuevo en el Evangelio que escuchamos. Dios siempre se reserva la mejor. Pero vamos a estar sorprendidos que le pide su amor, que damos la bienvenida a sus sorpresas. Confía en Dios! Lejos de él, la alegría del vino, el vino de la esperanza se agota. Si nos acercamos a Él, si nos quedamos con él, lo que parece agua fría, lo que es difícil, lo que es el pecado, se convierte en el nuevo vino de la amistad con Él

3. La tercera posición: Vivir en alegría . Queridos amigos, si caminamos en la esperanza, que nos deja sorprendidos por el nuevo vino que Jesús nos ofrece, no hay alegría en nuestro corazón y debemos ser testigos de la alegría. El cristiano es gay, no es triste. Dios está con nosotros. Tenemos una madre que siempre reza por la vida de sus hijos, para que nosotros, como Queen Esther en la primera lectura (cf. Est 5, 3). Jesús nos mostró el rostro de Dios es un Padre que nos ama. El pecado y la muerte han sido vencidos. El cristiano no puede ser pesimista! No se puede tener un tipo que parece estar en un constante estado de luto. Si somos verdaderamente enamorado de Cristo y sentir lo mucho que Él nos ama, nuestro corazón "encender" de tal alegría que infectan a los que están de nuestro lado. Como Benedicto XVI dijo: "El discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro" (Conferencia Inaugural de Aparecida [13 de mayo 2007]: Enseñanzas III / 1 [2007] , 861). Queridos amigos, llegó a llamar a la puerta de la casa de María. Ella nos abrió, nos hizo entrar y nos muestra a su Hijo. Ahora se nos pide: "Haced lo que Él os diga" (Jn 2,5). Sí, nuestra Madre, nos comprometemos a hacer lo que Jesús nos dice! Y vamos a ver con la esperanza, confiando en las sorpresas de Dios y lleno de alegría. Que así sea.

martes, 23 de julio de 2013

El Papa Francisco en Río de Janeiro: “No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo”

