miércoles, 17 de febrero de 2010

CARTA PASTORAL DE MONS. OSCAR SARLINGA EN EL MIÉRCOLES DE CENIZA


En la imagen: MARC CHAGALL, Le frappement du rocher, Niza, Museo Nacional. (Ver en la Biblia: Libro del Deuteronomio 8,2-3.14-16). Marc Chagall (1887, Vitsyebsk, Bielorussia-1985, St. Paul de Vence, Francia), y su obra con mensaje bíblico veterotestamentario, de los 40 años en los que Israel peregrinó por el desierto, en: Le frappement du rocher, 1960-1966, óleo sobre tela, 236 x 232.

Queridos hermanos y hermanas de esta diócesis, los invito a meditar juntos sobre la Cuaresma y a entrar espiritualmente en el “Éxodo liberador” que ella nos procura:

I. CUARESMA ESE “TIEMPO CUADRAGÉSIMO” PARA “ATREVERNOS” A VIVIR EN CARIDAD

La Iglesia celebra hoy el “Miércoles de Cenizas”, inicio de la Cuaresma.

Cuaresma, palabra que proviene de nuestra madre lengua, el latín, “quadragesima”. ¿Y qué “cuadragésima”?. Quadragesima dies, es decir, el día cuadragésimo, los cuarenta días de duración –o los cuarenta años- que, con admirable fuerza evocativa, recuerda tanto los acontecimientos que han marcado la vida y la historia bíblica de la alianza y del pueblo israelita (cuarenta días del diluvio universal; cuarenta días de permanencia de Moisés en el Monte Sinaí; cuarenta años de peregrinación desde la esclavitud de Egipto hacia la Tierra prometida) y sobre todo los cuarenta días que Jesús, el Señor, vivió en el desierto, en la oración y el ayuno, inmediatamente antes de su misión pública, los cuarenta días en los cuales ocurrió la tentación, los cuarenta días de su radiante victoria, ya allí prefigurada, sobre la corrupción y la muerte. En su “Cuaresma” Jesús “pre-triunfó” (permítaseme esta expresión de lenguaje) por su ardiente caridad, porque ganó méritos para nosotros. El triunfo definitivo es la Cruz y la Resurrección gloriosa, su “Paso”, su “Éxodo”. Por ello, hoy y siempre, “Cuaresma” nos invita a un “Éxodo liberador” (la expresión es del Mensaje de Cuaresma del Santo Padre para este año 2010).

Veamos el mundo que nos rodea. La caridad, que viene de Dios (porque Él mismo es Amor) es a veces objeto de desentendimiento, desconsideración o minusvaloración (cuando no directamente de desprecio). Pero no podemos vivir sin ella, es nuestra “savia vital”. Sólo que para darnos cuenta de ello tenemos que “mirar”, “escuchar”, y, para hacer esto de verdad, hay que poseer la virtud de la humildad, que “abre nuestros ojos” y “ensancha nuestro corazón”. Sí, sólo desde la humildad se ve la inmensa “fuerza impulsora” de la caridad; quien está lleno de sí mismo no la ve de ningún modo. Y me refiero a la humildad auténtica, a “la verdadera”, no a lo que podríamos llamar “su caricatura”, que aparece no poco (mirémosla, sólo hay que prestar atención para poder discernirla). Y la humildad también se gana, se obtiene, a fuerza de aceptar humillación, y tomar lección de esta última.

La humildad nos dará a ver la “fuerza de propulsión” del Amor de caridad, desde una justicia vivificada por el Espíritu. Es un “misterio” que no todos pueden penetrar, aunque todos estamos llamados a hacerlo, y a todos y cada uno Dios nos da los dones que verdaderamente necesitamos. Que sepamos aprovecharlos, es otro tema. La virtud de la sabiduría, tesoro tan grande, nos ayudará a ver este “misterio” y dentro de él, algo sobre lo cual quizá no habíamos reflexionado: que atreverse a vivir de verdad la Cuaresma es cosa de fuertes (aún sabiéndonos muy débiles), porque cosa de fuertes es aceptar el “querer aceptar el don de la conversión”, en lugar de estar diciéndonos a nosotros mismos: “ya habrá tiempo para convertirme”. Si, de modo metódico, convencido, siempre postergo mi conversión profunda, porque, en el fondo, no quiero aceptarla, esta puede llegar “nunca”; el Señor nos brinda sus dones como Él quiere y cuando quiere, según su designio sapiente y amoroso. Es preciso la valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz (1). Sepamos aprovechar sus signos.