TEXTO COMPLETO DEL PRIMER DISCURSO DEL PAPA EN BRASIL


‘La paz de Cristo esté con ustedes’”, fueron las primeras palabras de Francisco en Rio de Janeiro la tarde del lunes 22 de julio durante la ceremonia de bienvenida que se desarrolló en el jardín del Palacio Guanabara, en presencia de las más altas autoridades del Estado, el Cuerpo Diplomático y varios cientos de invitados institucionales.
Antes de este primer encuentro oficial, el Papa quiso mantener otro encuentro: desde su salida del aeropuerto, el Santo Padre, a bordo de un pequeño automóvil plateado, abrió la ventana del vehículo que lo transportaba para que las personas pudieran verlo mejor y para poder saludar y bendecir a quienes lo esperaban en las calles.
Después, el cambio de auto por el papamóvil. Las imágenes eran las mismas que hemos visto los últimos meses en Roma durante las audiencias generales: el auto avanzando lentamente y deteniéndose para permitir al Papa saludar, bendecir, besar a la gente. Tantos niños – como en la Plaza de San Pedro – le eran acercados por los policías para que el Santo Padre los acariciase y bendijese.
La ceremonia protocolaria de recepción y el primer encuentro privado con la presidenta Dilma Rousseff, inició con una hora de justificado retraso. Después de las palabras de saludo de la presidenta, el Papa Francisco pronunció el siguiente discurso:
Discurso completo del Santo Padre Francisco durante la ceremonia de bienvenida
Señora Presidente,
Distinguidas Autoridades,
Hermanos y amigos,
En su amorosa providencia, Dios ha querido que el primer viaje internacional de mi pontificado me ofreciera la oportunidad de volver a la amada América Latina, concretamente a Brasil, nación que se precia de sus estrechos lazos con la Sede Apostólica y de sus profundos sentimientos de fe y amistad que siempre la han mantenido unida de una manera especial al Sucesor de Pedro. Doy gracias por esta benevolencia divina.
He aprendido que, para tener acceso al pueblo brasileño, hay que entrar por el portal de su inmenso corazón; permítanme, pues, que llame suavemente a esa puerta. Pido permiso para entrar y pasar esta semana con ustedes. No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo. Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón; y deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo: «La paz de Cristo esté con ustedes».
Saludo con deferencia a la señora Presidenta y a los distinguidos miembros de su gobierno. Agradezco su generosa acogida y las palabras con las que ha querido manifestar la alegría de los brasileños por mi presencia en su país. Saludo también al Señor Gobernador de este Estado, que amablemente nos acoge en el Palacio del Gobierno, y al alcalde de Río de Janeiro, así como a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditados ante el gobierno brasileño, a las demás autoridades presentes y a todos los que han trabajado para hacer posible esta visita.
Quisiera decir unas palabras de afecto a mis hermanos obispos, a quienes incumbe la tarea de guiar a la grey de Dios en este inmenso país, y a sus queridas Iglesias particulares. Con esta visita, deseo continuar con la misión pastoral propia del Obispo de Roma de confirmar a sus hermanos en la fe en Cristo, alentarlos a dar testimonio de las razones de la esperanza que brota de él, y animarles a ofrecer a todos las riquezas inagotables de su amor.
Como es sabido, el principal motivo de mi presencia en Brasil va más allá de sus fronteras. En efecto, he venido para la Jornada Mundial de la Juventud. Para encontrarme con jóvenes venidos de todas las partes del mundo, atraídos por los brazos abiertos de Cristo Redentor. Quieren encontrar un refugio en su abrazo, justo cerca de su corazón, volver a escuchar su llamada clara y potente: «Vayan y hagan discípulos a todas las naciones».
Estos jóvenes provienen de diversos continentes, hablan idiomas diferentes, pertenecen a distintas culturas y, sin embargo, encuentran en Cristo las respuestas a sus más altas y comunes aspiraciones, y pueden saciar el hambre de una verdad clara y de un genuino amor que los una por encima de cualquier diferencia.
Cristo les ofrece espacio, sabiendo que no puede haber energía más poderosa que esa que brota del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por la experiencia de la amistad con él. Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión: «Vayan y hagan discípulos»; vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible, y creen un mundo de hermanos y hermanas. Pero también los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de arriesgar con él la única vida que tienen, porque saben que no serán defraudados.
Al comenzar mi visita a Brasil, soy muy consciente de que, dirigiéndome a los jóvenes, hablo también a sus familias, sus comunidades eclesiales y nacionales de origen, a las sociedades en las que viven, a los hombres y mujeres de los que depende en gran medida el futuro de estas nuevas generaciones.
Es común entre ustedes oír decir a los padres: «Los hijos son la pupila de nuestros ojos». ¡Qué hermosa es esta expresión de la sabiduría brasileña, que aplica a los jóvenes la imagen de la pupila de los ojos, la abertura por la que entra la luz en nosotros, regalándonos el milagro de la vista! ¿Qué sería de nosotros si no cuidáramos nuestros ojos? ¿Cómo podríamos avanzar? Mi esperanza es que, en esta semana, cada uno de nosotros se deje interpelar por esta pregunta provocadora.
La juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo y, por tanto, nos impone grandes retos. Nuestra generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio; tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida; garantizarle seguridad y educación para que llegue a ser lo que puede ser; transmitirle valores duraderos por los que valga la pena vivir; asegurarle un horizonte trascendente para su sed de auténtica felicidad y su creatividad en el bien; dejarle en herencia un mundo que corresponda a la medida de la vida humana; despertar en él las mejores potencialidades para ser protagonista de su propio porvenir, y corresponsable del destino de todos.
Al concluir, ruego a todos la gentileza de la atención y, si es posible, la empatía necesaria para establecer un diálogo entre amigos. En este momento, los brazos del Papa se alargan para abrazar a toda la nación brasileña, en el complejo de su riqueza humana, cultural y religiosa. Que desde la Amazonia hasta la pampa, desde las regiones áridas al Pantanal, desde los pequeños pueblos hasta las metrópolis, nadie se sienta excluido del afecto del Papa. Pasado mañana, si Dios quiere, tengo la intención de recordar a todos ante Nuestra Señora de Aparecida, invocando su maternal protección sobre sus hogares y familias. Y, ya desde ahora, los bendigo a todos. Gracias por la bienvenida.

martes, 16 de julio de 2013

El carácter programático de la homilía del Papa Francisco en Lampedusa


07/16/2013

«Lampedusa: homilía programática de un Pontificado»

Lo afirmó el historiador de la Iglesia Alberto Melloni: «No son muchos los que se han dado cuenta. Es un texto comparable con el discurso de apertura del Concilio»

ANDREA TORNIELLI, Ciudad del Vaticano
«La homilía de Papa Francisco pronunciada en Lampedusa representa un cambio, es un documento comparable al “Gaudet Mater Ecclesia”, el discurso de apertura del Concilio de Juan XXIII. Me parece que no son muchos los que se han dado cuenta»: Está convencido de ello el historiador de la Iglesia Alberto Melloni, que invitó a pesar bien las palabras pronunciadas por el Papa durante su visita a la isla mediterránea de Lampedusa el pasado 8 de julio.
«Papa Roncalli –explicó Melloni a Vatican Insider–, dentro de un marco lingüístico perfectamente tradicional y devocional, decía cosas de una potencia evangélica enorme. Y era consciente de esa potencia, como demuestra la decisión de conservar el manuscrito del discurso de apertura del Vaticano II, para que se pudiera ver en el futuro que era harina de su costal. El secreto de Papa Francisco es diferente: con un lenguaje accesible comunica contenidos doctrinales extraordinarios. Lampedusa es uno de estos casos, para mí el más importante».
Según el estudioso, cualquier otra persona, en una ocasión semejante, «habría hecho un discurso imputando esas muertes a nuestra sociedad, a la modernidad, a la indiferencia. Francisco, en cambio, habló del lugar de los cristianos en la sociedad y en el mundo. Celebró una liturgia penitencial y no nos excluyó. Tampoco el Papa se excluyó».
La referencia de Melloni a este pasaje de la homilía, cuando Bergoglio afirmó: «Muchos de nosotros, y me incluyo, estamos desorientados, ya no estamos atentos al mundo en el que vivimos, no cuidamos, no custodiamos lo que Dios ha creado para todos y ya no somos capaces ni siquiera de custodiarnos los unos a los otros. Y cuando esta desorientación asume las dimensiones del mundo, se llega a tragedias como esa a la que hemos asistido».
El Papa, explica el historiador que dirige la Escuela de Boloña, «no pretende enseñar a sus interlocutores cómo estar en el mundo, sino que dice cosas que tienen que ver con el llanto y la acusación de sí. En la oración final que pronunció, cuando pidió perdón “por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas”, por quien “se encerró en el bienestar propio que lleva a la anestesia del corazón”, por “los que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas”, Francisco indicó un papel y una función de la Iglesia en el espacio público».
Según Melloni, después de Juan Pablo II, que «concebía la Iglesia como un elemento que debía demostrar la propia fuerza en el mundo», y después de Benedicto XVI, «que hablaba de la Iglesia como una pequeña y humilde comunidad, una minoría creativa, que, sin arrogancia, ayuda al mundo a darse cuenta de sus males, he aquí Francisco, que nos habla de un “pueblo teóforo”, portador de Dios…». La referencia, en este caso, indica a los habitantes de Lampedusa, que, viviendo su vida con humanidad, han interpretado los versículos de Mateo 25: «tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver».
Con estas palabras, en la opinión del historiador italiano, el Papa Francisco «dijo que la tarea de la Iglesia en el espacio público no es la de manifestar su fuerza. Basta ver qué ha sucedido en la historia del matrimonio homosexual en Francia. El hecho de que Francisco no haya hablado de ello no significa que apruebe o que no tenga idea de lo que sucede, ni que pretenda intermediaciones. Él propone un enfoque completamente diferente, en el que el eje es el último, la presencia de Cristo en los pobres. Una presencia que juzga no al mundo sino a la Iglesia. Y actuando de esta manera, el Papa lleva a cabo una operación doctrinal prodigiosa».
El Papa «no dice: “sigan el derecho natural y consideren, por lo menos, a Dios como una hipótesis, verán que las cosas en la sociedad mejoran”. Dice que hay una potencia evangélica que se manifiesta en donde no se ejerce la custodia del pobre. Y es en ese sitio en donde la Iglesia vuelve a encontrar su sentido. El Papa va a buscar al pueblo descrito en Mateo 25, no solo a los cristianos o a los que ayudan en cuanto cristianos».
Según el profesor Melloni, sería erróneo concentrar la atención en el problema de la inmigración: «La Iglesia es penitente ante su Señor. El Papa reconoce que existen allá afuera, en el tiempo, en la vida de todos los días, algunas realidades que recuerdan el Evangelio a la misma Iglesia. Es la doctrina conciliar de los “signos de los tiempos”, es decir las cosas que nos hablan del Evangelio. Personalmente, considero que el discurso de Lampedusa es una encíclica programática del Pontificado».