II. ACEPTAR CON FE EL “ÉXODO LIBERADOR”

Necesitamos un “Éxodo” que comporte una liberación que venga desde el corazón; y el Papa nos dice que para entrar en esa “Justicia” más grande, tenemos que entrar mediante la fe en Cristo, por Quien se manifestó la Justicia de Dios. Es el tema de su Mensaje de Cuaresma, sobre la reflexión de la carta de San Pablo a los Romanos (Cf Rm 13,8-10).

Si es verdad que “la belleza salvará al mundo” (y en sentido plenamente “trascendental” lo es), dentro de ese contexto tengo que decir que me impresionado, entre otras numerosas, la belleza de la obra de Marc Chagall, y en lo que al Éxodo se refiere, recuerdo una tela que representa cómo Moisés hendió, partió, la roca con su vara, su cayado, su bastón, y propulsó el agua bienhechora cuando el pueblo israelita acampó en Rfidim (Ex 17, 1-7) y no tenía agua para beber. No es el caso de una inopinada (e inexperta) lección de artes visuales. La belleza irradiante del arte, sin embargo, nos muestra más que con palabras, cómo, a mitad de camino del Éxodo, en medio de las protestas (razón por la cual se llamó a ese lugar Massá y Meribá) una fuerza de Gracia fue liberadora. Así también hemos de ver este tiempo de Gracia para prepararnos a la Semana Santa, con la surgiente acuífera de la caridad como gran fuerza impulsora, y como hemos dicho, basada sobre la justicia vivificada, para un desarrollo auténtico e integral del ser humano (2).

De hecho, el concepto bíblico de Justicia, Sedaqah, es profundamente liberador, es sanante, es un bálsamo, porque supera al concepto meramente jurídico; es como “devolver” a Dios, con agradecimiento, a través de abrirse al prójimo, dar a él, amándolo como a nosotros mismos (3). Dice Benedicto XVI en su Mensaje que para entrar en la “justicia” (en el sentido dicho) es necesario salir de la “ilusión de la auto-suficiencia”, del “estado profundo de cerrazón” o de clausura dentro de nosotros mismos.

Cuaresma, por fin, nos ofrece un camino ascético y litúrgico que, ayudándonos a abrir los ojos ante nuestra debilidad, nos hace abrir el corazón al amor misericordioso de Cristo y nos abre los ojos a la verdad. Sí, Cuaresma nos hace descubrir “la verdad creacional y amorosa” dentro de nosotros mismos, en los demás, en el mundo. Y nos muestra cómo todo el sentido de nuestra vida no surge de “lo que nos propusimos hacer o conseguir” sino que “está dado”, es don, a lo que cooperó nuestra libertad, nuestro pensamiento, nuestra voluntad (4).

El camino cuaresmal, al acercarnos a Dios y darnos “ojos nuevos” nos permitirá también “mirar con nuevos ojos a los hermanos”. Hará latir nuestro corazón con la fuerza del Espíritu, como ocurrió a San Felipe Neri, co-patrono de Roma, a quien, durante la vigilia de Pentecostés de 1544, el Espíritu Santo dio un "corazón de fuego", acontecimiento por el cual podemos entrever la alegoría de las grandes y divinas transformaciones, como la transformación que el Señor quiere obrar en nuestra vida (5).