domingo, 14 de julio de 2013

El Papa Francisco vuelve a alentarnos a ser "SIGNO DE ESPERANZA Y DE PAZ".

Y quien les habla, como obispo y pastor de esta comunidad diocesana, les cuento lo que creo, pero que también es una experiencia de vida: la esperanza -cuando no se trata de una mera "expectativa" humana- nunca nos deja defraudados; ya nos lo enseñó San Pablo. Somos "salvados en esperanza" ("spe salvi").
Es así, hermanos y hermanas, en este bendecido domingo -en que en la diócesis adelantamos la solemnidad de Nuestra Señora del Carmen, en Zárate- pongámonos estre propósito, cada día "volver a empezar". La esperanza hace que a cada instante reflorezca el gozo, la alegría profunda en nuestros corazones, en nuestras familias y comunidades, en un mundo cansado de sus caminos de materialismo y de anti-amor. "Volver empezar" en Cristo, y con la categoría existencial del "encuentro", o "reencuentro" con los hermanos y hermanas.
 Mons Oscar D. Sarlinga

En base a http://www.news.va/it/news/papa-francesco-a-castel-gandolfo-siate-segno-di-sp

martes, 9 de julio de 2013

Jornada Mundial de la Juventud, la Pastoral de Juventud y Vocacional de Zárate-Campana

Tomado de:  http://www.aica.org/

Zárate-Campana emite hoy un programa preparativo para la JMJ

Miercoles 3 Jul 2013
Campana (Buenos Aires) (AICA): Con el fin de dar a conocer a los peregrinos, voluntarios e interesados más detalles acerca de la Jornada Mundial de la Juventud, la Pastoral de Juventud y Vocacional de Zárate-Campana realizará hoy, miércoles 3 de julio, a las 19, una videoconferencia con jóvenes de Buenos Aires, Río de Janeiro y los Estados Unidos. Se trata de la primera emisión de un ciclo de microprogramas radiales destinados a comunicar las novedades del encuentro mundial que el papa Francisco mantendrá con los jóvenes y ayudar a los peregrinos y voluntarios a sus últimos preparativos. 
Con el fin de dar a conocer a los peregrinos, voluntarios e interesados más detalles acerca de la Jornada Mundial de la Juventud, la Pastoral de Juventud y Vocacional de Zárate-Campana realizarán hoy, miércoles 3 de julio, a las 19, una videoconferencia con jóvenes de Buenos Aires, Río de Janeiro y los Estados Unidos.
En una acción conjunta con la radio Santa María, cadena radial del obispado, los equipos diocesanos preparan microprogramas radiales destinados a comunicar las novedades del encuentro mundial que el papa Francisco mantendrá con los jóvenes y ayudar a los peregrinos y voluntarios a sus últimos preparativos.
“Camino a Río” será transmitido en vivo desde el canal de YouTube del obispado de Zárate-Campana y desde la web de la Cadena Santa María. Luego quedará grabado y disponible para ver en las mismas páginas web.
Asimismo, el domingo 7 de julio, el obispo diocesano, monseñor Oscar Sarlinga presidirá la misa de envío para los más de 120 peregrinos de esta jurisdicción eclesiástica que partirán rumbo al Brasil. La celebración será a las 11 en la cocatedral de la Natividad del Señor, en Escobar, y se invita a participar a familiares, amigos y miembros de la comunidad.
Celebraciones del seminario diocesano. El seminario diocesano San Pedro y San Pablo, de la ciudad de Campana, festejó este sábado 29 de junio sus fiestas patronales. Allí, monseñor Oscar Sarlinga celebró una misa a las 11, tras la cual compartió un ágape fraterno con los formadores y aspirantes al sacerdocio ministerial. También se sumaron los estudiantes del Instituto Superior Docente y Técnico San Pedro y San Pablo, religiosos, religiosas y laicos provenientes de diferentes ciudades de la diócesis, además de las familias de los seminaristas y amigos.+

sábado, 6 de julio de 2013

Síntesis de la Encíclica del Papa Francisco “Lumen fidei”

Tomado de: http://www.news.va
2013-07-05 Radio Vaticana
(RV).- “Lumen fidei” – La luz de la fe (LF) es la primera encíclica firmada por el Papa Francisco. Dividida en cuatro capítulos, una introducción y una conclusión, la Carta – explica el Papa – se suma a las encíclicas del Papa Benedicto XVI sobre la caridad y la esperanza y asume el “valioso trabajo” realizado por el Papa emérito, que ya había “prácticamente completado” la encíclica sobre la fe. A este “primera redacción” el Santo Padre Francisco agrega ahora “algunas aportaciones”.
Descarga aquí el texto completo de la encíclica
La introducción (No. 1-7) de la LF ilustra los motivos en que se basa el documento: En primer lugar, recuperar el carácter de luz propio de la fe, capaz de iluminar toda la existencia del hombre, de ayudarlo a distinguir el bien del mal, sobre todo en una época como la moderna, en la que el creer se opone al buscar y la fe es vista como una ilusión, un salto al vacío que impide la libertad del hombre. En segundo lugar, la LF – justo en el Año de la Fe, 50 años después del Concilio Vaticano II, un “Concilio sobre la Fe” – quiere reavivar la percepción de la amplitud de los horizontes que la fe abre para confesarla en la unidad y la integridad. La fe, de hecho, no es un presupuesto que hay que dar por descontado, sino un don de Dios que debe ser alimentado y fortalecido. “Quien cree ve”, escribe el Papa, porque la luz de la fe viene de Dios y es capaz de iluminar toda la existencia del hombre: procede del pasado, de la memoria de la vida de Jesús, pero también viene del futuro porque nos abre vastos horizontes.
El primer capítulo (8-22): Hemos creído en el amor (1 Jn 4, 16). En referencia a la figura bíblica de Abraham, la fe en este capítulo se explica como “escucha” de la Palabra de Dios, “llamada” a salir del aislamiento de su propio yo , para abrirse a una nueva vida y “promesa” del futuro, que hace posible la continuidad de nuestro camino en el tiempo, uniéndose así fuertemente a la esperanza. La fe también se caracteriza por la “paternidad”, porque el Dios que nos llama no es un Dios extraño, sino que es Dios Padre, la fuente de bondad que es el origen de todo y sostiene todo. En la historia de Israel, lo contrario de la fe es la idolatría, que dispersa al hombre en la multiplicidad de sus deseos y lo “desintegra en los múltiples instantes de su historia”, negándole la espera del tiempo de la promesa. Por el contrario, la fe es confiarse al amor misericordioso de Dios, que siempre acoge y perdona, que endereza “lo torcido de nuestra historia”, es disponibilidad a dejarse transformar una y otra vez por la llamada de Dios “es un don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios y los hombres, la historia de la salvación.” (n. 14) Y aquí está la “paradoja” de la fe: el volverse constantemente al Señor hace que el hombre sea estable, y lo aleja de los ídolos.
La LF se detiene, después, en la figura de Jesús, el mediador que nos abre a una verdad más grande que nosotros, una manifestación del amor de Dios que es el fundamento de la fe “precisamente en la contemplación de la muerte de Jesús la fe se refuerza”, porque Él revela su inquebrantable amor por el hombre. También en cuanto resucitado Cristo es “testigo fiable”, “digno de fe”, a través del cual Dios actúa realmente en la historia y determina el destino final. Pero hay “otro aspecto decisivo” de la fe en Jesús: “La participación en su modo de ver”. La fe, en efecto, no sólo mira a Jesús, sino que también ve desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos. Usando una analogía, el Papa explica que, como en la vida diaria, confiamos en “la gente que sabe las cosas mejor que nosotros” – el arquitecto, el farmacéutico, el abogado – también en la fe necesitamos a alguien que sea fiable y experto en “las cosas de Dios” y Jesús es “aquel que nos explica a Dios.” Por esta razón, creemos a Jesús cuando aceptamos su Palabra, y creemos en Jesús cuando lo acogemos en nuestras vidas y nos confiamos a él. Su encarnación, de hecho, hace que la fe no nos separe de la realidad, sino que nos permite captar su significado más profundo. Gracias a la fe, el hombre se salva, porque se abre a un Amor que lo precede y lo transforma desde su interior. Y esta es la acción propia del Espíritu Santo: “El cristiano puede tener los ojos de Jesús, sus sentimientos, su condición filial, porque se le hace partícipe de su Amor, que es el Espíritu” (n. 21). Fuera de la presencia del Espíritu, es imposible confesar al Señor. Por lo tanto, “la existencia creyente se convierte en existencia eclesial”, porque la fe se confiesa dentro del cuerpo de la Iglesia, como “comunión real de los creyentes.” Los cristianos son “uno” sin perder su individualidad y en el servicio a los demás cada uno gana su propio ser. Por eso, “la fe no es algo privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva”, sino que nace de la escucha y está destinada a pronunciarse y a convertirse en anuncio.
El segundo capítulo (23-36): Si no creéis, no comprenderéis (Is 07, 09). El Papa demuestra la estrecha relación entre fe y verdad, la verdad fiable de Dios, su presencia fiel en la historia. “La fe, sin verdad, no salva – escribe el Papa – Se queda en una bella fábula, la proyección de nuestros deseos de felicidad.” Y hoy, debido a la “crisis de verdad en que nos encontramos”, es más necesario que nunca subrayar esta conexión, porque la cultura contemporánea tiende a aceptar solo la verdad tecnológica, lo que el hombre puede construir y medir con la ciencia y lo que es “verdad porque funciona”, o las verdades del individuo, válidas solo para uno mismo y no al servicio del bien común. Hoy se mira con recelo la “verdad grande, la verdad que explica la vida personal y social en su conjunto”, porque se la asocia erróneamente a las verdades exigidas por los regímenes totalitarios del siglo XX. Esto, sin embargo, implica el “gran olvido en nuestro mundo contemporáneo”, que – en beneficio del relativismo y temiendo el fanatismo – olvida la pregunta sobre la verdad, sobre el origen de todo, la pregunta sobre Dios. La LF subraya el vínculo entre fe y amor, entendido no como “un sentimiento que va y viene”, sino como el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y nos da nuevos ojos para ver la realidad. Si, pues, la fe está ligada a la verdad y al amor, entonces “amor y verdad no se pueden separar”, porque sólo el verdadero amor resiste la prueba del tiempo y se convierte en fuente de conocimiento. Y puesto que el conocimiento de la fe nace del amor fiel de Dios, “verdad y fidelidad van juntos”. La verdad que nos abre la fe es una verdad centrada en el encuentro con el Cristo encarnado, que, viniendo entre nosotros, nos ha tocado y nos ha dado su gracia, transformando nuestros corazones.
Aquí el Papa abre una amplia reflexión sobre el “diálogo entre fe y razón”, sobre la verdad en el mundo de hoy, donde a menudo viene reducida a la “autenticidad subjetiva”, porque la verdad común da miedo, se identifica con la imposición intransigente de los totalitarismo. En cambio, si la verdad es la del amor de Dios, entonces no se impone con la violencia, no aplasta al individuo. Por esta razón, la fe no es intransigente, el creyente no es arrogante. Por el contrario, la verdad vuelve humildes y conduce a la convivencia y el respeto del otro. De ello se desprende que la fe lleva al diálogo en todos los ámbitos: en el campo de la ciencia, ya que despierta el sentido crítico y amplía los horizontes de la razón, invitándonos a mirar con asombro la Creación; en