III. EFECTO PENITENCIAL DE UN PENTECOSTÉS RENOVADO

Hemos iniciado esta carta mencionando el acontecimiento celebrativo de hoy. La Iglesia católica realiza hoy un gesto austero y simbólico: la imposición de las cenizas, y este rito es acompañado por dos fórmulas llenas de significado: la primera fórmula (la cual, es una pena, en la práctica casi ya no se dice, al menos en nuestro país: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás» (Cf. Génesis 3, 19), y la segunda, maravillosa y llena de fuerza evocadora, “Conviértete y cree en el Evangelio”, proveniente de las palabras pronunciadas por Jesús al inicio de su ministerio: «Conviértanse y crean en el Evangelio» (Marcos 1, 15).

Así, con el tiempo que transcurre tan velozmente, emprendemos hoy ese camino de reflexión y oración, con todos los cristianos del mundo para ponernos en camino hacia el Calvario, y desde Él hacia la Resurrección.

Es un camino en que pediremos a Dios mayores luces sobre nuestra vocación y elección, que es lo que Él quiere de nosotros en este mundo nuestro “maravilloso” y a la vez “dramático”, como tantas veces hemos evocado (inspirados en el «Testamento espiritual» del Papa Pablo VI), mundo que busca perfecciones, a menudo vanas. La perfección viene del don y de la virtud de la sabiduría, que nos hace buscar a Dios, y gozarnos de encontrarlo, con todos sus dones, con la donación de su Vida en nosotros.

El perfeccionarnos mediante la sabiduría es todo un programa de vida, si lo es en tanto apertura al Don divino. Dicho perfeccionamiento por la sabiduría es mencionado en el Concilio Vaticano II (6), citado en este sentido en el estupendo Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2010, para el cual eligió el tema: “La justicia de Dios se ha manifestado por medio de la fe en Cristo” (Rm 3, 21-22).

El hecho de la Cuaresma no “suspende” los efectos de Pentecostés, como es obvio. Cuaresma, más aún, puede en nuestra vida un renovado Pentecostés, en sentido de que dejemos que el Espíritu haga en nosotros un corazón nuevo, agradecido, que reconozca “haber recibido”, y no “haber conseguido todo yo solo”. Para descubrir esto es necesario “escuchar”, y tener la humildad de “recibir” y “agradecer”.

La Virgen Madre, que acompañó a Jesucristo en todos los momentos de su vida, nos ayude en el “Éxodo” de la Cuaresma, a tener liberación interior, y desde allí, a ponernos en obra para aquello a lo que el Señor nos llame.

Con mi bendición pastoral y mi pedido de oración a todos ustedes,

+Oscar Sarlinga



Notas:
1. Cf BENEDICTO XVI, Enc. Caritas in veritate, 1.
2. Cf Ibid. (“La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad”).
3. “Sedaqah” es aceptación plena de la voluntad de Dios y equidad respecto del prójimo (cf Es 20,12-17), en modo especial de los más necesitados (Cf Dt 10,18-19). Pero, dice el Papa Benedicto en su Mensaje de Cuaresma 2010: “dar al pobre, al israelita, no es otra cosa que el contracambio debido a Dios, que ha tenido piedad de la miseria de su pueblo. No por casualidad el don de las tablas de la Ley a Moisés, en el monte Sinaí, tiene lugar después del paso del Mar Rojo. La escucha de la Ley presupone la fe en Dios quien fue el primero que ha “escuchado el lamento” de su pueblo, y “bajó para liberarlo del poder de Egipto” (cf Es 3,8)”
4. Cf BENEDICTO XVI, Enc. Deus caritas est, 3.
5. Cf JUAN PABLO II, Mensaje del Santo Padre a los miembros de la Confederación del Oratorio con ocasión del comienzo de las celebraciones del cuarto centenario d ela muerte de San Felipe Neri, Ciudad del Vaticano, 7 de octubre de 1994. en profunda oración y, con frecuencia, pasaba la noche en el pórtico de alguna iglesia, o en las catacumbas de San Sebastián, junto a la Vía Appia. Se hallaba ahí, precisamente, la víspera se Pentecostés de 1544, pidiendo los dones del Espíritu Santo, cuando vio venir del cielo un globo de fuego que penetró en su boca y se dilató en su pecho. El santo se sintió poseído por un amor de Dios tan enorme, que parecía ahogarle.
6. CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, 15 ("La naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría, que atrae con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y el bien»).

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