el encuentro interreligioso, en el que el cristianismo ofrece su contribución; en el diálogo con los no creyentes que no dejan de buscar, que “intentan vivir como si Dios existiese”, porque “Dios es luminoso, y se deja encontrar por aquellos que lo buscan con sincero corazón”. “Quién se pone en camino para practicar el bien – afirma el Papa – se acerca a Dios”. Por último, la LF habla de la teología y afirma que es imposible sin la fe, porque Dios no es un mero “objeto”, sino que es Sujeto que se hace conocer. La teología es participación del conocimiento que Dios tiene de sí mismo; se desprende que debe ponerse al servicio de la fe de los cristianos y que el Magisterio de la Iglesia no es un límite a la libertad teológica, sino un elemento constitutivo porque garantiza el contacto con la fuente original, con la Palabra de Cristo.
El tercer capítulo (37-49): Transmito lo que he recibido (1 Co 15, 03). Todo el capítulo se centra en la importancia de la evangelización: quien se ha abierto al amor de Dios, no puede retener este regalo para sí mismo, escribe el Papa: La luz de Jesús resplandece sobre el rostro de los cristianos y así se difunde, se transmite bajo la forma del contacto, como una llama que se enciende de la otra, y pasa de generación en generación, a través de la cadena ininterrumpida de testigos de la fe. Esto comporta el vínculo entre fe y memoria, porque el amor de Dios mantiene unidos todos los tiempos y nos hace contemporáneos a Jesús. Por otra parte, se hace “imposible creer cada uno por su cuenta”, porque la fe no es “una opción individual”, sino que abre el yo al “nosotros” y se da siempre “dentro de la comunión de la Iglesia”. Por esta razón, “quien cree nunca está solo”: porque descubre que los espacios de su “yo” se amplían y generan nuevas relaciones que enriquecen la vida.
Hay, sin embargo, un “medio particular” por el que la fe se puede transmitir: son los Sacramentos, en los que se comunica “una memoria encarnada.” El Papa cita en primer lugar el Bautismo – tanto de niños como de adultos, en la forma del catecumenado – que nos recuerda que la fe no es obra del individuo aislado, un acto que se puede cumplir solos, sino que debe ser recibida, en comunión eclesial. “Nadie se bautiza a sí mismo”, dice la LF. Además, como el niño que tiene que ser bautizado no puede profesar la fe él solo, sino que debe ser apoyado por los padres y por los padrinos, se sigue “la importancia de la sinergia entre la Iglesia y la familia en la transmisión de la fe.” En segundo lugar, la Encíclica cita la Eucaristía, “precioso alimento para la fe”, “acto de memoria, actualización del misterio” y que “conduce del mundo visible al invisible,” enseñándonos a ver la profundidad de lo real. El Papa recuerda después la confesión de la fe, el Credo, en el que el creyente no sólo confiesa la fe, sino que se ve implicado en la verdad que confiesa; la oración, el Padre Nuestro, con el que el cristiano comienza a ver con los ojos de Cristo; el Decálogo, entendido no como “un conjunto de preceptos negativos”, sino como “un conjunto de indicaciones concretas” para entrar en diálogo con Dios, “dejándose abrazar por su misericordia”, “camino de la gratitud” hacia la plenitud de la comunión con Dios . Por último, el Papa subraya que la fe es una porque uno es “el Dios conocido y confesado”, porque se dirige al único Señor, que nos da la “unidad de visión” y “es compartida por toda la Iglesia, que forma un solo cuerpo y un solo Espíritu”. Dado, pues, que la fe es una sola, entonces tiene que ser confesada en toda su pureza e integridad, “la unidad de la fe es la unidad de la Iglesia”; quitar algo a la fe es quitar algo a la verdad de la comunión. Además, ya que la unidad de la fe es la de un organismo vivo, puede asimilar en sí todo lo que encuentra, demostrando ser universal, católica, capaz de iluminar y llevar a su mejor expresión todo el cosmos y toda la historia. Esta unidad está garantizada por la sucesión apostólica.
El capítulo cuarto (n. 50-60): Dios prepara una ciudad para ellos (Hb 11, 16) Este capítulo explica la relación entre la fe y el bien común, lo que conduce a la formación de un lugar donde el hombre puede vivir junto con los demás. La fe, que nace del amor de Dios, hace fuertes los lazos entre los hombres y se pone al servicio concreto de la justicia, el derecho y la paz. Es por esto que no nos aleja del mundo y no es ajena al compromiso concreto del hombre contemporáneo. Por el contrario, sin el amor fiable de Dios, la unidad entre todos los hombres estaría basada únicamente en la utilidad, el interés o el miedo. La fe, en cambio, capta el fundamento último de las relaciones humanas, su destino definitivo en Dios, y las pone al servicio del bien común. La fe “es un bien para todos, un bien común”, no sirve únicamente para construir el más allá, sino que ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza.
La encíclica se centra, después, en los ámbitos iluminados por la fe: en primer lugar, la familia fundada en el matrimonio, entendido como unión estable de un hombre y una mujer. Nace del reconocimiento y de la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual y, fundada sobre el amor en Cristo, promete “un amor para siempre” y reconoce el amor creador que lleva a generar hijos. Después los jóvenes: aquí el Papa cita las Jornadas Mundiales de la Juventud, en las que los jóvenes muestran “la alegría de la fe” y el compromiso de vivirla de un modo firme y generoso. “Los jóvenes aspiran a una vida grande – escribe el Papa -. El encuentro con Cristo da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio para personas pusilánimes, sino que ensancha la vida”. Y en todas las relaciones sociales: haciéndonos hijos de Dios, de hecho, la fe da un nuevo significado a la fraternidad universal entre los hombres, que no es mera igualdad, sino la experiencia de la paternidad de Dios, comprensión de la dignidad única de la persona singular. Otra área es la de la naturaleza: la fe nos ayuda a respetarla, a “buscar modelos de desarrollo que no se basen únicamente en la utilidad y el provecho, sino que consideren la creación como un don”; nos enseña a encontrar las formas justas de gobierno, en las que la autoridad viene de Dios y está al servicio del bien común; nos ofrece la posibilidad del perdón que lleva a superar los conflictos. “Cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que los fundamentos de la vida se debiliten con ella”, escribe el Papa, y si hiciéramos desaparecer la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros y quedaríamos unidos sólo por el miedo. Por esta razón no debemos avergonzarnos de confesar públicamente a Dios, porque la fe ilumina la vida social. Otro ámbito iluminado por la fe es el del sufrimiento y la muerte: el cristiano sabe que el sufrimiento no puede ser eliminado, pero que le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona, y ser así “etapa de crecimiento en la fe y el amor”. Al hombre que sufre, Dios no le da un racionamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que acompaña, que abre un un resquicio de luz en la oscuridad. En este sentido, la fe está unida a la esperanza. Y aquí el Papa hace un llamamiento: “No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino.”
Conclusión (N º 58-60): Bienaventurada la que ha creído (Lc 1, 45) Al final de la LF, el Papa nos invita a mirar a María, “icono perfecto” de la fe, porque, como Madre de Jesús, ha concebido “fe y alegría.” A Ella se alza la oración del Papa para que ayude la fe del hombre, nos recuerde que aquellos que creen nunca están solos, y que nos enseñe a mirar con los ojos de Jesús.
(MFB – RV).